“La bioeconomía no es solo el futuro; es algo que ya está ocurriendo, como vemos en las localidades maiceras”, dijo el experto Eduardo Trigo, director de Grupo CEO y moderador del panel Oportunidades en la bioeconomía, en el Congreso Maizar 2018.
Para Andrés Murchison, secretario de Alimentos y Bioeconomía del Ministerio de Agroindustria, hay una definición de bioeconomía, pero, “en realidad, es una nueva forma de organizar la producción industrial, cimentada en lo local y la economía circular”. En ella, a partir de una producción primaria, se generan alimentos, energía, materiales e insumos para otras industrias, “incluyendo el concepto de producción sustentable, capturando carbono y reemplazando combustibles fósiles”.
Murchison enfatizó que se trata de producciones con mayor valor agregado, cuyos pilares son la transformación en origen, el desarrollo y empleo local, las bioenergías distribuidas y los nuevos procesos biotecnológicos.
“En la Argentina hay muchísima biomasa para transformar. Tenemos una gran oportunidad, y desde el Ministerio de Agroindustria estamos trabajando en una política en bioeconomía, con diversos programas y mucho para trabajar: hace falta medir el impacto, en lo social, ambiental y económico, y estamos haciéndolo”.
“Tenemos recursos naturales , biomasa, conocimiento científico y tecnológico, desarrollo de biotecnología: estamos trabajando en una plataforma de crecimiento basada en lo que sabemos hacer”, coincidió Ramiro Costa, subdirector ejecutivo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
“Hay que producir más y mejor cuidando el medio ambiente: si seguimos produciendo como hasta ahora, estamos llegando a límites en disponibilidad de tierra, agua dulce y combustibles fósiles”, agregó, y destacó que los países desarrollados tienen estrategias en bioeconomía, pero la Argentina no está llegando tarde como en otros ámbitos, sino “bastante a tiempo respecto de su desarrollo en el mundo”.
Sin embargo, Costa hizo hincapié en que los nuevos negocios que se generan en la bioeconomía tienen nuevos desafíos: “Tiene que haber una señal de mercado para que aparezcan los precios; se va a requerir que ese sea el factor ordenador, el que dé comienzo, con marcos regulatorios adecuados que generen ambiente y tener acceso a bienes y servicios”.
El economista dijo que “lo que antes eran residuos, ahora se llaman subproductos y generan energía. El maíz, que es uno de los cereales con más capacidad de ser procesado, abre un campo de posibilidades para profesionales jóvenes, para producir no solo alimento o energía, sino un abanico que va desde pegamento de fuegos artificiales o libros, o crayones, hasta pañales o recubrimiento de medicamentos”.
Para que ellos suceda, recalcó, se van a requerir nuevos empleos, infraestructura, diseño de políticas públicas y marcos regulatorios y acceso a tecnología.
“Estamos pasando del agro a la bioeconomía. Cambió la oferta y es muy difícil que se replique lo que pasó en los últimos 20 años, con el desmonte y la incorporación de hectáreas baratas a la agricultura”, dijo el economista Roberto Bisang, encargado del próximo Censo Nacional Agropecuario. “Del lado de la demanda también hay cambios, con límites a los combustibles fósiles, aparición de biomateriales, con el maíz a la cabeza, y el ingreso de los nutracéuticos y probióticos en alimentos”.
“La bioeconomía le da a la Argentina capacidad para reindustrializarse; hay que apuntar a agregar más valor en vez de sumar hectáreas. Claro que si no hay mercados, esto queda en un power point”.
“¿Cómo se arman los mercados? Es una pregunta clave para la bioeconomía”, señaló. Por el lado del sector privado, dijo, los mercados de granos están formados, mientras las estrategias están en industrializar en cascada, transformar biomasa en energías, granos en carnes y subproductos, “pero aguas abajo no está tan claro”.
“Por el lado de la política pública, hace falta construir los fundamentos del mercado”: derechos de propiedad sobre seres vivos, normas y estándares para productos, procesos, seguridad y cuidado ambiental y revisando las condiciones de competencia de los mercados, reevaluando los sistemas de promoción previos, así como construyendo infraestructura.
“Ya no estamos en la agroindustria del siglo XX sino en la bioindustria del siglo XXI. Con el censo esperamos saber más de la industrialización en el campo, más allá de las grandes inversiones. La cantidad de información que se necesita es vital para la infraestructura de negocios. Estamos en un sitio en construcción en donde las políticas empiezan a pensarse”.