Esto se ve reflejado en las cotizaciones locales y consolida el pase de cosecha que se sitúa por encima de los 50 U$S/tn.
En la medida que transcurren los días se va aplacando el entusiasmo de los productores brasileños que comenzaron a sembrar bajo circunstancias poco propicias. El mes de septiembre mostró niveles muy escuetos en materia de precipitaciones, siendo más marcado en el centro – oeste del país vecino. Tal es el caso de Mato Grosso, estado que involucra cerca del 27% de la producción de soja, con un 75% menos de registros acumulados en comparación al promedio de los últimos cinco años.
Esto deterioró sustancialmente las reservas de humedad en áreas claves, dificultando el curso de las labores. Hasta este fin de semana se incorporaron alrededor de 3 mill.has, es decir, aproximadamente un 8% de la superficie en intención y denota el progreso más lento en una década. Los cálculos oficiales señalan una aproximación de área nacional de 37,88 mill.has. y, dado el escenario actual, se pone en duda que termine concretándose en tiempo y forma.
En el período delimitado por el 12 al 17 de este mes se desarrollaron episodios de lluvias sobre la franja oeste de Mato Grosso, prácticamente la totalidad de Mato Grosso do Sul, noroeste de Paraná y, en menor magnitud, sobre el sudeste de Goiás. No obstante, los aportes fueron irregulares y de escasos milimetrajes en determinadas zonas, siendo insuficientes para revertir las deficiencias de humedad. Los pronósticos climáticos auguran una ronda de precipitaciones para la última semana de octubre.
De demorarse el ingreso de la cosecha brasileña, que habitualmente se inicia a mediados de enero, podría empujar a compradores chinos a recurrir más activamente al mercado norteamericano. En segundo lugar, si nos abocamos al centro del país, un corrimiento en la fecha de implantación deja poco margen de tiempo para la implantación del maíz de segunda (safrinha) dentro de la ventana ideal de siembra, que concluye a mediados de febrero.
Otra particularidad del mercado brasileño se refiere a la ajustada disponibilidad de mercadería. Por las razones mencionadas con anterioridad, se prevé un empalme de cosechas más tardío y un remanente final que apenas superaría las 500.000 tn. El agresivo programa de exportación observado en los primeros ocho meses del año y la mayor absorción de la industria aceitera explican esta situación.
Es así como el Ministerio de Economía de Brasil confirmó la supresión de los aranceles a la importación de soja y maíz de aquellos orígenes por fuera del bloque del Mercosur. La medida había sido comunicada a comienzos de septiembre, aunque efectivamente se terminó implementando este viernes. Estará vigente hasta el 15 de enero en el caso del poroto de soja y sus derivados y hasta el 31 de marzo en lo que respecta a maíz. Esto pone de manifiesto la falta de grano físico, dado que el principal exportador de soja está abriendo sus puertas a importaciones.
El mercado actúa en consecuencia y, mientras que CME trepó a un rango de 385 – 390 U$S/tn, los precios domésticos fueron de menor a mayor en el transcurso del mes. Se negociaron los 320 U$S/tn en el segmento disponible y, pesificados al cambio oficial, arroja un valor de 24.750 $/tn. Por entrega inmediata y plazos cercanos se observan subas proporcionalmente mayores a los valores de la cosecha 2020/21. Una evidencia de esto es el crecimiento del inverso entre los contratos Nov-20 y May-21 que trepó a 51,50 U$S/tn en el Matba Rofex. Hace tan sólo un mes operaba en torno a los 33 U$S/tn, mientras que dos meses atrás se ubicaba en los 15 U$S/tn.
La rebaja transitoria y escalonada en los derechos de exportación al poroto de soja y la reinstalación permanente del diferencial arancelario con los subproductos agroindustriales también reafirman la estructura de un mercado invertido. Más allá de que en la práctica comenzó a darse el 5 de este mes, el impacto se fue manifestando en los días previos, cuando trascendieron las versiones.
La consolidación del inverso se contrapone con una brecha cambiaria en ascenso y la expectativa de una depreciación en el mercado de cambios oficial. Simplemente con detenernos en el valor del dólar negociado a seis meses en el término – al viernes cerró en $105,50 – se obtiene una tasa implícita anualizada del 72,9%. Este escenario atenta contra la tenencia de saldos en pesos que buscará reducirse al mínimo posible, luego de cubrir las erogaciones que demanda la campaña gruesa, como semillas, fertilizantes, agroquímicos, combustibles y demás insumos necesarios para llevar a cabo la producción.
Una alternativa es posicionarse en activos que otorguen protección cambiaria como pueden ser colocaciones “dóllar linked”. Siendo que estos instrumentos suelen ser ilíquidos, existen FCI que intentan replicar la evolución del tipo de cambio, al invertir en activos en pesos y coberturas en el mercado a término, con el armado de sintéticos. No se debe omitir la volatilidad que pueden contener estos fondos en un determinado período, por lo que la cobertura no será perfecta.
Autor: Eugenio Irazuegui, Responsable de Research de Enrique R. Zeni y CIA