Por Liliana De La Calle – Docente, estimuladora temprana, y facilitadora en educación experiencial – Co-creadora y directora del Método Educativo Eureka – Directora general de los Centros Educativos Eureka
La pandemia ha expuesto los problemas y las debilidades que presenta el sistema escolar como agente de transformación social para afrontar la complejidad actual, los nuevos retos y las necesidades de los niños, niñas y jóvenes de hoy.
Es hora de tomar conciencia de las consecuencias y los saldos. Esta crisis mundial nos está dando la gran posibilidad de transformar esta realidad, triste y desgarradora, en una experiencia de aprendizaje que nos lleve a gestar una nueva manera de mirar, pensar, sentir y hacer educación.
Para aprender de una experiencia no basta con transitarla, el solo paso del tiempo y de los hechos no es suficiente para tomar conciencia, asumir nuevas responsabilidades ni para gestar transformaciones. Podemos atravesar una cuarentena tras otra, pero hasta que no haya una decisión de observar reflexivamente y de raíz el sistema educativo, la escuela seguirá dormida mientras el mundo cambia; y para cambiar el mundo necesitamos una nueva escuela.
No podemos seguir reduciendo la escuela a un manojo de contenidos que, si no se aprenden este año, se recuperarán el que viene. Si no hacemos algo ahora, el año próximo habremos perdido la oportunidad. Aprender una operación matemática o una regla ortográfica puede esperar y ello no dañará la vida a ningún estudiante, pero si no comprendemos con este impacto social e histórico, que la escuela no puede seguir siendo la misma que hace 100 años, poco habremos aprendido al final de este puente.
Pensar que el aprendizaje se puede copiar de un pizarrón es una verdadera ilusión. El aprendizaje es experiencia, reflexión, significado, palabra, verbo, pensamiento, cuerpo, emoción. Para que deje huella y no sea mera información, tiene que pasar por el cuerpo, por la mente y el corazón. Por lo tanto, las prácticas educativas deben repensarse y renovarse en este sentido.
Instalar este debate, no sólo es importante sino que es urgente, los niños y niñas no pueden seguir asumiendo las consecuencias de un sistema deteriorado, desactualizado y empobrecido, que los deja fuera de escena atrapados en pupitres, computadoras e interminables tareas, que no hacen más que matar la creatividad, mecanizar la educación, industrializar la escuela y dejar al “ser” fuera de todo abordaje.
Necesitamos humanizar el currículum, saber que los contenidos no son algo diferente que la vida. Debemos dejar de dibujar la mariposa en el pizarrón cuando podemos verla volar al aire libre, bañar la escuela de realidad, desarmar las filas, que sólo enseñan a dar la espalda unos a otros, volver a las rondas, a los círculos, a las mesas redondas. Necesitamos sumar las habilidades a los conceptos, la práctica a la teoría, el grupo a la individualidad, los valores a la convivencia, la voz de los niños y niñas a la de los adultos, la vida a la escuela y sobre todo el “ser” al “hacer”.
Somos muchos los que defendemos, hacemos y sostenemos una alternativa educativa centrada en el niño, desde diferentes focos y en diversos lugares del país, pero aún no alcanza, necesitamos hacer mucho más. Porque un día esto pasará y volveremos a las escuelas, pero si todo sigue igual, si el sistema tradicional vuelve de la misma forma, nada habrá valido la pena, ni los sueños quebrantados, ni los derechos robados.
Estamos frente a la oportunidad histórica de volver a parir una nueva escuela; deseo que como país, no la desperdiciemos.
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