Hace 30 años, los hermanos Ricardo y José Luis Cereigido inauguraban su primer tambo en Trenque Lauquen, provincia de Buenos Aires, con 60 vaquillonas y mucha ilusión. Actualmente, tras muchos sueños concretados, la explotación incluye dos tambos de 600 animales cada uno, engorde de novillos Holando –hijos de las vacas de ordeñe– y cultivos de maíz, pasturas y cebada destinados al alimento de los animales. La empresa, además, se nutrió de la nueva generación familiar –Juanjo y Sebastián– para llevar adelante los negocios.
El año pasado, con la incorporación de una picadora JAGUAR 930, la familia logró cerrar el círculo completo de la producción, al tener la posibilidad de confeccionar sus propios alimentos para los animales. La máquina hizo su debut en octubre, y según Juanjo Cereigido, ya lleva hechas varias tandas de silos de pastura.
Previamente a la adquisición de la JAGUAR, la empresa contrataba los servicios de un contratista para hacer el picado. “Hacia 2002 la máquina que teníamos no llegaba a hacer todas las hectáreas que requeríamos. Estábamos picando un mes seguido, pero era muy difícil tener los maíces verdes en estado óptimo durante 30 días. Ahí entró la figura del contratista, primero uno con el que nos repartíamos mitad y mitad del trabajo, y luego, en 2006, otro que nos hacía el servicio completo con una máquina CLAAS”, cuenta Cereigido.
Como ya conocían la marca, Juanjo cuenta que el año pasado, junto a su hermano, vieron la oportunidad de conseguir un crédito para comprar una máquina propia, y darle una vuelta de tuerca más a la empresa. “El objetivo era hacer reservas de calidad en el momento óptimo. Ahí es cuando decidimos comprar la picadora”, añade.
La idea de hacer el silo propio surgió naturalmente en los últimos años como el cierre del círculo de la empresa: confeccionar el alimento para los animales, usándolo tanto para engorde de novillos como para los tambos. Era un paso que coronaba un proceso de continuo crecimiento que comenzó en 1984, cuando los hermanos Ricardo y José Luis construyeron el primer tambo, comprando para ello dos jaulas con un total de 60 vaquillonas. Desde entonces, fueron consolidando poco a poco el negocio, hasta que en 1998 abrieron un segundo tambo. “Hoy en día, contamos con esos mismos dos tambos, que están trabajando en su capacidad óptima”, cuenta Cereigido. Ese crecimiento se fue traduciendo también en la superficie de trabajo de la empresa: “Cuando arrancaron mi papá y mi tío tenían unas 250 hectáreas. Con el tiempo, fueron comprando y alquilando más campos, siempre tratando de mantener un 50 por ciento propio, y otro 50 arrendado”. Hoy la empresa trabaja en 2000 hectáreas propias y 2000 alquiladas.
Pero además, la nueva máquina les permitió incrementar la eficiencia en la empresa. Según Cereigido, “esta picadora nos brinda un mejor manejo del tiempo. Si bien los contratistas con los que trabajábamos nos daban un buen servicio, poder hacerlo nosotros mismos nos da autonomía para decidir el mejor momento. Por razones lógicas, la coordinación con un contratista siempre conlleva un tiempo extra. En cambio, teniendo la máquina, uno hace las cosas exactamente cuando lo necesita”.
Diversificar para ganar
Según Cereigido, la coyuntura actual impone nuevos desafíos para el negocio tambero. “Las últimas campañas fueron complicadas. El negocio de la leche en los últimos dos años no ha sido bueno. Estuvo dos años valiendo lo mismo en pesos, hasta con una devaluación de por medio. La leche tendría que valer más”, resalta.
La primera clave para transitar estos tiempos, según Cereigido, es la diversificación de las actividades: “Nosotros tenemos ganadería, agricultura y maquinaria porque únicamente con el tambo no llegás a ningún lado, ni siquiera te podés comprometer a pagar la cuota de una picadora. En cambio, una empresa diversificada, permite ir apoyando cada actividad sobre la otra”.
En segundo lugar, según el tambero, pesan la tecnología y la eficiencia. Por eso también decidieron incorporar a la empresa un LINER 1650 –en sociedad con quien les brinda el servicio de confección de rollos–, con el objetivo de aumentar el ancho de labor en el picado de pasturas y cebada. “Él tenía una cortadora de 4 metros, que dejaba las andanas cada dos metros, y para no dar tantas vueltas con la picadora, compramos el rastrillo, que nos permite picar con 12 metros de ancho de labor en pasturas y cebada”, explica.
Los dos tambos de los Cereigido tienen tecnología de punta –como retiradores de pezoneras automatizados–, y al 60% de las vacas se les hace tres ordeñes diarios. “Dentro de lo posible, tratamos de ir mejorando la tecnología. Nuestra idea principal es ser eficientes en el uso de los recursos que estamos explotando: a la vaca le queremos sacar todos los litros que sean posibles tratando de mantener un equilibrio entre costo y beneficio”, finaliza