En este espacio, el consultor y asesor regional de AAPRESID, Guillermo Divito, contó cómo manejan la nutrición los productores del sudeste de Buenos Aires. Según dijo, en trigo y cebada, cultivos que ocupan entre el 40% y el 60% de las rotaciones, los rendimientos obtenidos en la región son excelentes. “En trigo llegamos a 6.000 kilos de promedio en las peores zonas, las someras, las consideradas marginales”, destacó. Pero señaló que esto viene acompañado de una caída en el contenido de proteína.
“Ambos cultivos presentan parámetros de calidad que condicionan el precio de venta del grano, que dependen directamente de la nutrición, especialmente nitrogenada. Si nutrimos bien podría no ser así”, indicó Divito.
De acuerdo con el consultor, en un 91% de los casos, para trigo y cebada las dosis de nitrógeno se fraccionan en aplicaciones que se realizan entre inicio y fin de macollaje. Sin embargo, el monitoreo del estado nitrogenado del cultivo a partir de encañazón para definir si es necesario refertilizar es una materia aún pendiente que menos del 5% de los productores emplea.
Por otra parte, a pesar de que se han reportado deficiencias de azufre desde hace diez años, hoy solo el 56% de los lotes se fertilizaron con el nutriente en las dos gramíneas.
En zinc, en tanto hay varios sitios con poco contenido del nutriente y se encontraron respuestas positivas a su agregado. “Hay que empezar a observar este nutriente como uno de los próximos deficitarios”, advirtió Divito.
En maíz “estamos con modelos muy austeros de manejo de nitrógeno y probablemente estemos pasados de plantas. Por eso decimos: menos plantas, más nitrógeno”, indicó. Y señaló que falta conocer la dinámica del nitrógeno en ambientes tardíos y el gran desafío es la complejidad de los cultivos de servicios. Por otro lado, hay un buen avance en la calibración de maíz de segunda.
En girasol, que hoy ocupa entre el 20% y el 35% de las rotaciones, según Divito, se fertiliza poco con nitrógeno y en general sin muestreos, y hay poco avance en otros nutrientes.
Luego, Adrián Rovea, ingeniero agrónomo asesor del grupo CREA Teodelina, del sur de Santa Fe, presentó el estado de situación en su zona. “Estamos siendo eficientes en el uso de fertilizantes y en el resto de los factores que impactan en el rendimiento como las tecnologías de insumos y procesos”, destacó.
“Cuando comencé a trabajar como asesor los productores me decían: primero los quintales, luego el costo, y esto me marcó”, recordó Rovea. “En general, primero se pone el costo y luego la productividad. Con este pensamiento siempre logramos cultivos restringidos y nunca logramos obtener sus máximos potenciales. Con el tiempo entendimos el sinergismo que hay entre los nutrientes y la residualidad, el reciclaje de los mismos en el tiempo”, explicó el asesor. Al pasar los años fueron viendo los efectos favorables de una correcta nutrición en los distintos cultivos.
“Al obtener mejores rendimientos vamos logrando mayores aportes de materia orgánica al suelo y vemos como la fertilidad física y química de los suelos mejora”, desatacó. El ingeniero remarcó que a lo largo de más de 20 años de agricultura continua han visto que los valores de fósforo y nitrógeno en el suelo han mejorado.
Según contó, la fertilización con azufre en soja les permitió aumentar significativamente los rendimientos. “Las respuestas promedio fueron de 300 a 500 kilos en soja de primera y de 800 a 1000 kilos en cultivos de segunda”, destacó. Luego, comenzaron a incorporar el azufre en trigo y maíz. “Hoy la nutrición de nuestras gramíneas es nitrógeno-fósforo-azufre-zinc y en soja fósforo-azufre”, detalló Rovea.
En los sistemas de alto aporte de rastrojo, el nitrógeno es clave para el funcionamiento general de la mineralización y para evitar la inmovilización que va a afectar al cultivo siguiente. Por eso, en el CREA Teodelina encontraron respuestas a nitrógeno residual en soja de primera en lotes con altos aportes de rastrojos, por caso en antecesor trigo/maíz de segunda, siempre aplicando con incorporación.
En el mismo Panel, Gustavo Ferraris, del INTA Pergamino, habló de las estrategias y manejo para la nutrición de cultivos en zona núcleo Pampeana, enfocado trigo maíz y soja, los tres cultivos principales de la zona.
Arrancando por el trigo, Ferraris advirtió que la campaña 2023-24 se inicia “con la peor reserva de agua en el suelo” y recordó que “los rindes del trigo están relacionados con el contenido de humedad de agua en el suelo en el inicio”, por lo que a la hora de encarar la siembra del cultivo “es una prioridad medir el nivel de agua lote por lote” y elegir “los ambientes que tienen un poco más de reserva”.
“En caso de tener una recuperación de humedad los precios del nitrógeno (N) y de fertilizantes en general se acomodaron a relaciones que están en línea con las históricas, con lo cual habría una factibilidad económica para hacer trigo en la región”, recomendó.
Ferraris enfatizó que el N fue “una herramienta que en estos años secos permitió asegurar la disponibilidad del nutriente para las plantas”, dado que provoca una buena remoción y calentamiento en el suelo que le da un mejor crecimiento a las plantas. En tanto, señaló que la estrategia de incorporar fertilizantes nitrogenados en un periodo húmedo puede no ser necesario.
Respecto del fósforo (P) informó que “hay un remanente importante que quedó de campañas pasadas porque no fue transformado en grano a causa de las bajas precipitaciones”, es decir que “no se perdió” por lo que “va a estar disponible para los cultivos siguientes”. Sobre el P resumió que “cuanto más intensiva sea la rotación más rápido se va a recuperar” el nutriente para la planta.
Pasando al maíz el ingeniero agrónomo de Pergamino dijo que “hay que trabajar en la interacción entre N y la densidad de genotipo”, dado la diferente respuesta que tienen las variedades respecto del nutriente. “En nuestros ensayos observamos que el incremento de la densidad de plantas requiere de niveles de fertilización más altos”.
En Soja, Ferraris indicó que la fertilización “completa” con fósforo, azufre y micronutrientes “ayuda a estabilizar los rindes” y más aún cuando la prescripción se hace con las variedades más adaptadas a la región. “Las mejores variedades son las que tienen mayor capacidad de respuesta a la fertilización fosforada”.