Por el Dr. Roberto A. Vázquez Ferreyra
El fenómeno del populismo, muy de moda en estos tiempos y en todas las latitudes, ya ha sido estudiado desde diversos sectores del pensamiento político. Sin llegar a ser un tema agotado, la bibliografía es abundante. Entre otros se pueden leer los trabajos de Loris Zanatta, Pierre Rosanvallon José María Lasalle, y miuchos más. Pero frente al populismo aparece un nuevo fenómeno social, que si bien no es la antinomia de aquél, bien puede decirse -al menos en nuestras latitudes- que es algo así como una reacción frente a las consecuencias de aquél; una respuesta de la sociedad en rechazo a dichos movimientos, o en su caso, a los gobiernos que encaran esas políticas. Me refiero a movimientos sociales que tienen como característica que no responden a líderes políticos o sociales, sino que son absolutamente incoordinados, y simplemente se organizan o comunican por redes sociales, y que concluyen en una sociedad movilizada que ha perdido el miedo a ganar la calle. En esos grupos puede haber pesonas de diferentes ideologías o simpatizantes de diversos movimientos políticos, unidos por el rechazo a ciertas formas de política que consideran restricitvas de derechos elementales o de los principios fundamentales de la vida republicana. Cuanto mucho puede aparecer alguno o algunos personajes más conocidos que actúan como disparadores o masificadores de las propuestas. Se trata de figuras públicas que no provienen del mundio de la política, como actores del cine o la TV. Puede hablarse de una nueva participación política no convencional. Una prueba de esto se vio después de las PASO de 2019 cuando el entonces oficialismo sufrió una fuerte derrota que en un primer momento pareció que le hacía bajar los brazos, dándolo todo por perdido. Y fue justamente lo que llamaríamos reacción de las bases, o de estos sectores que mencionamos, los que revirtieron un resultado que pudo haber sido aplastante. Nos atrevemos a señalar que la marcada diferencia entre las Paso y la elección definitiva, arrancó de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo. La gran movilización del “si se puede” tuvo su origen en este grupo social movilizado y no en el entusiasmo de la dirigencia. Fue un sector de la sociedad la que generó un cambio notable en el amperímetro electoral, más allá que a la postre se haya sumado la dirigencia que en ese momento era el oficialismo. Días atrás un distinguido colega me alertaba que a diferencia de lo que estábamos acostumbrados (corralito 2001, Res 125, etc.), esta vez se veían reacciones y movimientos sociales intensos, en los que la cuestión económica quedaba fuera de lado, o dicho de otro modo, movilizaciones no motivadas en temas del bolsillo. Ya no se va a la puerta de los bancos, sino que se va a la puerta del Congreso o de los Tribunales. Así por ejemplo las importantes manifestaciones populares para que no se sigan liberando presos con condena, o en contra de la expropiación de una empresa en concurso, o en contra de la reforma judicial propuesta por el oficialismo, o la liberación de presos por corrupción, etc. Este sector de la sociedad ya no solo reacciona por cuestiones de bolsillo, sino que ahora parece que lo que más los moviliza son aquellas cuestiones que hacen al funcionamiento normal de una república. Tampoco debe depegarse este fenómeno de lo que Rosanvallón en su libro “La Contrademocracia” menciona como “la erosión de la confiaza de los ciudadanos en sus dirigentes y en las instituciones políticas”, al que califica como uno de los fenómenos más estudiados por la ciencia política en los últimos veinte años, fenómeno que denominan como la sociedad de la desconfianza. Desconfianza que muchas veces viene generada por la insuficiencia del vínculo electoral para obligar a los representantes a cumplir con sus compromisos ideológicos (entropía representativa). Y acá no me refiero a actos repudiables como los de mudanza de un bloque partidario a otro según quien sea el mejor postor, como hemos visto ocurrir más de una vez. Me refiero a otro fenomeno que causa cierta perpelejidad, cuando uno ve a representantes de partidos claramente representates de un pensamiento político, votar propuestas que espantan a sus electores más distraídos. Conductas estas que obedecen a cierta inocencia política o falta de formación o cultura política, o a esa necesidad de no ser políticamente incorrectos. Lo cierto es que estos sectores movilizados de la sociedad, y que no responden a una movilización que podríamos llamar tradicional, pueden ser los que inclinen un resultado electoral para un lado o para otro, y no se ve que haya un lider político -o no político- que claramente los represente, al menos por ahora. Puede tranquilamente aparecer alguien “políticamente incorrecto” que genere nuevamente el efecto “Granata” con sus 200.000 votos en la provincia de Santa Fe, y que tardíamente fuera imitado por otros candidatos. Dependerá de la dirigencia política asumir las responsabilidades que le corresponden, o en su caso dejar lugar a quienes aparezcan en el escenario político demostrando que saben escuchar al elector y que conocen de historia e ideología política, además de estar preparados para leer la realidad.