El Centro de Investigaciones Sociales y Económicas (CISE) de Fundación Libertad con el apoyo de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL) y la Red Federal de Políticas Públicas, elaboró un informe destinado a describir y analizar los distintos elementos que componen el sistema universitario argentino, estudiando aspectos presupuestarios así como también indicadores académicos, a la vez que se efectúan comparaciones tanto a nivel nacional como internacional. Debe mencionarse que el análisis se basa sobre las Universidades Estatales, que son financiadas en su totalidad por el sector público, dado que los estudiantes no deben abonar ningún arancel a lo largo de la carrera.
Para el año 2018 se destinaron $108.300 millones de transferencias a universidades, cifra que equivale al 0,74% del PBI. Debe tenerse en cuenta que el mayor gasto es destinado a sus recursos humanos. Casi un 60% se destino al pago del salario docente y autoridades superiores y más de un 30% al pago del salario del personal no docente.
El presupuesto proyectado en 2019, para el conjunto de las 57 universidades estatales es de $123.507,4 millones. Entre ellas, la que requiere mayores desembolsos es la Universidad de Buenos Aires (UBA), llevándose casi un 18% del total, cabe aclarar que es la institución con mayor cantidad de alumnos, según el último dato disponible del INDEC – año 2016- la misma ascendió a 293.765 estudiantes. Córdoba y Rosario obtendrían un 7% y 5% respectivamente del presupuesto total.
Centrándose en la cantidad de alumnos para el 2019, el informe revela que el presupuesto por alumno asciende a $76.120. A los efectos de dimensionar este monto, es conveniente realizar una comparación de los costos por alumno entre las universidades nacionales y las privadas. Para el año 2018 el costo por estudiante de una universidad estatal ascendió a $60.107 de acuerdo al presupuesto de ese año, en tanto el costo promedio para las universidades privadas alcanzó la cifra de $106.000.
No obstante el dato anterior, debe considerarse que según el Departamento de Información Universitaria (DIU) para el año 2017, las universidades nacionales tuvieron un 27,3% de egresados en tiempo teórico frente a un 35,6% de las privadas.
A la vez, resulta importante advertir las sustanciales diferencias cuando se analizan los montos per cápita destinados a cada una de ellas en el año 2016. Por ejemplo, la Universidad de José Clemente Paz recibió menos de la mitad de los fondos que su par del Sur, la Universidad de Río Negro, pero ambas con prácticamente la misma cantidad de estudiantes (8.001 y 8.127 respectivamente). Un caso similar ocurre con las universidades nacionales de Tierra del Fuego y la del Oeste, las cuales también poseen cantidad de alumnos semejantes (2.234 y 2.150) pero la fueguina recibió casi el doble que esta última.
El trabajo realizado por el CISE, pone también su ojo en los indicadores que tratan la cantidad de alumnos y egresados universitarios, mostrando que la cantidad de alumnos de grado y pregrado que comenzaron el año lectivo asciende a 1.602.094 en 2019, estimando que la cantidad de egresados para este año será de 92.933 personas. Si comparamos la cantidad de estudiantes y egresados en relación a la población, hay unos 356 alumnos y 20 egresados de universidades nacionales cada 10 mil habitantes.
Al comparar estos datos con países vecinos, se advierte que, Argentina posee más estudiantes por habitante que Brasil y Chile pero casi la mitad de graduados. Además, en la relación egresados por estudiante, ambos países más que duplican al nuestro con ratios de 15 (Brasil) y 14 (Chile) contra tan solo 6 de Argentina cada 100 estudiantes. Es necesario aclarar que en el cuadro que se presenta a continuación, se toman en cuenta tanto las instituciones de índole privada como las públicas.
Estos resultados no sorprenden si se tiene en cuenta que, en promedio, el 51% de los estudiantes no aprueba más de una materia por año. Precisamente, el 35,7% no aprueba ninguna y el 15,3% sólo una. Además, únicamente el 14,8% de los estudiantes aprueba seis o más materias que son las necesarias para hacer la carrera acorde al tiempo teórico.
Otro parámetro que puede resultar útil a la hora de realizar comparaciones de índole internacional es el porcentaje de egresados a nivel universitario de cada país. Para ello, el informe tomó la proporción de la población entre 25 y 34 años con terciario completo para el año 2017. Corea del Sur encabeza el ranking con un 70% de egresados del nivel terciario, seguida por Canadá y Japón con 61% y 60% respectivamente. Chile es el país que encabeza el ranking en Latinoamérica con un 30%, por su parte Argentina acumula un 18%.
Se puede observar en el informe, que los países miembros de la OCDE y del G20 exhiben promedios del 44% y 35% respectivamente y con ello queda en evidencia el contraste entre los niveles de educación de países desarrollados como Corea del Sur, Canadá y Japón que llegan a triplicar a la Argentina en el cociente mencionado. En otras palabras, mientras que en Argentina hay solo 18 graduados a nivel terciario cada 100 adultos entre 25-34 años de edad, en los demás países mencionados hay más de 60.
Por otra parte, el análisis de la relación entre egresados y estudiantes por Universidades Nacionales para el año 2016, arroja que la Universidad Nacional de Rosario tiene 12,1 egresados cada 100 estudiantes, muy por encima del promedio nacional de 5,4. Por su parte Buenos Aires cuenta con 6 y Córdoba con 6,2.
Otro cociente que es de interés analizar, es el de egresados/ingresantes. Para el mismo se tiene en cuenta el número de ingresantes del año 2010 y el de egresados del año 2016, es decir, el período de tiempo en el cual, en principio, dichos ingresantes deberían haber finalizado sus estudios.
El mayor guarismo corresponde a la Universidad de Rosario con 63,9%, es decir, hay 63,9 egresados cada 100 ingresantes. En Córdoba y Buenos Aires los números son 36,5% y 29,6% respectivamente. El promedio del total de las universidades estatales llega a 26,9%, cifra que resulta inferior a la de la órbita privada, que alcanza el 41,6%. La diferencia se acentúa cuando se contrasta en el plano internacional, aquí el promedio mencionado se encuentra muy por debajo de países como Japón (91%), Australia (82%), Reino Unido (79%), España (78%) y Bélgica (69%).
Este amplio margen de diferencia podría estar relacionado con los sistemas de admisión utilizados por cada país. Mientras en el caso de la Argentina el mismo libre e irrestricto, en países desarrollados como Australia, Japón, Suecia, Polonia e Israel entre otros, es selectivo. Dicha selectividad también se da en países vecinos como Brasil y Chile. Además, aún en el caso de países que poseen admisiones abiertas, suelen aplicarse ciertos límites para restringir el acceso parcialmente, como la aplicación de cupos por carrera o por institución. Estos casos se dan en países como Alemania y Nueva Zelanda (cupos por campo de estudio) y también en Noruega, Canadá y Estados Unidos donde poseen controles tanto por el campo de estudio como por la institución de educación.
En efecto, a partir del relevamiento de información realizado y análisis de la misma, el CISE concluye que el sistema universitario argentino exhibe resultados muy pobres cuando se los compara con los logrados en otros países, tanto desarrollados como con los de la región, cualquiera sea su modo de financiamiento. Hay muy pocos graduados en relación a los estudiantes así como también respecto a los ingresantes y rendimientos más que preocupantes de los alumnos en función de la cantidad de materias aprobadas en un año. Todo esto, pese a la baja cantidad de alumnos por docente. A la vez, se advierten amplias diferencias en todos los indicadores analizados entre universidades, destacándose los créditos presupuestarios por alumno entre las distintas universidades. No parece existir un criterio objetivo de reparto ni mecanismos que mejoren la eficiencia y la competencia entre instituciones que tiendan a mejorar la calidad educativa.
La falta de un esquema de incentivos, basado en el cumplimiento de ciertos requisitos y condiciones al ingreso y durante la carrera universitaria, está atentando contra el sistema universitario de nuestro país, clave para el desarrollo de una sociedad.