Desde el arribo de los colonos europeos a la Patagonia, a fines del siglo XIX, el valor forrajero de los campos disminuyó dramáticamente hasta nuestros días. La cantidad de ovejas por hectárea disminuyó entre 80 y 90%. ¿Razones? Principalmente, la implementación de manejos no sustentables del pastoreo. Hoy, gracias a los modelos de simulación, los científicos pueden hacer proyecciones y afirmar que es posible recuperar las especies más valiosas para el ganado, pero el proceso duraría al menos 150 años. La luz de alerta está encendida y urge encontrar soluciones para acortar esos plazos.
“El fenómeno de la degradación de los pastizales en Patagonia es complejo ya que hay que tener en cuenta que desde el Río Colorado hasta la estepa fueguina se dan distintas condiciones y manejos. Lo que sí podemos afirmar es que desde 1900 a la actualidad, esos pastizales cambiaron profundamente, se degradaron. ¿Cómo sucedió esto? Hay que imaginarse aquellos tiempos: había muy poca información y desconocemos qué criterios manejaban los colonos para asignar cargas a sus campos. Es probable que sus únicas herramientas hayan sido los usos y costumbres que traían de su región, y el método deprueba y error. Varios trabajos actuales analizan series históricas de existencias ganaderas y muestran que, en promedio, se pasó de 0,9 ovinos/ha, a principios del siglo pasado, a 0,25 en nuestros días”, comentó Pablo Cipriotti, docente del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA).
Según Cipriotti, la degradación puede asumir distintas formas según cuánto se vea afectada la estructura (p. ej., qué especies están presentes y en qué proporciones) y el funcionamiento (p. ej., cuánto forraje producen) de estos ecosistemas. “Uno puede reconocer diversos estados: pueden arbustizarse, o perder las especies de mayor valor forrajero, o ser invadidos por hierbas exóticas (que hoy representan hasta el 80% la productividad de los mallines a costa de su conservación). En términos generales, se mencionan valores de deterioro muy altos para Patagonia, pero hay que ser cautos al hablar de cifras ya que para realizar cálculos es indispensable saber cuáles eran las condiciones iniciales de los pastizales, y conseguir datos confiables de cobertura de especies en el siglo XIX es casi imposible”.
Los modelos: herramientas para entender
A juicio de Pablo, quien también es investigador del CONICET, las mayores ventajas del uso de modelos de simulación es que permiten ampliar la comprensión de cómo funciona la vegetación en los ecosistemas. Al respecto, le comentó al sitio de divulgación científica Sobre La Tierra: “Pese a que no conocemos en detalle las condiciones iniciales de la vegetación, podemos imaginarlas, reconstruirlas, asumirlas y a partir de ahí correr los modelos que mejor representen el funcionamiento del agro-ecosistema. Nosotros realizamos experimentos del tipo qué pasa si… en los que planteamos un conjunto de condiciones iniciales posibles y simulamos la degradación de los pastizales desde 1850 hasta el presente. Al comparar esos resultados con las situaciones reales actuales pudimos comprender un poco más los efectos del pastoreo y las sequías sobre la degradación”.
En base a estos conocimientos, el investigador también resaltó la posibilidad de simular posibles escenarios futuros para los pastizales patagónicos. “En términos relativos, los experimentos a campo suelen ser breves, y para explorar las posibilidades de recuperación es fundamental realizar estudios de largo aliento. Allí entran en juego los modelos como herramientas complementarias. Sabemos cuán bajas son las cargas ovinas hoy en día, comparadas con 100 años atrás, y conocemos los distintos manejos del pastoreo que se implementan, desde el continuo (o año redondo) hasta los que permiten algún tipo de descanso, y nos preguntamos: ¿pueden estos manejos revertir la degradación en el largo plazo a partir de las condiciones actuales? Nuestros resultados indican que con manejos rotativos, considerando descansos de hasta 2 años y cargas globales de 0,1 ovino/ha, las mejores forrajeras del pastizal (pastos nativos como Bromus, Poa yHordeum) se pueden recuperar. El pequeño gran detalle es que, en el mejor de los casos, alcanzar una densidad de 2-3 plantas palatables/m2demandaría entre 150 y 200 años”.
Esos raros manejos nuevos
“Al analizar por qué se llegó al presente nivel de deterioro debemos considerar que muchas de las decisiones de manejo de los pastizales se suelen basar en resultados de experimentos poco representativos —puntualizó Cipriotti. Éstos tienen dos grandes limitaciones: el tamaño pequeño de las parcelas experimentales (menores a 1 ha) y, como mencionaba antes, su corta duración (menos de 5 años), que dificulta determinar de forma apropiada las respuestas de la vegetación. En consecuencia, los manejos aplicados pudieron no haber sido los más adecuados ya que surgieron de esas parcelas reducidas y eran extrapolados a superficies inmensas (un típico cuadro ganadero en Patagonia puede abarcar entre 2000 y 5000 ha). Como el salto de escala espacial es enorme, esos manejos no ofrecen ninguna garantía dado que se aplican indiscriminadamente sobre paisajes heterogéneos, con diferentes ambientes y tipos de vegetación”.
Los resultados de sus investigaciones llevaron a Cipriotti a pensar en la necesidad más o menos urgente de abrirle la puerta a nuevos manejos que aceleren la recuperación de los pastizales. “Las soluciones necesariamente serán más complejas porque las variables en juego son demasiadas e incluyen, obviamente, las dimensiones económicas y sociales de la producción ovina. Desde lo técnico sabemos que dejar descansar un cuadro o reducir el stock global de animales tiene un costo elevado, al igual que la logística del movimiento de animales. En Patagonia, las distancias son enormes, el clima es duro, los terrenos son complejos, y todo eso se cruza con los calendarios reproductivos de las majadas y las distintas categorías de animales (no da lo mismo mover ovejas preñadas, o con corderos al pie, o capones). Por otra parte, los productores que implementan manejos rotativos también enfrentan situaciones de compromiso; al mantener la cantidad global de animales en la estancia, mientras algunos potreros descansan, otros reciben mayores cargas instantáneas. Por lo general, ese impacto recibe poca atención. En los últimos años, nosotros trabajamos en un modelo integral llamado RANCH que permitiría evaluar estas situaciones en el largo plazo y para distintas condiciones de la vegetación, tanto para un cuadro en particular como a nivel de estancia. RANCH podría ser una herramienta muy útil para tomar decisiones sobre el manejo del pastoreo”.
“Soy optimista en cuanto a la posibilidad de reversión del deterioro. El ser humano tiene una capacidad enorme para pensar soluciones. Entonces, creo que en algún momento vamos a lograr compatibilizar estas situaciones que involucran producción y conservación de los recursos. Yo dialogo al menos tres veces al año con distintos productores patagónicos, y noto que están cada vez más preocupados con lo que le pasa al pastizal, lo miran con otros ojos. El desarrollo tecnológico de herramientas novedosas puede ayudar mucho a avanzar en este sentido”, concluyó Cipriotti. (Prensa Fauba)