A escena
Saco de pana negro, sobrio, sin su clásico escocés estridente. Camisa de imperceptible floreado, jeans y lentes de marco negro. Así subía a escena Jorge Lanata.
Atrás, las pantallas de led reproducían cada movimiento y la tapa del libro: “10K, la década robada”.
En el minuto de presentación de Bongiovanni, se aprestó al recambio de chicle que calma su abstinencia al tabaco.
“Prendan todas las luces, quiero verlos, dialogar con ustedes, sino es un embole”, así terminaba una breve intro, metiendo al público en escena.
“…Un país de mierda”
Si alguien esperaba críticas feroces al kirchnerismo, se quedó con las ganas. Lanata fue severo con una sociedad que todo lo permite. Acentuó responsabilidades sobre la clase media. “Creo que somos un país de mierda” (se incluyó).
Hombres de fe
“Te vinimos a ver como al Padre Ignacio” la intervención de un docente entre el público le arrancó una carcajada.
“¿ Sos consciente del poder que tenés sobre la soc…” no lo dejó terminar. “No. No quiero que sigas, no quiero saberlo, no me interesa”. Fue el principio de la argumentación de un hombre que no se la cree ni en su mejor momento.
El living de Lamberto
¿Qué tienen en común Lanata y el Ministro de Seguridad? Solo la adicción por la Coca Cola.
Lamberto lo esperaba en uno de los livings que improvisó Fundación Libertad en el quinto piso para el cocktail de cierre.
Después del duro informe de “Periodismo para todos” sobre el narcotráfico en Rosario, el socialismo se esmera en explicar a los medios que poco pueden hacer ante los delitos de jurisdicción federal.
Más allá del tema de fondo, a Lamberto no se lo vio cómodo. La presencia de Lanata preguntando es intimidante aún sin cámaras, pero los que mejor conocen la introversión del ministro, saben que lo que más lo perturba son ciertos personajes frívolos que pululaban cómodos en el lugar.
Cuando los famosos dejan de serlo
Sin la presencia de Lanata, los micrófonos hubieran apuntado a ellos. Melconián y Del Sel, esperaban su turno para saludar e improvisar algún comentario que capte la atención del hombre de la noche.
El político le reprochó la crítica que el periodista había lanzado a los maestros: “Se hacen los piolas y ahora dicen que aprenden de los chicos. Los pibes no saben un carajo, ellos son los que deben enseñar”, había expresado durante la charla.
Frustrado intento del profe de educación física del PRO.
Lanata y las mujeres
La cuadra que separa al Ros Tower del edificio de la fundación, fue muestra sobrada del reconocimiento a su genio. El barrio lo recibió con bocinazos y aplausos.
Pero no todo se trató de intelecto. “Te amo Jorge!” Le gritaba incesantemente desde la otra vereda, una mujer de pollera tan corta como ceñida.
Los balcones fueron plateas preferenciales de más féminas que alentaban al periodista regresando del cocktail al hotel, escoltado por los organizadores.
Custodios a los disparos
Durante su breve estancia, dos custodios acompañaron cada movimiento de su agenda en Rosario.
No eran las 23 y los recios engominados satisfechos con su misión, lo dejaban en el lobby del hotel, sin antes disparar fotos abrazados al hombre más popular de la Argentina.
Tostado, Coca y adaptador
Fueron los 3 deseos de Jorge en el front desk antes de ir a la cama.