Por: Darío H. Schueri – Desde Santa Fe 14/12/2023
Indudablemente Javier Milei llegó a la República Argentina para constituirse en El ser disruptivo de la política del Siglo XXI; casi distópico diríamos, observado desde la ontología cultural del país. Generó amores y odios durante la campaña, cautivó casi al borde del hipnotismo a los jóvenes, que convencieron a sus mayores de votarlo “por el futuro”, pero que a su vez les contagió esperanza a esos “mayores” ya incrédulos y escépticos después de todo lo vivido a lo largo de sus vidas. Milei Prometió ajuste y sacrificio. Y fue el candidato más votado desde el regreso de la democracia.
En el 2001 la gente vociferaba “que se vayan todos” y no se fue nadie, más bien se reciclaron. 20 años más tarde aparecería el personaje que iba a encarnar aquella consigna – grito popular; en térmicos teológicos diríamos que iba a cumplir con la profecía: Javier Milei, recorriendo los canales de televisión para debatir a grito pelado sobre economía. Era un “loco” despeinado, mal hablado, irascible, irrespetuoso y con aires de una superioridad intelectual soberbia, insoportable y autoritaria, que todos los manuales de la política suelen calificar genéricamente de fascista o su síncopa coloquial “facho”.
Milei armó un Partido político (como alguna vez sugirió Cristina Fernández) con el que primero fue diputado nacional y dos años más tarde candidato a Presidente de la Nación. Y arrasó.
Además de los jóvenes y sus ansias de “libertad” gestado en “la cuarentena más larga del mundo”, el libertario Milei fue visto además por el resto de una sociedad asqueada con las trapisondas del gobierno y ”la clase política” como el rebelde provocador del cambio visceral que Argentina necesitaba; “lo voto a Milei y que se pudra todo de una vez”, solíamos escuchar a los vecinos en la cola del almacén del barrio, el boliche de la esquina ó la reunión familiar dominical.
Por lo visto, esa consiga revolucionaria “que se pudra todo” vino a corporizar aquel “que se vayan todos” de hace 22 años atrás. La gente la vio; los políticos, politólogos, periodistas y demás estudiosos en la materia no.
El brutal ajuste más anunciado de la historia que describió el Ministro de Economía Luis “Toto” Caputo, colocó a Milei en la tremenda disyuntiva de cumplir con la palabra empeñada: que el sacrificio lo pague la “casta”; ó sino terminar catastróficamente su mandato a poco de asumir, y a manos de los que lo votaron. Estremecía escuchar en una radio local a oyentes que contaban de qué manera iban a ajustar sus vidas; algunos suspendiendo las vacaciones, otros dejando de lado el gimnasio u otras actividades. Si Milei los defraudase no quisiéramos imaginar sus reacciones.
La “casta”
Ahora vienen las interpretaciones, la mayoría auto exculpatorias, de qué es y quiénes son “la casta”. La sociedad la tiene bien clara: todos los que obtuvieron beneficios a costa de la gente, sea desde el sector público como privado.
Acentuaríamos que “La casta” no es el otro. Somos nosotros cuando nos pasamos de vivos; son también los “planeros” que cobran sin dar ninguna retribución a cambio. No es sólo el político o funcionario público acomodaticio o corrupto, sino también aquel empresario que aprovechó las prebendas de un Estado “perversamente presente” (con la encomiable complicidad de la siniestra inflación) para sacar beneficios propios, o para el sector.
Un dirigente agropecuario que no quiso ser identificado nos decía que “los abusos especulativos y oportunistas de parte de las empresas en cuanto a los aumentos de precios en los últimos tiempos – ni hablar ahora – son escandalosos; “en un país normal (sin inflación) las cuestiones las resuelve el mercado; la gente no convalida los precios y empiezan a bajar, no solo de los alimentos, sino de todos los rubros”.
El hombre señalaba que “el esfuerzo debe ser de manera compartida, y no solo del sector agropecuario; desde hace años se saca la cuenta por los dólares que van a entrar por la cosecha y como la van a gastar para sostener privilegios; siempre se hicieron los “porongas” con la plata de los productores”.
El chacarero sostiene que “un dólar de $ 800 es competitivo en un esquema internacional y para todos los contextos, no solo para el agro”, agregando que “el dólar importación de $1.030 ayudará al desarrollo de la industria nacional para producir insumos en el país”. En este sentido haríamos notar que para que ello ocurra plenamente, debería existir un dólar diferencial para quienes no tengas más remedio que comprar insumos del extranjero para sus procesos productivos.
Además de pregonar que “no hay más oportunidades, el margen se achicó y los tiempos están agotados”, nuestro calificado interlocutor apuntó a que las SIRAS eran un tremendo foco de corrupción y oportunismo para algunos, e insistió en que el dólar de $ 800 “pone competitividad en la agricultura, ganadería, lechería, avicultura”; aunque es consciente de que el Estado va a tener que acompañar de alguna manera a quienes sufrirán este cimbronazo.
Casi “sincericida” agregamos nosotros.
La Rural argentina está de acuerdo con las medidas
El presidente de la Sociedad Rural Argentina Nicolás Pino declaró que “el presidente Milei a través del paquete de medidas de emergencia, volvió a reafirmar lo que siempre nos dijo, poniendo en valor al sector porque el campo ha sido discriminado a través de impuestos que solo pagamos los productores. El camino es la unificación del tipo de cambio y la eliminación de los derechos de exportación. Y es parte lo que se anunció ayer”, señaló muy entusiasmado.