La organoponía consiste en producir hortalizas y aromáticas en diversos recipientes rellenos con sustrato, cuya materia orgánica se obtiene del compostaje de los desperdicios domiciliarios. En la ciudad, esta alternativa utiliza envases plásticos, caños y canaletas y permite aprovechar balcones, terrazas y patios y lugares sin tierra fértil. En el Área Metropolitana de Buenos Aires, hasta el 42% de la basura que se descarta podría transformarse en abono.
“La gente que vivió en una casa o en alguna provincia, llega a un departamento y, aunque esté en el medio del cemento, tiene esa unión con la tierra y busca la forma de tener un espacio verde”, explicó Mario Castro, técnico del INTA Amba, en referencia al creciente surgimiento de este tipo de huertas.
Respecto de las claves para comenzar una producción en envases, el técnico indicó seleccionar un ambiente soleado y al reparo del viento, elegir un recipiente adecuado y utilizar un sustrato apropiado. En primer lugar, la exposición al sol resulta fundamental para el desarrollo de las plantas y se recomienda un mínimo de cuatro horas de luz por día.
Por su parte, “si la huerta diera a calles muy transitadas, es conveniente colocar una barrera verde hecha con cañas o una tela para retener el humo y el polvo ambiental, atenuar el impacto del viento y del excesivo calor en verano”, señaló Janine Schonwald, especialista de la Coordinación Nacional del Prohuerta.
En segundo lugar, es preciso tener en cuenta la capacidad del contenedor en función del tamaño que alcanza la planta al final de su ciclo. En ese sentido, Castro aconsejó construir un cantero con madera o chapa de un metro de largo y entre 50 y 60 cm de ancho con una profundidad de 40 cm. Estas dimensiones permiten el cultivo de la mayoría de las especies sugeridas.
“No obstante, hay mucha imaginación en esto y, además de canteros, pueden utilizarse botellas de plástico, canaletas y caños de desagüe”, aseguró, al tiempo que afirmó: “El desafío es incentivar la creatividad y aprovechar aquellos lugares de la ciudad, donde sería imposible obtener un producto logrado por nosotros mismos”.
En tercer lugar, con relación al sustrato, Schonwald definió que éste debe ser enriquecido con materia orgánica, lo cual le aporta nutrientes a las plantas y mejora la retención de agua, y ser “suelto y aireado” a fin de evacuar el excedente de riego. Para mejorar el drenaje, sugirió colocar una capa de piedras en la base del envase y realizar perforaciones en su base.
Respecto de las especies que se adaptan al cultivo organopónico, se destacan los cultivos de hoja como lechuga, escarola, perejil, achicoria y acelga y las aromáticas herbáceas (tomillo, menta, orégano, salvia y melisa). En general, según indicó la técnica, prosperan las plantas con raíces poco profundas, ya sean comestibles u ornamentales.
También, recomendó el empleo de tarimas, pequeños silobolsas, canaletas de zinc y caños de desagüe que pueden ubicarse en forma vertical. Estos últimos se ajustan a las paredes con grampas, se rellenan con sustrato y son sembrados con los plantines. Además de las especies mencionadas, permiten desarrollar cultivos de frutilla.
Como consecuencia de la intensa actividad humana, los suelos de las ciudades suelen estar muy deteriorados y compactados, lo que perjudica su fertilidad y dificulta la producción. Para recuperarlos, es fundamental la incorporación de abono, obtenido a partir de la separación de los residuos y el compostaje de los desperdicios orgánicos.
Para evitar la aparición de olores desagradables y de moscas, Schonwald dijo que el secreto estaba en descomponer la cantidad y el tipo de materiales adecuados y en mantener la humedad apropiada. En esa línea, se recomienda incluir en la abonera: cáscaras (de verduras, frutas y huevo), restos de infusiones (yerba, café, té), pasto cortado y restos de poda.
Según un estudio elaborado por la Facultad de Ingeniería de la UBA en 2011, casi el 38% de la basura generada en el Área Metropolitana de Buenos Aires corresponde a desechos alimenticios. Le siguen los plásticos con un poco más del 15% y, en el tercer puesto, los residuos de poda junto con los papeles y cartones, que rondan el 14%.
Por su parte, en Capital Federal, el 41,5% de la basura está formada por restos de alimentos; casi el 19% equivale a plásticos; el 16,6%, a papeles y cartones y el 6,7%, a residuos de poda y jardín. En ambas zonas, se calcula que hasta el 42% de los materiales descartados podrían transformarse en abono para los cultivos.
Asimismo, se recomienda no mezclar restos de comidas elaboradas, carnes, lácteos, grasas, plásticos, latas, vidrio, excremento y pañales. Por último, cuando el compost está en su etapa de maduración, se indica la incorporación de lombrices californianas para agilizar el proceso de descomposición y convertirlo en lombricompuesto, un sustrato más nutritivo. (INTA)