El bambú se utiliza ampliamente en muchos países del mundo, aunque en la Argentina pasa inadvertido pese a tener especies nativas. Una de las causas de su escasa aplicación es la falta de conocimiento científico. Por ello, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y del Instituto de Botánica Darwinion (IBODA, CONICET) identificaron las especies nativas y exóticas presentes en nuestro país y están trabajando en usos novedosos: desde la utilización de las hojas como forraje y las cañas como biocarbón para remediar suelos y aguas contaminadas, o las paredes celulares para la industria química, hasta sus brotes como alimento nutritivo.
Previo a estos estudios no se tenían registros actualizados de los géneros y especies de bambúes presentes en el país. “Para cada especie se aportó su descripción, distribución geográfica, ilustraciones, características anatómicas, así como claves para su identificación taxonómica. Iniciamos las investigaciones aplicadas empleando el bambú nativo Guadua chacoensis, que se encuentra distribuido en el noreste de la Argentina”, dijo Andrea Vega, docente e investigadora de la cátedra de Botánica General de la FAUBA, al sitio de divulgación científica Sobre la Ti+erra.
“Mediante un enfoque interdisciplinario, analizamos su potencial forrajero y vimos que las hojas poseen un 22,6% de proteína bruta, lo cual lo asemeja a la alfalfa”, destacó Vega. En este mismo sentido, Virginia Fernández, investigadora de la cátedra de Química de las Biomoléculas de la FAUBA acotó: “A nivel molecular estamos mirando los azúcares que componen su pared celular y que definen aspectos forrajeros como su digestibilidad. Nuestro objetivo es purificar estos compuestos para su uso como aditivos alimentarios. Por ejemplo, para incorporarlos a productos lácteos o de otro tipo”.
Andrea Vega resaltó otro de los usos claves del bambú: la biorremediación. “Los biocarbones de bambú son materiales aptos para la remediación ambiental. Por esta razón, decidimos estudiar esta especie nativa, de crecimiento vigoroso y bajo costo, cuyas cañas pueden ser empleadas en la producción de biocarbón. Este último se fabrica a partir de las cañas que los productores descartan y es apto para la remoción de colorantes en muestras de agua. Hicimos ensayos con azul de metileno, colorante empleado en la industria textil, y comprobamos su elevada capacidad de adsorción”.
Por su parte, Jacinta Alchouron, quien estudia los biocarbones de bambú y su uso en la remediación de aguas contaminadas con arsénico en su tesis de doctorado en la Escuela para Graduados de la FAUBA, agregó: “Recibimos al referente de un pueblo originario de Formosa, quien quería conocer los posibles usos de G. chacoensis en su región. Creemos que, por sus propiedades, el uso de esta especie puede contribuir al desarrollo local, pero aún falta generar conocimiento”.
La caña y el ambiente
Para caracterizar las propiedades del carbón de este bambú nativo, las investigadoras emplearon cañas de G. chacoensis pertenecientes a tres estadios de maduración de las cañas: joven, madura y senescente, así como el material de descarte, sin valor comercial para el productor. Las cañas de descarte se secan y quiebran tempranamente y deben ser retiradas de las matas para propiciar el crecimiento de nuevas cañas. Los resultados indican que este último es el material que produce el mejor biocarbón para remediar aguas contaminadas con azul de metileno.
Alchouron señaló que el biocarbón, obtenido a alta temperatura y en ausencia de oxígeno (pirólisis), no requiere activación posterior gracias a las características propias de la caña como la uniformidad de poros y la alta superficie específica, entre otras. Su capacidad de secuestro de contaminantes es superior a los valores de los biocarbones activados de uso convencional en la industria y su costo de producción es notablemente menor.
Del mismo modo, los biocarbones de bambú podrían ser ensayados con otros contaminantes. Alchouron afirmó: “Confirmar estas propiedades en nuestra especie nativa le agrega valor al material y plantea buenos horizontes de producción gracias a la utilidad de las distintas partes de la planta”.
Las azucaradas paredes de las células
En el nivel molecular, el trabajo de Virginia Fernández, también investigadora del Centro de Investigaciones en Hidratos de Carbono (CIHIDECAR, Conicet), busca determinar en las paredes de las células de Guadua chacoensis los distintos azúcares que, combinados, forman los polisacáridos. Las diferencias mínimas a este nivel determinan cuestiones muchos más grandes como su posible uso como forrajera.
Al mismo tiempo, y a otra escala, Andrea Vega y su equipo profundizan sus estudios sobre las características anatómicas, morfológicas y nutricionales del follaje en especies seleccionadas. “Como mencionaba anteriormente, dado que el bambú puede ser un buen alimento para los animales, queremos proseguir los estudios y realizar ensayos para evaluar la ganancia de peso en animales pequeños. Es nuestro objetivo a futuro”, concluyó la docente.