Desde el INTA Mendoza analizan el impacto de las precipitaciones y la mayor humedad en el ambiente, que se registraron en la última campaña. Plagas, podredumbres y desfase entre la floración y el cuaje, entre los principales inconvenientes. Recomendaciones para minimizar los daños.
En general, cuando se habla de un año Niña, en la región este y central de la Argentina, se hace referencia al déficit de las precipitaciones. Sin embargo, esta particularidad no se repite de igual manera durante el año, ni en las diferentes regiones del país. De hecho, en la campaña 2021-2022, en el marco del mismo evento y durante ciertos meses se registraron lluvias destacadas en las regiones del NOA y Cuyo. Por esto, desde el INTA Mendoza analizan el impacto de las condiciones meteorológicas en la última campaña y brindan recomendaciones para minimizar los daños en la vitivinicultura.
“Este año ha sido particularmente húmedo y fresco, a consecuencia de los efectos de La Niña, debido a que, en nuestra región, aumenta la humedad del ambiente y la ocurrencia de precipitaciones”, señaló Gustavo Aliquo –investigador especializado en viticultura y enología del INTA Mendoza–.
“Desde el INTA Mendoza, advertimos sobre los daños que acarrean los años húmedos y asesoramos a los productores sobre prácticas de manejo y prevención”, expresó Aliquo. De hecho, Aliquo indicó que, en la región, la primavera fue fría con episodios de heladas tardías que afectaron la floración y cuaje de los frutos, observándose racimos con tamaños heterogéneos, como consecuencia de un alargamiento y desfasaje en los estados de floración y cuaje.
“Además, a causa del frío y las heladas, se produjo en muchos casos –y principalmente en Malbec– el “corrimiento” o no cuajado de los frutos, por lo que, la cantidad de bayas en el racimo fue menor y se lo vio más suelto, como lo llamamos normalmente”, agregó.
La mayor frecuencia de lluvias también produjo granizadas puntuales en distintas zonas, que provocaron daños directos e indirectos (podredumbres) en los viñedos de productores que no cuentan con tela antigranizo.
La humedad que caracterizó a la campaña brindó las condiciones propicias para el desarrollo de peronóspora, una enfermedad criptogámica causada por el microorganismo Plasmopara vitícola. En este sentido, Aliquo advirtió que “el control preventivo es de suma importancia para evitar pérdidas de hojas para la correcta maduración de la fruta y desecamiento de partes del racimo, frutos que luego se descartan en bodega porque producen gustos y aromas desagradables en el vino”.
Una de las principales recomendaciones consiste en el manejo de la canopia a través de podas en verde, realizando desbrotes y deshojes. Con estas operaciones ingresa mayor luz y ventilación a los racimos, lo que estimula el desarrollo de color de las bayas, mejora y homogeniza la maduración y previene la aparición de enfermedades fúngicas.
“Además la polilla de la vid estuvo muy presente este año, porque la vida de las formas adultas o mariposas se prolonga en situaciones de humedad”, resaltó el investigador. Como consecuencia de las condiciones ambientales, luego del apareamiento, la hembra tiene más días para poner huevos en los frutos.
Lobesia botrana, es una de las plagas más importantes del cultivo, sus larvas producen daños directos comiendo parte de las bayas e indirectos por la consecuente podredumbre de las mismas, provocando pérdidas importantes en los volúmenes de producción y afectando notablemente la calidad de la fruta tanto para consumo en fresco como para vinificación.
Fuente: INTA