El girasol tiene una alta participación en la producción agrícola del sudeste bonaerense. En los campos de la zona costera de la región Mar y Sierras comparte con la soja, por partes iguales, el área destinada a los cultivos de la cosecha gruesa. Había perdido algo de superficie, pero la crisis del maíz lo volvió a poner sobre el tapete. No es un cultivo “barato” si se lo compara con la soja, pero con la tecnología actual tiene una alta seguridad de cosecha que le da estabilidad al sistema productivo.
Ricardo Grosse es un asesor de esa región que atiende cerca de 20 empresas agropecuarias. “Todas con campos en la zona costera y 8 de ellos pertenecen a 3 grupos CREA del Sudeste”, aclara. Con su experiencia, relata el manejo y los resultados que obtienen en esos establecimientos con el cultivo de girasol.
“El 95% de la superficie girasolera se siembra en directa –explica Grosse-, pero previamente hacemos el monitoreo de bichos bolita y babosas que son uno de los problemas que tenemos en la zona, fundamentalmente de babosas en el caso del girasol. Por lo tanto, realizamos las aplicaciones correspondientes de cebo y si es necesario las repetimos. Este monitoreo y tratamiento es algo que ya se tomó como práctica habitual y por lo tanto se repite en todas las campañas”.
Respecto del último ciclo agrícola Grosse señaló que “fue un año bastante atípico”. El técnico explicó que en varios lotes de la región, fundamentalmente de campos muy cercanos a la costa, tuvieron problemas de anegamientos previos a la siembra, lo que provocó una reducción del área girasolera. “Después que se retiró el agua, esos lotes fueron sembrados con soja, que funcionó como cultivo de segunda y que en esta oportunidad tuvo excelentes rendimientos, similares, y en algunos casos superiores, a los rendimientos medios de soja de primera que se obtienen en la región”.
“Como consecuencia de esos anegamientos –continuó Grosse-, tuvimos problemas de Downy mildew, una enfermedad que hace varios años que no se presentaba y encontramos los principales problemas en determinados híbridos, en los lotes que tuvieron más agua y en los materiales que no habían sido tratados con curasemillas. A la vez que también hubo diferencias entre los distintos tipos de curasemillas”.
Rindes
“En el resto de los lotes, la implantación del girasol fue muy buena –explicó el asesor-, con abundantes precipitaciones en diciembre y enero, pero las lluvias se cortaron desde principios de febrero”. Luego destacó que esos lotes, que fueron sembrados en las fechas adecuadas, florecieron en los primeros 20 días de enero.
Otra de las características que tuvo la última campaña girasolera en esa región fue la disparidad de rendimientos. “Tuvimos entre 2.200 y 4.200 kilos por hectárea –explicó Grosse-, con dos lotes que superaron los 4.000 kilos y el resto estuvo rondando los 3.000 kilos”.
“Los menores rendimientos se dieron en lotes con problemas de Downy mildew ya que en esos casos tuvimos alrededor del 20 al 25% de las plantas afectadas con esta enfermedad –dijo el técnico-. Los rindes máximos se dieron por condiciones de muy buena humedad y una elevada sanidad que demoró la cosecha, ya que la etapa de secado fue lenta debido a que las plantas estaban sanas. Otros años, solemos tener problemas de enfermedades de fin de ciclo y las plantas se entregan de golpe”.
Otro aspecto notorio de la última cosecha de girasol fue el alto contenido de materia grasa, “que en los lotes de los campos que manejamos estuvo entre el 49 y el 56%” dijo Grosse.
También se destacó la gran cantidad de lotes sembrados con híbridos alto oleico, “que fue alrededor del 70%” y, según destacó el asesor, la mayoría de los materiales utilizados, tanto alto oleico como convencionales, contaron con la tecnología CL.
Manejo
“Actualmente, en nuestra región, al girasol se le están asignando los mejores lotes –explicó Grosse-, antes se destinaban a maíz pero su superficie cayó mucho, entonces los lotes buenos, profundos, van a girasol buscando la estabilidad de arriba de 3.000 kilos de promedio”.
Para el manejo de los nutrientes el técnico detalló que “se realizan análisis de suelos y en función del nitrógeno mineralizado que tiene el perfil se fertiliza con 80 a 100 kilos de urea antes de la siembra o en los primeros días de nacimiento del cultivo, y se aplica fósforo en la línea de siembra, ya sea superfosfato o 40 a 70 kilos de fosfato monoamónico”.
“En los lotes muy buenos destinados a híbridos alto oleico se hicieron aplicaciones preventivas de un fungicida con insecticida, banda verde, pero esto fue en casos puntuales con muy buena profundidad y que podían responder a fungicidas”.