La situación en la que asumió el gobierno fue de las peores que le ha tocado a un nuevo presidente jamás. El 2023 había sido un año complicado, azotado por una sequía fenomenal y cuatro años de gestión económica deplorable atravesados por una pandemia extremadamente mal gestionada. Como si esto fuera poco, con el mero objetivo de ganar las elecciones, el ex ministro de economía y presidente de hecho, Sergio Massa, se encargó de pronunciar aún más absolutamente todos los desequilibrios de la economía. Entregó un Estado totalmente quebrado, con déficits gemelos, al borde de una hiperinflación, sin reservas, con el tipo de cambio atrasado, pasivos del Central remunerados por 3,5 veces la base monetaria y hundido en la pobreza. En este contexto, asumió el gobierno.
Fuente: 1816
A las pocas horas de asumir, el nuevo gobierno tomó medidas drásticas, acordes con la situación heredada, atacando el frente fiscal, cambiario y monetario al unísono. Iremos repasando punto por punto.
En el frente fiscal, el gobierno se planteó llegar al superávit financiero en el primer año de gestión. Esto es no solo lograr que los ingresos sean mayores a los gastos, sino que también éstos alcancen para pagar los intereses de la deuda. Para lograrlo, el Ministro Caputo estimó un recorte del gasto de 2,9 pp del PIB y un incremento de los ingresos de 2,2 pp del PIB. Es crucial para la Argentina lograr el superávit, ya que en definitiva, éste es la génesis de la inflación. La misma, surge como consecuencia de financiar mediante impresión de dinero y falsificación de billetes los sucesivos déficits financieros de nuestro país.
Superávit financiero propuesto por el gobierno para el 2024
El compromiso para mantener el superávit es firme, o al menos eso dice abiertamente el gobierno. Sin embargo, cuando comenzamos a hilar fino vemos que 1,4 pp del recorte se basan en la suba de impuestos contemplada en el capítulo de la Ley Bases que el gobierno tuvo que retirar para poder negociar la aprobación. Esto quiere decir entonces, que el recorte del gasto debería ser incluso mayor pero todavía no se ha confirmado de dónde suponen recortar este dinero adicional. Unas de las asignaciones interesantes, las cuales el gobierno parece estar haciendo vista gorda, son los regímenes de promoción industrial, como el de Tierra del Fuego, por ejemplo, que consume 10 veces más de dólares de los que genera. Sea cual sea el origen del gasto a recortar, hoy esto no está claro y siembra dudas acerca de la posibilidad de lograr el tan necesario superávit.
Por otro lado, en el plano cambiario, el gobierno decidió llevar a cabo un sinceramiento cambiario, aumentando el tipo de cambio un 128% y llevando el tipo de cambio a 800 pesos, a partir del cual, se establece una devaluación mensual del 2%. Durante los días inmediatamente posteriores, el gobierno logró bajar la brecha del 200% al 15% durante diciembre con días tocando incluso cifras menores al 10% y comenzó a acumular reservas durante las posteriores rondas logrando, a la fecha, alrededor de 5.000 millones de dólares acumulados y volviendo a tocar los 25.000 millones de dólares de reservas brutas. A pesar de los exitosos primeros días, la brecha comenzó a ampliarse llegando a niveles del 50%, consecuencia obvia de establecer una devaluación mensual muy por detrás de la inflación. Sean cuales sean los números de inflación de enero, febrero y marzo, el tipo de cambio real quedará atrasado y el mercado ya estima una nueva devaluación para marzo o abril. Además, a partir de febrero el Central comenzará a darle acceso a los importadores al MULC, poniendo en duda la continua y tan necesaria acumulación de reservas. En definitiva, el tipo de cambio corriendo por debajo de la inflación, junto a una considerable brecha cambiara, genera expectativas devaluatorias que golpean la credibilidad, la acumulación de reservas y la consistencia del plan.
Fuente: Salvador Vitelli
Por último, en el plano monetario, el gobierno desarmó el problema de las leliqs transfiriéndole deuda al Tesoro, pasando parte de ellas a pases (deuda a un día) y reduciendo la tasa de política monetaria al 110%, licuando pasivos. Los resultados iniciales parecen haber sido buenos y la inflación se ha desacelerado más fuerte de lo que el gobierno esperaba, o decía esperar, en parte por lo descripto anteriormente y en parte por la fuerte caída de la actividad. Si bien mantener tasas reales negativas en el corto plazo puede ser favorable para licuar pasivos remunerados que causaban una expansión monetaria fenomenal, no es sano para un país mantener las tasas reales negativas por mucho tiempo ya que estas también licúan ahorros y, en consecuencia, afectan al crédito.
En definitiva, la batalla que está dando el gobierno es, por lo pronto, bastante acertada y se nota en los prematuros resultados. Sin embargo, quedan cabos sueltos en todos los frentes que nos obligan a tener cautela a la hora de analizar el éxito del plan.
Por Juan Manuel Redolfi, Economista de Fundación Libertad.