POR RED FEDERAL DE POLÍTICAS PÚBLICAS (www.rfpp.org.ar)
La crisis de la empresa láctea Sancor es un esbozo de los profundos problemas por los que atraviesa la cuenca lechera santafesina – y también cordobesa- desde hace tiempo. La situación tiene poco de casual, más bien resulta el corolario de la acumulación de políticas estatales y decisiones empresariales desacertadas, las cuales, terminan por redondear un panorama que parece más cercano a la fantasía que a la realidad: en el país de las vacas, la lechería está en crisis.
La caída de Sancor, que resuena por su envergadura, se imprime sobre la historia de un sector que viene de atravesar duros reveses. La suba sostenida de costos (tarifas, impuestos y paritarias) al ritmo de una caída de los precios internacionales de la leche explican buena parte del complicado derrotero de la industria, pero no agotan las razones de la pobrísima performance de Sancor, una empresa enorme con problemas internos de la misma magnitud.
¿Qué pasa con Sancor?
Fundada en 1938, esta gran empresa láctea alternó subas y bajas. Comenzó el siglo con fuertes complicaciones financieras que se estabilizaron hacia 2008, momento en que capitalizó los beneficios de una economía mercadointernista. Pero luego no avanzó en nuevos acuerdos ni en la adaptación de la empresa a los nuevos desafíos del mercado.
Poco colaboró a este panorama el acuerdo firmado entre Néstor Kirchner y Hugo Chávez en 2006, para la exportación de leche en polvo a Venezuela y transferencia de tecnología. El gobierno argentino, que entendió este trato cómo una salida por arriba del laberinto luego de un amague del empresario George Soros para comprar la empresa, terminó por lanzarle un salvavidas de plomo. Desde allí, Sancor comenzó a dedicar gran parte de su capacidad industrial a un producto de baja rentabilidad, alimentando una dinámica que poco tenía que ver con la realidad, y que más tarde terminaría irrumpiendo con crudeza, cuando el país bolivariano dejó caer los contratos.
Además de las decisiones desacertadas en el frente externo, la firma láctea sufre por sus disonancias internas. Es una cooperativa compuesta por 16 plantas industriales (aunque ahora opera con 12) que funcionan como pequeñas usinas lecheras, distribuidas en Santa Fe (5), Córdoba (8) y Buenos Aires (3). Pero no cuenta con una planta modelo que le permita sinergizar los esfuerzos en busca de ganar eficiencia y volumen. Al tiempo que sufre el peso de una estructura corporativa sobredimensionada, con muchos directores de alto sueldo; atraso tecnológico y una baja tasa de inversión. Un combo fatal para una industria en busca competitividad.
¿El salvataje es la solución?
La profunda crisis que comenzó a encender alarmas en toda la provincia obligó al gobierno nacional a tomar nuevamente cartas en el asunto. A inicios de este mes –luego de varias idas y venidas- firmó un acuerdo de salvataje por 450 millones de pesos a cambio de una propuesta de reestructuración y quita de privilegios sindicales, como lo era el aporte solidario de 3.338 pesos por trabajador que la empresa depositaba al gremio ATILRA.
Si bien son conocidas las fuertes implicancias que tendría la caída en desgracia de Sancor: pérdida de unos 4.500 empleos, desaparición de pymes dependientes y tambos de baja tecnificación, entre otras. Ningún plan de salvataje funcionará en tanto se aplique como una medida aislada y sin ningún tipo de auditoría.
Más allá de los esfuerzos que deba realizar Sancor para capear esta tormenta, resulta necesario soluciones macro sobre un sector al que no le sobra nada. Entre ellas, la eliminación de la informalidad que presentan las pymes, la reducción de costos a la actividad (léase carga fiscal) y el diseño de políticas financieras que prevean condiciones favorables para inversiones en capital que permitan superar el atraso tecnológico.
Al igual que las problemáticas que atraviesan otros sectores, la salida de la lechería de este mal trance precisará decisiones firmes acompañadas de políticas de largo plazo, sustento institucional y reglas claras para todos los actores.