El oro terminará el año que viene en los 2.900-3.000 dólares por onza, según las estimaciones de bancos y gestoras, lo que supone una revalorización desde los precios actuales de algo más del 10%, hasta alcanzar récord.
El metal precioso cotiza sobre los 2.700 dólares, algo alejado del máximo de 2.877 dólares de finales de octubre. La caída alcanza el 3% desde ese precio y los expertos creen que el descuento abre una oportunidad para tomar posiciones en la materia prima de cara al año que viene.
El descenso se produce después de la última consecución de máximos que provocó la incertidumbre sobre el resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. La victoria electoral de Donald Trump se tradujo en ventas sobre el oro al entender los inversores que las medidas políticas y económicas fortalecen el dólar y ponen en juego el calendario de bajadas de los tipos por parte de la Reserva Federal, lo que resta atractivo al metal precioso.
Los inversores institucionales difieren de la reacción del mercado de futuros del oro porque consideran que los argumentos a favor de tomar posiciones en él superarán con creces los riesgos a la baja derivados de la Administración Trump. Por eso creen que el papel de oro en las carteras para el año que viene no será únicamente de refugio y diversificación ante posibles incertidumbres geopolíticas o económicas, sino que puede dar brillo y un toque adicional de rentabilidad a los inversores.
“Trump podría limitar el apetito de los inversores para aumentar las compras de oro a corto plazo”, señala Francisco Blach, responsable de materias primas y derivados de Bank of America, pero en Estados Unidos reside también una de las claves para ver al oro en mayores cotas. “La sostenibilidad de la deuda estadounidense podría afectar a la demanda de oro a medio plazo, incluso si los tipos de interés suben”, añade Blach.
Detrás de este incremento de la demanda estarán los bancos centrales, que continuarán incrementando sus reservas de oro en detrimento de la compra de dólares, lo que será un sostén clave para los precios del metal. Además, “a medida que continúen los recortes de tipos de interés en las principales economías y se recuperen los flujos de inversión hacia los ETF de oro, los precios deberían estar apoyados”, considera Michael Strobaek, director de inversiones de Lombard Odier.
Una opinión que comparte José Mazoy, director de inversiones de Santander Asset Management: “Aunque los tipos reales al alza pueden limitar su atractivo, los bancos centrales continúan diversificando sus reservas hacia el oro y las compras de los inversores siguen en niveles bajos, dejando margen a un mayor crecimiento”.
La demanda desde Asia, tanto de inversores institucionales como de particulares, sobre todo de China, y la compra de oro físico, ya sea a través lingotes, monedas o joyas, son otro catalizador a favor del metal de cara al medio y largo plazo, aseguran los expertos. Pero Blach añade una variable más, que explica cómo el oro es más que un refugio o una cobertura: “La diversificación de materias primas como clase de activo ha surgido como un motor clave de las asignaciones de carteras de activos cruzados, principalmente debido a que el oro ha roto sus vínculos con la renta variable, los tipos de interés y el dólar”.
El metal precioso sube un 30% este año y camina a firmar su mejor ejercicio desde que en 1979 lograse el mejor curso de su historia, con una revalorización del 126,55%.