La industrialización de soja en la Argentina se estima que este año alcance los niveles más bajos de los últimos 6 años, con excepción del ciclo 2018, cuando se registró una severa sequía que redujo en forma significativa la producción.
Las estimaciones al cierre del año proyectan un volumen cercano a 38.4 millones de toneladas versus 41.5 millones de toneladas del promedio del quinquenio y de 44.8 millones de toneladas del último récord registrado en 2016.
Como consecuencia, la capacidad ociosa alcanza el 45% ya que la capacidad instalada teórica de las plantas que muelen soja ronda las 70 millones de toneladas.
La molienda de soja esperada para 2020 en la Argentina representa el 12% de lo industrializado a nivel mundial y mantiene su cuarto puesto luego de China, Estados Unidos y Brasil en cuanto a la producción de aceites y subproductos, y el liderazgo en la exportación de éstos.
Lo más significativo es el estancamiento en los últimos meses de este año, particularmente en el último semestre. Eso se explica por la falta de mercadería disponible, lo cual redujo la utilización de la capacidad a niveles de solo 46/48% de la capacidad instalada. De acuerdo con la información oficial, a mediados del mes de noviembre se había vendido el 70% de la cosecha total y, a precio hecho, el 56%.
Para el ciclo 2020/21, las ventas “forward” o anticipadas alcanzan las 4 millones de toneladas totales y solo 1.8 millones de toneladas, a precio. Estos niveles significan la mitad de lo negociado a la misma fecha del año anterior.
Sin duda el impacto de la menor molienda en el año 2020 se traduce en menores saldos exportables y por consiguiente ingresos comerciales y fiscales más reducidos.
Con la previsión del 2020 de 38.4 millones de toneladas de soja molidas, se espera exportar aproximadamente 5 millones de toneladas de aceite, 26 millones de toneladas de harinas y un volumen menor de biocombustible, lo cual posibilitará un ingreso de divisas provenientes del exterior de 13.1 mil millones de dólares con una recaudación fiscal que superará los 3.5 mil millones de dólares.
Sin embargo, si se hubiesen molido 6 millones más de toneladas de poroto de soja, similar a lo procesado en 2016 -incrementaría el uso industrial del actual 55% a solo el 63%, con una ociosidad implícita de algo menos del 40%-, la disponibilidad para exportar hubiese ascendido a 6 millones de toneladas de aceite y cerca de 30 millones de toneladas de harinas, con un ingreso final de 15.8 mil millones de dólares y una recaudación fiscal de 4.3 mil millones de dólares.
“Por ello, la Argentina perdió de ganar en el 2020 más de 2.700 millones de dólares por exportaciones del complejo sojero y la recaudación fiscal se vio afectada en aproximadamente 750 millones de dólares. Esta caída de la molienda, con alta capacidad ociosa, implica costos incrementales que afectan a toda la agroindustria exportadora” analizó el economista Gustavo López, director de la consultora especializada Agritrend.
De no haber sido por la admisión temporaria (importación) de soja paraguaya, la pérdida de divisas y de ingresos fiscales hubiese sido aún más pronunciada.
A ese cálculo deberían sumarse los servicios vinculados con la operación. Las seis millones de toneladas adicionales de molienda habrían representado cerca de 200 mil viajes de camión a las industrias ubicadas mayoritariamente en cercanía de los puertos de embarque, gastos de acondicionamiento y almacenaje en las instalaciones, movimiento comercial, bancario y del resto de los servicios vinculados a la exportación de los derivados del procesamiento, además de una mayor consolidación en el liderazgo como proveedor de estos productos en el mundo.
En síntesis, un mayor incentivo al procesamiento local redunda no solo en un ingreso mayor de divisas y tributos, y posibilita reafirmar la supremacía mundial como oferente de derivados de la soja de alta calidad, sino que además genera un mayor nivel de desarrollo económico en toda la región.