La fiebre del oro persistirá

El activo ha subido un 22% este año, superando al S&P 500, y recientemente cruzó la barrera de los 2.500 dólares por onza troy.

Si hay algo que muestra el repunte del precio del oro registrado este año, es que el metal precioso ha dejado de estar estrechamente vinculado al ciclo de tipos de interés. Pero eso no quiere decir que la bajada de los tipos no vaya a tener sus efectos: las declaraciones de la semana pasada en el simposio de Jackson Hole, en Wyoming, sobre las inminentes rebajas de tipos darán al oro un brillo adicional.

Tradicionalmente, se ha considerado al oro como una mejor inversión cuando los tipos están bajos y otras clases de activos no suben mucho. Siguiendo esta teoría, el metal debería haber tenido un mal comienzo de 2024, dado el comportamiento inesperadamente sólido de la renta variable estadounidense, la resistencia de la economía y el retraso en las rebajas de tipos previstas por parte de la Reserva Federal. Sin embargo, el activo ha subido un 22% este año, superando al S&P 500, y recientemente cruzó la barrera de los 2.500 dólares por onza troy.

Es evidente que había compradores cuya principal preocupación no era el coste de oportunidad de tener oro. Es aquí donde entran los bancos centrales, que en la primera mitad del año compraron 483 toneladas del metal precioso, según el Consejo Mundial del Oro. Se trata de la mayor cantidad desde que el organismo empezó a recopilar datos. Es difícil no atribuir en parte este colosal aluvión de compras a la crisis Rusia-Ucrania, y en particular a la congelación de los activos del banco central ruso llevada a cabo en 2022. Esto, previsiblemente, motivó el deseo de las grandes economías emergentes de alejarse del dólar.

Aunque trimestralmente las compras fluctuarán, y de hecho fueron más bajas en el segundo trimestre en comparación con el primero, esto parece un viento de cola estructural para la demanda de oro que es independiente de todo lo demás que ocurra en el sistema financiero.

A esta tendencia se añade la tradicional rotación de las carteras hacia el oro, que se produce cuando bajan los tipos de interés. Los particulares adinerados y los inversores financieros han llenado sus cajas fuertes. Las entradas en fondos cotizados en Bolsa respaldados por el oro se reanudaron en mayo, y julio fue el tercer mes positivo consecutivo, con entradas de 3.700 millones de dólares (3.330 millones de euros).

Aunque se trata de una tendencia cíclica, más que estructural, no parece que vaya a cambiar pronto. Las convulsiones sufridas por los mercados este verano también deberían contribuir a impulsar el interés por el metal precioso, en la medida en que reaviven la preocupación por la volatilidad de los mercados de renta variable.

Hay, por supuesto, muchos escenarios en los que el oro perdería brillo. Una aceleración del repunte del mercado bursátil, tipos de interés más altos durante más tiempo y un menor riesgo geopolítico podrían conspirar para reducir la demanda del metal. Pero, tal y como están las cosas, los argumentos a favor de todos ellos parecen carecer de fuerza.

 

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