Pasaje Pam, es un misterio escondido a plena luz. Inaugurado en 1899 fue la primer galería cubierta de la ciudad. Se abre en la calle Córdoba 954 en dirección a Santa Fe. Por esa calle tiene su salida, o segunda entrada, en Santa Fe 955.
Si bien hoy creadores y artistas son quienes predominan en el pasaje y le dan vida cotidiana, los aires bohemios se respiran desde hace tiempo. Por sus características edilicias, el Pan ha sido elegido por quienes se inclinaron por lo artístico. Quien lo transite se podrá encontrar a cada paso con alguna escultura, una pintura o una vidriera especialmente decorada. Sobre finales de los años 80, Flor Balestra y Román Rivoire instalaron sus respectivos locales/galerías artísticas. Ambos idearon en 2004 el ciclo Cultura Pasajera, el que presenta distintos artistas para que exhiban sus trabajos en diferentes sectores del Pasaje. Si bien este proyecto realzó el lugar, los artistas ya tenían su espacio desde 1997, cuando el llamado “Túnel” comenzó sus actividades. Este centro de arquitectura y diseño perteneciente al Colegio de Arquitectos de Rosario, dirigido por el arquitecto Rogelio “Chelo” Molina, ocupa casi la totalidad del subsuelo del Pasaje Pan, desplegado en dos alas que conforman sendos túneles. Allí se realizan muestras, presentaciones y hasta incluso obras teatrales.
El proyecto edilicio del pasaje Pam, que pertenece al estilo ecléctico-académico, contó de dos etapas; en el año 1899 se finalizó la primera etapa donde se construyó la salida sobre calle Santa Fe, en 1914 se finalizó la segunda etapa, terminando la salida a calle Córdoba 954.
Posee algunos detalles como el ascensor ubicado a la izquierda de la entrada por calle Córdoba que fue el tercero instalado en Rosario.
La planta alta es la mejor conservada por ser la menos transitada. Allí se ubican oficinas, espacio antiguamente ocupado por viviendas. Una gran cúpula de vidrio sostenido por una estructura de hierro inglés es la gigantesca boca que alimenta con luz natural al pasaje, que aún conserva pisos de venecitas.
Según Gabriela Gabelich, el Pam “reproduce el espíritu de la época, el de la tertulia y el encuentro con amigos”.