Para el ciclo 2019/2020 el instituto IERAL estima que la carga tributaria legal sobre el Establecimiento Zona Norte de Córdoba (incluyendo principales impuestos que recaen en forma directa o indirecta sobre la actividad) equivale al 35,8% del valor de la producción (precios FOB) y al 62,8% del Margen Neto antes de impuestos. Es decir, de cada $100 de riqueza neta que genera la actividad, desarrollada sobre campo propio y bajo rindes normales, $37 quedan en manos del productor y $63 deben ser transferidos vía diferentes impuestos al Estado (fundamentalmente, al gobierno nacional).
En el Establecimiento Zona Sudeste de Córdoba (núcleo), la carga tributaria equivale al 38,6% del valor de la producción y al 60,7% del Margen neto antes de impuestos.
Las últimas modificaciones al esquema de Derechos de Exportación (setiembre de 2018, diciembre de 2019 y marzo de 2020) aumentaron la carga tributaria sobre la actividad agrícola, revirtiendo la tendencia declinante que ésta mostrara en años previos, particularmente durante 2016, 2017 y buena parte del 2018.
En el Establecimiento Zona Norte la incidencia de los impuestos en el ciclo 2019/2020, medida sobre Margen Neto, se ubica 6,1 puntos porcentuales por encima de la de los cuatro años previos (de una carga promedio equivalente al 56,7% en 2016/2019 se pasa al 62,8%). En una perspectiva más amplia, la carga actual se encuentra todavía por debajo de la generada en los gobiernos de CFK (72,8% en primer período y 75,8% en segundo período), que incluían, además de tasas de DEX más elevadas, la exacción que generaba al efecto “cupos de exportación” sobre los cereales.
En el Establecimiento Zona Núcleo se observa el mismo patrón, la carga 2019/20 medida en relación a Márgenes se incrementa en 5,7 puntos respecto al promedio 2016/2019 (del 55,0% al 60,7%), pero se ubica entre 9 y 10 puntos por debajo de la presión ejercida en tiempos de CFK (70,0% en primer gobierno y 71,1% en segundo).
La carga tributaria medida en términos de Márgenes se había reducido entre 15 y 20 puntos porcentuales, según Establecimientos, durante el período 2016/2019 respecto de los niveles que tuviera en los años de CFK, para volver a subir ahora en el ciclo 2019/2020.
El segundo punto a enfatizar tiene que ver con la composición de la mayor presión tributaria. El problema que enfrenta la actividad no es solo el incremento de la carga, sino también el tipo de impuesto que lo explica. En los dos sistemas productivos o establecimientos de referencia, la participación de los impuestos a la exportación en la carga total crece unos 10 puntos porcentuales aproximadamente, respecto de la que tuvieran durante el período 2016/2019.
Debe recordarse, por si es necesario hacerlo, que los impuestos a la exportación entraron en desuso a nivel internacional por sus múltiples efectos negativos, desalientan la decisión de producción, estimulan artificialmente el consumo interno, penalizan relativamente más (y por ende en forma injusta) a determinados establecimientos, etc. En el caso de Argentina se suma además otro problema, este tipo de tributación debilita la autonomía fiscal y la independencia política de los gobiernos sub-nacionales, al ser un impuesto no coparticipable y al restar recaudación de otros impuestos que sí se distribuyen en forma automática a provincias (caso del Impuesto a las Ganancias).
Finalmente, interesa resaltar lo sucedido en los cultivos líderes, maíz y soja. En este ciclo agrícola la carga tributaria se ha incrementado sobre ambos granos, pero relativamente más sobre el cereal, lo que recorta, pero no elimina, la brecha que existe entre los impuestos que paga un cultivo y el otro.
En el período 2016/2019, la carga sobre la soja se ubicaba entre 20 y 25 puntos porcentuales por encima de la que soportaba el maíz (por caso, en el Establecimiento Zona Norte, 66,5% en soja vs 42,1% en maíz, en términos de MN), mientras que en el actual y último ciclo, esta brecha está en el orden de los 13 – 15 puntos porcentuales (69,6% vs 55,0%, respectivamente para el Establecimiento Zona Norte). Este recorte en la brecha favorece a la soja y será seguramente uno de los factores que el productor tendrá en consideración, junto con otros muy relevantes (precios relativos internacionales, sistema de rotación preestablecido, agua disponible en suelo y pronósticos climáticos, etc.), en la próxima decisión de siembra y en la asignación de la tierra entre cultivos.