Los economistas Leandro Fisanotti y Adriano Mandolesi del Centro de Investigaciones Económicas y Sociales de Fundación Libertad, analizan el estado de situación a un año de la mayor devaluación de la década:
Circularon un “sin fin” de teorías conspirativas. Creció la incertidumbre y se paralizó la actividad económica. El knock-out se maduró a través de las “mini devaluaciones” de los días anteriores y se concretó con dos golpes. El 22 de enero de 2014 la paridad entre el peso argentino y la divisa norteamericana saltó de 6,91 a 7,53 (un 9% en el día). Tan sólo 24 horas más tarde la barrera de los $ 8 resultaba pulverizada, otro 6,5% de suba, materializando la mayor devaluación desde el año 2002.
En medio de la confusión inicial, las versiones cruzadas apuntaron a variadas – y hasta disparatadas – teorías. Las tintas fueron cargadas contra distintos actores, desde los operadores de las mesas de dinero del propio BCRA a una supuesta actuación concertada de empresarios encabezados por el CEO de Shell, Juan José Aranguren. Tras el tamiz del tiempo, lo que queda fue la decisión del Banco Central de cortar la hemorragia de reservas que enfrentaba día a día al sostener un tipo de cambio evidentemente retrasado y carente de credibilidad (en enero de 2014 las reservas cayeron en más de 2.800 millones de dólares).
El primer interrogante a responder es cómo se llegó a la situación previa a este fuerte movimiento en los tipos de cambio, que reconocieron el debilitamiento del peso. Hacia finales de 2013 las expectativas de un movimiento brusco en la cotización del dólar oficial crecieron producto de la inflación acumulada – y no reconocida en las estadísticas gubernamentales – en conjunto de una sostenida expansión monetaria, deterioro en los sectores productivos y dificultades para el desarrollo del comercio exterior.
Para repasar algunos indicadores relevantes, entre 2008 y 2013 la diferencia entre las mediciones privadas de inflación y los valores publicados por Indec acumulaba una subestimación del proceso inflacionario de 183%. En dicho período, que coincide con las crecientes críticas a las estadísticas oficiales, los informes privados señalan que los precios se multiplicaron 3,5 veces mientras que los reportes de Indec apuntan a la mitad de este guarismo. En simultáneo, la cotización del dólar A3500 que publica el BCRA pasó de $ 3,15 por dólar a $ 6,32. Esto implica que el precio del dólar se duplicó, pero aún así subió significativamente menos que los restantes precios de la economía. Entre tanto – no abunda recordar – surgió el cepo a las compras de dólares como una medida para proteger las arcas del Estado de la sangría de divisas.
El atraso cambiario se hizo a su vez evidente en el intercambio comercial. Entre 2007 y 2013 las exportaciones crecieron un 45% en su valor en dólares, pero las importaciones saltaron un 65%. No sólo esto, la composición de las importaciones también expresó esta realidad en la que se sumergía la economía argentina: la participación de las adquisiciones de bienes de capital cedía (del 23% de las importaciones al 16%) al tiempo que bienes de consumo como los automóviles y energía ganaban ponderación. Esta caracterización no tiene pretensión de ser exhaustiva, son simplemente algunos aspectos que permiten medir cómo se llega a la situación de enero de 2014. La tensión también se expresó en la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo. Este diferencial, que a fuerza de ajustes parciales se había estacionado en torno al 50% en el tercer trimestre de 2013 pasó a un 70% en las primeras semanas de 2014. Lo que sucedió después es historia conocida. Más allá de lo que deja la crónica de la devaluación de la década, es menester analizar – un año después – las consecuencias que esta decisión tuvo en la economía argentina. Para esto analizamos la evolución de la inflación, el comercio internacional y las decisiones que siguieron en materia de política cambiaria.
El dólar, los precios y el proceso inflacionario
La devaluación del 22 y 23 de enero de 2014 concentró prácticamente la mitad de la pauta devaluatoria de todo el año. Sin embargo, el fuerte movimiento en la cotización no resultó creíble para el mercado. La tensión sobre la divisa no cedió y la pérdida de reservas por parte del BCRA no encontró freno hasta entrado el último trimestre del año. Vale mencionar que esto se dio a fuerza de admitir un goteo por ventas de dólar ahorro con el objeto de restar presión al mercado informal, retraso en el pago de importaciones, adelanto en la liquidación de exportaciones (las firmas exportadoras de granos aportaron 5.700 millones de dólares), contabilización de saldos pendientes de pago y la activación del swap con el Banco Central chino. La devaluación total del año fue del 31%. El problema detrás de esto no pasa por la variación en la paridad peso-dólar sino en el hecho de que la economía argentina mantiene una elevada tasa de inflación, superior a la que llevó al atraso cambiario que motivó el salto devaluatorio un año atrás. De hecho, si se considera que la inflación durante 2014 superó el 35% según indican las mediciones privadas, la moneda argentina fue la única en la región que se apreció frente al dólar.En otras palabras, el proceso inflacionario eliminó el efecto que la devaluación del mes de enero tuvo sobre el comercio exterior. La variación en los precios domésticos hace que un dólar cotizando a razón de $ 8,59 en la actualidad resulte equivalente a un dólar de $ 6,32 en el mes de enero del año pasado. Esto evidencia que la leve mejora competitividad cambiaria volvió a esfumarse. De haberse acompañado la evolución de los precios, la cotización bilateral del dólar (esto es, considerando la inflación argentina y la de los Estados Unidos) ascendería a los $ 10,45 por billete verde.
En contraste, los efectos negativos de la devaluación si persistieron. Aún cuando el nivel de actividad se resintió y el enfriamiento en la economía se hizo presente en la calle, la inflación no acusó recibo. Tras la devaluación de enero, tanto las expectativas inflacionarias como las variaciones efectivas en el nivel de precios se estacionaron en un escalón superior: el rango alto de la franja del 30% al 40%
El comercio exterior
El ajuste en el retraso cambiario resultó efímero. Esto se hizo patente en una persistente tendencia contractiva en el intercambio con los principales socios comerciales del país. En los primeros once meses de 2014, el superávit comercial cayó un 34% respecto del año anterior. Esto se explica por una reducción del orden de los 10.000 millones de dólares en exportaciones (un 12%) que tuvieron su correlato en un férreo control de las importaciones, con los consabidos problemas que esto ocasionó. Sin lograr la apertura de nuevos mercados exportadores, sumado a un contexto internacional que no resulta alentador, la receta para no abrir la canilla al drenaje de reservas pasará por la continuidad en las políticas tendientes al control de las importaciones.
Recapitulando
A un año de la última gran devaluación, el recuento de aspectos más evidentes entre las consecuencias deja un sabor amargo. La enumeración podría extenderse y ramificarse hacia otros aspectos que también acusaron el golpe (turismo, sector financiero, entre otros), pero los aspectos referidos resultan suficientes para comprender que se trató de una movida que exhibió sus externalidades negativas y poco dejó en cuanto a las positivas. Magro resultado de la política cambiaria a un año de la mayor devaluación de la década.