Días atrás, científicos de la Universidad de Arkansas (USA) confirmaron la resistencia de Amaranthus Palmeri a glufosinato de amonio, poniendo en jaque nuevamente a las tecnologías genéticas en semillas. Cultivos de soja y algodón resistentes a herbicidas como glifosato, dicamba y ahora glufosinato, van perdiendo efectividad.
Si bien desde la otra punta del hemisferio, la noticia llega a nuestro país mientras los semilleros se preparan para el lanzamiento comercial de la soja Enlist (previsto en 2022), con resistencia a este herbicida, además de glifosato y 2,4-D.
Desde la Red de Manejo de Plagas de Aapresid (Rem) advierten que para no repetir la historia del glifosato en los 90’ es fundamental aplicar, desde ahora, estrategias de manejo integradoras y que apunten al uso criterioso de las herramientas químicas.
En esa línea, la Rem acerca la mirada del especialista en malezas de FAUBA Fernando Oreja, quien explica que “el glufosinato es un herbicida de origen natural producido por la bacteria S. viridochromogenes, de contacto con cierta acción sistémica y que en Argentina está aprobado para su uso en maíz, soja y algodón, cultivos a los que se incorporó el gen de resistencia”.
Lanzado al mercado a inicios de los 90’, el glufosinato de amonio no fue un herbicida muy utilizado hasta que aparecieron las primeras malezas resistentes a glifosato. La presión de selección de este herbicida se acentuó en el 2007 con la aparición de A. palmeri resistente a glifosato en la zona algodonera del sur de USA, y más aún, con la de genotipos de algodón tolerantes a glufosinato en resistencias apiladas con otros herbicidas, que permitían aplicaciones postemergentes sucesivas para controlar las distintas cohortes de la maleza.
Si bien los biotipos resistentes se detectaron sólo en dos condados de Arkansas, es probable que las tareas de cosecha dispersen la resistencia a otras áreas. También pueden aparecer espontáneamente otros biotipos resistentes ya que la presión de selección sigue siendo alta: “El reciente lanzamiento en USA de sojas tolerantes al glufosinato – que eran una buena herramienta para el control de biotipos resistentes a glifosato y dicamba (declarados en 2020) – no solo no ayudarán a bajar la presión de selección sino que probablemente la aumenten”.
“Esto repercutirá negativamente en los sistemas productivos locales en el mediano plazo, con aumentos en los costos por mayor uso de herbicidas y pérdidas de rendimiento por escapes de la maleza”, sentenció Oreja.
Por suerte en Argentina todavía no tenemos el mismo nivel de presión de selección al herbicida, y por el momento, sólo contamos con maíz resistente a este activo. Así, la posibilidad de aparición de resistencia todavía es baja.
Pero desde la Rem advierten que, para que esto se mantenga, es el momento de tomar todos los recaudos para reducir la presión de selección: rotación de cultivos, de principios activos con distintos modos de acción, inclusión de cultivos de servicios, limpieza de las cosechadoras, eliminación de manchones y/o escapes de forma manual o con aplicaciones dirigidas, monitoreo periodico de lotes, siembra sobre lotes limpios y aplicación de dosis de marbete.
A esto se suman medidas culturales como el ajuste de la densidad y distanciamiento entre surcos de cultivos para mejorar su habilidad competitiva, adelanto de la fecha de siembra, fertilización localizada cerca del cultivo, uso de cultivares con estructuras más competitivas, entre otros.
“Sólo la implementación de estrategias integradoras, que complementen todas las herramientas a nuestro alcance nos permitirá seguir haciendo uso de las bondades que ofrecen las tecnologías genéticas aplicadas a los cultivos”, concluye Eugenia Niccia, Gte. de Rem.
Fuente: Aapresid