El INDEC confirmó que la economía salió de la recesión, ya que acumuló 2 trimestres consecutivos de expansión (+0,1% y +0,5% trimestral –sin estacionalidad–). Las cifras, si bien están sujetas a futura revisión, son algo mejores que las publicadas algunos días atrás (EMAE) y convalidan la mirada de consenso entre los analistas. A saber, que la economía tocó fondo a mediados de año y desde entonces empezó a recuperarse. Algo similar se desprende de la dinámica en el segmento formal del mercado laboral, que empezó a generar empleo desde mediados de año (aunque la calidad del mismo puede haber bajado debido al incremento en los trabajadores independientes y el empleo doméstico).
La reactivación parece consolidarse en lo que va del año. Según estimaciones preliminares de nuestro Nowcast (proyección en tiempo real del PBI), la economía se estaría expandiendo a un ritmo de 0,6% trimestral (sin estacionalidad). Analizando las series desagregadas, actividades primarias como la pesca y el agro (girasol, trigo) son las que traccionan la recuperación. Otras, en cambio, comienzan a reanimarse más lentamente, como sucede con la industria automotriz. De todos modos, más de la mitad de las series utilizadas en nuestras estimaciones ya parecen haber entrado en una fase expansiva, anotando varios meses de crecimiento (sin estacionalidad) en fila.
Resulta paradójico que mientras la economía se reactiva el ánimo social sigue deteriorándose. Nuestras encuestas registran una caída en la aprobación de gestión de 44% en junio a 40% en marzo, consistente con la baja exhibida por el Índice de Confianza en el Gobierno de la Universidad Di Tella (cayó 10% entre junio y febrero –último dato–). En materia de expectativas económicas, el pesimismo a corto plazo pasó del 43% al 48% de la sociedad. Y los cortes de calles, si bien exhiben una arista política, también tienen una raíz económica. Después de un año de ajuste y promesas de un futuro mejor, la sociedad no percibe un cambio de tendencia y se desilusiona con Macri. Por eso los esfuerzos del gobierno no sólo en apuntalar la reactivación sino en promocionarla. Con las elecciones tan cerca está trabajando para retener (cuando no aumentar) votos.
Desde una óptica de oferta agregada, se observa una recuperación limitada (por ahora) a muy pocos sectores. El agropecuario es el que muestra más dinamismo, principalmente debido a las reformas del año pasado (modificación de retenciones, eliminación de ROEs, unificación cambiaria). Otros sectores que también se vieron beneficiados por cambios regulatorios, como el minero o el energético, recién están empezando a dar señales de mejora. Lo mismo ocurre con la construcción, que este año promete reactivarse de la mano de la obra pública. En el otro extremo, la industria y la actividad comercial continúan con problemas. Esto explica la debilidad de la recuperación, que por ahora está apalancada sobre actividades localizadas en el interior (o sea, con poca visibilidad para un país centrado en el AMBA), poco intensivas en trabajo y que tardan en “derramar” hacia el resto de la economía.
Analizando la economía por el lado del gasto el panorama es bastante claro: el consumo privado tira hacia abajo. La evolución de los componentes de demanda agregada durante 2016 es muy elocuente. Las exportaciones reaccionaron rápida y positivamente a los cambios macro (+3,7% anual), mientras que el gasto público prácticamente no tuvo efecto (+0,3%) debido a que la contracción fiscal del primer semestre fue seguida por un relajamiento. Por otro lado, no sólo no hubo lluvia de inversiones, sino que este ítem se redujo (-5,5%). Y más relevante aún, el consumo privado cayó (-1,4%). Este componente es clave a corto plazo, ya que equivale al 73% del PBI. En este sentido, los datos más recientes no son alentadores. Las ventas reales vienen cayendo en supermercados (-12% anual en enero), shoppings (-11%) y comercios minoristas (-4% anual en febrero). Si el consumo no se reactiva, los demás componentes tendrán que “sobrecumplir” (dada su menor participación en el PBI), lo cual luce difícil.
¿Cuál es el camino hacia delante? Si nos guiamos por las proyecciones del REM, la economía crecería un promedio de 3% en 2017. Esto es consistente con una expansión trimestral (sin estacionalidad) de 1,1% y 1,3% en los primeros dos trimestres del año y un promedio de 1,35% en los dos períodos restantes. En términos interanuales, el crecimiento se aceleraría progresivamente, llegando a las elecciones con un ritmo del 4-5%. En perspectiva, la economía tendría más dinamismo que en 2007 y 2013 pero no tanto como en 2007 y 2011 (ver gráfico). Y si bien el crecimiento sería similar al registrado durante las elecciones en 2015 la diferencia es que en aquella ocasión la economía perdía impulso, mientras que en este ciclo electoral ocurriría al revés. De todos modos, cabe tomar estos números con cautela ya que se trata de proyecciones, sujetas a cambios. En efecto, las perspectivas del REM para el comienzo del año lucen más optimistas que nuestras estimaciones del PBI en tiempo real (1,1% trimestral, frente a 0,6% del Nowcast).
La recomposición del poder adquisitivo será un factor clave económica y políticamente. Los conflictos gremiales demoran el cierre de paritarias, condicionando la recuperación del consumo y evidenciando el fenómeno de “precios nuevos vs salarios viejos”. En la medida en que los ingresos familiares no repunten, la reactivación económica quedará circunscripta a las exportaciones y la inversión (si se materializan parte de los proyectos anunciados). Se trataría de un crecimiento acaso más sano a largo plazo, pero de menor intensidad a corto, que es lo que hoy preocupa a un gobierno que aspira a revalidar su capital político en las urnas. Habrá que esperar al segundo trimestre, cuando empiecen a cerrarse progresivamente las paritarias, para detectar posibles “brotes verdes” en el consumo. Y ver si la economía ayudará al gobierno en unas elecciones clave para el futuro.