“La potencialidad promedio ponderado de Argentina sería de casi 5 toneladas por hectárea y estamos logrando alrededor de 3,2, o sea un 66%, por lo tanto, la brecha está en el 34 %”, detalló el Ing. Agr. Santiago Lorenzatti, miembro de Aapresid y socio de la consultora Okandu, en la presentación de su trabajo.
En la región núcleo, para soja de primera esta proporción se mantiene, pero el rendimiento potencial sube casi a 6 toneladas. En tano, para soja de segunda, la brecha crece al 38%.
Según un relevamiento del Grupo Don Mario en su red de ensayos y productores colaboradores, la brecha en Argentina es similar y la de la zona núcleo se ubica en el 26%. Esta diferencia de rendimientos se explicaría en un 60% por el ambiente, por ejemplo, el suelo, la presencia de napa, las lluvias, etc; un 23% podría explicarse por el manejo y un 16% por la genética.
En los campos que asesora Lorenzatti, en una red de ensayos de seis años, tuvieron rendimientos de 27 quintales en los peores ambientes, de 37 en los medios y de 44 en los superiores en torno a 44 quintales. “En promedio, tenemos un rango por ambiente de casi 17 quintales”, indicó el ingeniero.
En cuanto a disponibilidad de agua, lograron rindes promedios de 32 quintales en años Niña, de 38 en neutros y de 42 en años Niño. La napa también fue decisiva: cosecharon 35 quintales promedios sin napa y 41 con napa, 6 quintales de diferencia. En años Niña sin napa, obtuvieron 30 quintales por hectárea; con Niña y napa, 35; en año Niño sin napa 40 quintales y con napa 43. “Exploramos un rango de casi 13 quintales”, detalló Lorenzatti.
Por otra parte, las variedades con cinco o seis años de diferencia respecto de las más nuevas, comparadas con las más nuevas, rindieron un 4% menos en cuatro de los seis años evaluados. Y, en determinados ambientes, fertilizando con fósforo y azufre llegaron a obtener respuestas promedio de un 14%, generalmente con un antecesor gramínea.
Respecto del uso de fungicidas, la respuesta dependió de la presencia o no de factores ambientales para que la enfermedad se desarrolle. “Tenemos que aplicarla, pero previamente tenemos que conocer la fisiología y el cultivo, cómo es en este caso el hongo, cómo se comporta y las condiciones ambientales que median esa relación e intervenir cuando creemos que temporalmente eso va a coincidir y es la pirámide de enfermedad y ahí vamos a tener la respuesta”, explicó Lorenzatti.
Para achicar la brecha en soja, recomendó mantener y mejorar el ambiente productivo mediante siembra directa, rotación de cultivos con diversidad e intensidad ajustada a la oferta hídrica, inclusión de cultivos de servicio, manejo de la nutrición y la fertilidad.
Lorenzatti consideró clave en este año que se anticipa de Niña moderada o con escasas lluvias en la región núcleo, diversificar la fecha de siembra y las combinaciones con los grupos de madurez, haciendo que el período crítico caiga en distintos modos de modo de disminuir el riesgo.
Por eso, “este año habrá que aplicar una estrategia defensiva y es calve tener en cuenta todas estas variables y hacerlas interactuar para achicar la brecha”, concluyó el especialista.
Tecnologías emergentes en el sistema productivo del norte argentino
El Ing. Rafael Villagra Delgado de Efficatia, se refirió a la situación en el norte del país. Allí, debido a los daños producidos por el achaparramiento del maíz transmitido por la chicharrita en el ciclo pasado, la superficie del cereal bajará un 75% y se estima que la de soja crecerá en un 55%. “Esto provocará un cuello operativo y logístico importante, aumentará mucho la presión de plagas, malezas y enfermedades de soja, en consecuencia, también las aplicaciones. Y, además, habrá un déficit nutricional, menor aporte de nitrógeno y menor contenido de materia orgánica en nuestros suelos”, analizó el ingeniero.
Proyectando un precio de 286 dólares de soja a mayo 2025 y un rendimiento promedio de 2.800 kilos por hectárea para la región y de 3.000 como objetivo, “los márgenes son chiquitos”, lamentó.
Desde hace cuatro años, Villagra lleva adelante aplicación de herbicidas con drones en todos los sistemas productivos, lo que le ha permitido hacer un ahorro de agua superior al 90% y del 70% de fitosanitarios, lograr una alta precisión de aplicación, eficientizar el manejo y hacerlo más sustentable, además de obtener una buena base de datos y trazabilidad. Para eso, previamente se hace un relevamiento, identificación de malezas por textura, luego la prescripción y la aplicación.
La huella hídrica de la soja en la región centro
Finalmente, el Ing. Pablo Fontanini de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos, expuso acerca de la huella hídrica en soja en suelos de la región centro, tomando tres sitios puntuales, Marcos Juárez, Sibiondo y Paraná.
“La huella hídrica más eficiente se encontró en Marcos Juárez con 1.522 metros cúbicos por tonelada, que pasa a 1.600 en el departamento Iriondo de Santa Fe y a 2.585 en Paraná. Un poco menor en el caso de La Niña para Marcos Juárez”, contó Fontanini.
“La Niña es el evento donde la huella hídrica se incrementa y ese aumento es del 60% con respecto a Córdoba y del 185% en relación al suelo en Paraná. En lo que es año Niño, que únicamente pude hacer la comparación entre el departamento de Iriondo y Paraná, vemos un incremento en Paraná del 38% de la huella, y siendo un Niño bastante interesante, el nivel de agua que brindaron las precipitaciones hizo que esa huella se redujera a valores similares a lo que tiene en promedio Marcos Juárez”, señaló el experto.
El Primer Panel “Productividad y sostenibilidad: un desafío regional”, donde se analizaron las variables determinan los paquetes tecnológicos en las regiones sojeras, estuvo moderado por Juan Manuel Medina de Campo Limpio.