Guillermo Delgado lidera en la región el área de sustentabilidad de Syngenta, una de las principales multinacionales de la agroindustria, que basa sus negocios en investigación y desarrollo (I+D), innovación y tecnología, sumando una mirada ambiental y socialmente responsable.
Egresado de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (FCA-UNL), Delgado ya hace varios años que dejó los claustros y comenzó a desarrollar con éxito su carrera profesional. Sin embargo, nunca olvidó sus orígenes, y volvió a su querida universidad en forma recurrente “cada vez que me lo pidieron”, para devolver algo de lo mucho que le dio como profesional y como persona.
En esta entrevista exclusiva Delgado, gerente de Negocios Responsables y Sustentabilidad para Latinoamérica Sur de Syngenta, explica cómo fue el tránsito desde una casa de altos estudios del conurbano bonaerense a obtener un puesto destacado en empresa dedicada a la industria semillera y el desarrollo de productos para el agro. Y deja un mensaje muy positivo para los alumnos que están estudiando agronomía en la FCA-UNLZ, a la que considera una “carrera del futuro”.
¿Cómo fue tu acercamiento a la universidad y por qué decidiste estudiar Ciencias Agrarias en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora?
En principio, quiero decir que para mí es un placer poder participar de este ciclo y para nuestra querida Facultad. Vengo de una escuela agraria, estudié Técnico Agropecuario en Ezeiza un poco por casualidad, pero terminé haciendo la secundaria ahí. Algunos profesores venían de la universidad y cuando terminé la secundaria dudaba entre estudiar veterinaria o agronomía. Por suerte, los docentes me supieron guiar y me decidí por agronomía.
La gran disyuntiva entonces era ir a la UBA a Buenos Aires o quedarme en la zona sur. Como soy de Monte Grande la Universidad Nacional de Lomas de Zamora me quedaba muy cerca. Por suerte me supieron hablar muy bien de la Facultad en ese momento y terminé yendo a Lomas.
¿Cómo fue tu paso por la universidad? ¿Encontraste lo que suponías en la previa o hubo alguna sorpresa?
Vengo de la zona sur del conurbano, de una familia de 7 hermanos y me tocaba ser el primero en ir a la universidad, así que no sabía muy bien con qué me iba a encontrar. Eso estuvo bueno, porque cuando empecé la carrera, el ambiente de la facultad era muy cálido y contenedor y eso fue un salto muy significativo. La verdad que el primer contacto universitario, con un contenido importante y con la cantidad de horas de cursada era un poco abrumador, así que me sirvió el hecho de que éramos pocos y en un ambiente más bien cercano.
Me encontré con una cantidad de información a la que no estaba acostumbrado y, por cierto, me costó en especial el primer cuatrimestre, pero después me fue atrapando. Pero lo cierto es que no sabía muy bien dónde me metía o si iba a durar en la carrera.
¿Hiciste la carrera trabajando y estudiando?
Fue todo un desafío, la facultad tenía materias tanto por la mañana como por la tarde y la verdad que fue medio complejo. Sí trabajé, pero no tenía horarios rígidos. Traté de hacer algunos trabajos en los tuviera turnos flexibles. En ese momento iba al vivero de un compañero que era agrónomo y me dio la facilidad de poder adaptarme a la agenda que me demandaba la facultad. Tenía materias por la mañana y algunas después que me obligaban a quedarme ahí hasta la cursada. Entonces sí fue un desafío eso de tener que buscar algún trabajo complementario, pero no de horarios rígidos.
La carrera tiene todo un bagaje teórico y también práctico. ¿Cómo fue ese acercamiento al campo, al terreno, a manejarse con algo más cercano a lo que es el trabajo del agrónomo?
Ese es un diferencial que siempre destaqué de la facultad. En esa época teníamos un campo de trabajo muy cerca, algo bastante inusual para una carrera. Así que teníamos muchas horas prácticas, en las cuales podíamos sembrar y calibrar las máquinas que había. Había un buen balance entre teoría y práctica, que hoy aprovecho mucho, por ese primer contacto que tuve en el campo, que fue un diferencial.
Los fines de semana recuerdo hacer ensayos en los campos y muchas veces, en verano, también íbamos para terminar los prácticos o para la investigación que estábamos haciendo. Así que la carga práctica fue muy buena.
Cuando salimos a trabajar a las empresas eso fue un diferencial importante. Es algo que valoras en los años posteriores.
¿Cuándo fue ese momento de la carrera en la que dijiste “no me equivoqué, esto es lo que quiero hacer”, trabajar de ingeniero agrónomo y salir a buscar una empresa donde poder desarrollarte?
Claramente, no fue el primer año. Al principio, uno estaba un tanto abrumado por el cambio de la secundaria a la universidad, peleas con las primeras materias que no tienen que ver tanto con la agronomía, como matemáticas, física, química. El primero y segundo cuatrimestres son muy complicados, pero ya en el segundo año, cuando se empiezan a ver materias más de agro, de botánica o a trabajar con algunos cultivos, comenzas a entender lo que es la agronomía.
Había profesores que te hacían sentir la agronomía o materias de suelo entre segundo y tercer año. Nuestro país tiene un potencial enorme para la agricultura, así que entre el segundo y tercer año decidí continuar. Empecé a restar las horas que podía del trabajo para dedicarme mucho más, porque además insume tiempo de estudio y fue realmente cuando hice un click.