Once comensales en un comedor de Olivos, cinco operarios en 10.000 metros cuadrados
Mientras once comensales festejaban el cumpleaños de la primera dama en la Quinta de Olivos en julio del 2020, la construcción, frenada ante una estricta cuarentena impuesta por decreto presidencial, comenzaba a “reactivarse” bajo un protocolo que permitía cinco operarios en obras en las afueras de las grandes urbes. El 1ero de junio del imborrable año, en la provincia de Santa Fe, el Gobernador Omar Perotti ampliaba el número a diez obreros en construcciones del Gran Rosario.
La foto del grupete que, con Dylan, la tierna mascota presidencial, completan la docena de presentes en un comedor, contrasta con la imagen de cinco operarios perdidos en construcciones de cientos de miles de metros cuadrados al aire libre.
En los tiempos donde retumbaban las risas en las casas del poder, no repicaban los martillos para levantar viviendas.
En este contexto sobrevivió el sector de la construcción, sosteniendo las fuentes de empleo, reforzando el compromiso con sus inversores y clientes.
El tiempo muerto de las oficinas públicas, también contrastó con el home office de los equipos de trabajo y las reuniones por zoom para planificar nuevos protocolos, replantear estrategias financieras, gastos y leer las nuevas tendencias constructivas luego del sofocante encierro.
A nivel local, la necedad e impericia del ejecutivo nacional, se replica en algunas bancas del concejo. Con un microcentro agonizante tras la retirada de Falabella y grandes cadenas, sectores políticos que entienden a la función pública como el arte de obstaculizar la iniciativa privada, paralizan millonarios emprendimientos innovadores con la integración de espacios públicos verdes y sistemas inteligentes para el ahorro de energía. El emblemático proyecto de la Manzana 125, solo es una parte de la lista de iniciativas frenadas sin sustento técnico.
Detrás de la bandera de defender el Patrimonio Histórico, también se esconde la falta de criterio y el desconocimiento de lo que verdaderamente merece esa calificación. Edificios derruidos por el tiempo, convertidos en taperas que agravan la inseguridad, desvalorizando los inmuebles de la zona, impiden a sus propietarios su libre disposición, congelando proyectos generadores de trabajo y techo.
Los mismos que obstruyen, exigen al sector privado – construcción y comercio – que inviertan en el centro para generar el empleo que tanto los desvela, en un acto de alevosa hipocresía, siendo también responsables de los efectos inmediatos que generan la obstaculización de la inversión privada. Es que el manto de protección de los funcionarios públicos los estimula a legislar con total liviandad y desconocimiento; a costa y riesgo del empresario.
Un pasacalle colgado en un tradicional local gastronómico rosarino sintetiza el sistema perverso que atrapa a la Argentina, exacerbado en la pandemia, porque los privados “Seguimos pagando los platos rotos”.
Por Fabiana Suárez / Directora de Redacción ON24
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