Y por casa, ¿cómo andamos?

Desde hace años me dedico a enseñar temas relacionados con el liderazgo y sin embargo, siempre me pregunté qué es lo que diferencia a un buen líder. Con el tiempo, me doy cuenta de que una de las competencias más importantes tiene que ver con el conocimiento a sí mismo. Si uno logra entender el impacto que tiene su comportamiento en otros podrá, sin duda, liderar cualquier situación.

La idea no es reciente: varios autores hablan de esto desde hace tiempo, pero aún hay mucho camino por recorrer para poder producir una mayor conciencia acerca de eso.

Para esto contaré una experiencia personal que me ayudó a internalizar este concepto. Hace algunos años invité a mi esposa a un torneo de tenis en el que jugaba una semifinal de un torneo amateur. Esta era la primera vez que iba a acompañarme, por lo que le pedí si podía filmarme para tener un testimonio del partido. Por suerte gané y lo primero que hice, luego de saludar a mi adversario, fue preguntarle a Laura -mi esposa- qué le había parecido el partido. Su respuesta aún resuena en mi cabeza: “¡Todavía no se cómo le ganaste!” Claramente se refería a que mi contrincante era superior en el juego. Pero, igualmente, su respuesta me dejó algo preocupado.

De vuelta en casa, decidí ver el partido fantaseando con ver cualidades parecidas a las de populares jugadores. Pero, caso contrario, me llevé una gran sorpresa al ver que la imagen que tenía de mí mismo era muy distinta a la realidad. Vi a una persona que no se agachaba para rematar, rústico en sus golpes y que no tenía mucha técnica.

Esto me llevó a comprender incompetencias que no estaba pudiendo superar. De hecho recordé que mi profesor siempre me había señalado esos mismos problemas. No estaba siendo consciente de lo que verdaderamente me sucedía y no estaba dispuesto a escuchar nada acerca de eso.

Esta anécdota me llevó entonces a un concepto de Donald Schön -profesor del Massachusetts Institute of Technology (MIT), fallecido en la década del 90- que se llama reflexión en la acción y que está basado en la creciente separación entre la reflexión y la acción directa que muchos líderes enfrentan a diario en sus actividades y organizaciones.

No es usual que se enseñe en las universidades prácticas de autorreflexión. Esta atrofia relativa de la capacidad reflexiva autónoma produce inconvenientes para encarar exitosamente situaciones críticas y trae dificultades para desarrollar procesos de aprendizaje fundados en la experiencia profesional propia.

Sin desmerecer la importancia del pensamiento científico, el nivel de complejidad que encaramos en la actualidad, la aceleración del cambio de nuestro entorno y la incertidumbre que ello genera en el mundo exige que se incremente la capacidad reflexiva de los líderes. La reflexión en la acción promovida por Schön no es otra cosa que poder reflexionar acerca del comportamiento y las acciones de uno y de otros, y aprender de este ejercicio.

Metafóricamente esto sería como tener una cámara prendida todo el día que, tal como mi anécdota deportiva, nos filme con el fin de poder repasar luego ese material, analizarlo y compaginarlo. De esta manera estaríamos aprendiendo de nuestros aciertos y de las carencias de nuestra propia práctica, para lograr así mejorar nuestras competencias y para liderarnos mejor y poder liderar a otros.

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