Las grandes crisis han traído aparejados profundos cambios en la cultura popular; la moda no ha escapado a esta realidad. Eventos como la Primera Guerra Mundial o la gripe española introdujeron cambios como velos, la era del jazz y los pantalones Oxford. Desde que el Coronavirus domina la agenda y, por qué no, la rutina diaria, diseñadores, organizadores de desfiles y textiles han ajustado su actividad a la “nueva normalidad”.
Según datos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, la caída interanual de las ventas para agosto fue del 32%. Mientras tanto, un informe de la Fundación Pro Tejer, emitido en junio, arrojaba una caída del 38.9%. Pese a la bocanada de aire fresco que llegó de la mano del comercio electrónico para algunos comercios, la industria enfrenta un complejo panorama impositivo, una fuerte recesión del consumo y las consecuencias de la falta de eventos, reuniones sociales y trabajo en oficinas.
Por su parte, los organizadores de eventos que se movían alrededor de la industria textil y de la moda tampoco pasan sus mejores días. Sin la posibilidad de celebrar desfiles masivos o presentaciones públicas, muchos han tenido que buscar formatos amigables con las redes sociales y la digitalización. Sin embargo, varios prestadores de servicios tercerizados que participaban de la logística, el sonido, la fotografía y la puesta en escena padecen la parálisis total de su trabajo.
Mientras tanto, día a día seguimos eligiendo nuestra vestimenta para afrontar el día. El barbijo se ha convertido en parte obligatoria de nuestros outfits y, por qué no, en una buena oportunidad para algunas textiles que comenzaron a producirlos. Preguntamos a varios referentes rosarinos del rubro cómo saldremos vestidos de esta situación y recopilamos sus respuestas. ¿Cómo será la moda post-pandemia?
El año de la moda lenta
En un artículo titulado “The end of modernity” (El fin de la modernidad), por Luke Leitch, periodista del semanario británico The Economist, se plantea que el concepto que teníamos de moda va en vías de desaparición. Mientras que para Baudelaire la moda era “el salón de muestreo de lo moderno por el eterno itinerar de lo nuevo”, el Covid y el distanciamiento social nos han dejado sin salones y con una moda más lenta.
Las ventas del sector textil estuvieron muy por debajo de lo esperado y muchas marcas y comerciantes se quedaron con gran parte del stock de temporada que tenían preparado. Actualmente, con la temporada de invierno terminada, varios especialistas coinciden en que la colección primavera-verano vendrá signada por una menor cantidad de productos.
“Nos fue pésimo”, afirmó Oscar Fernández Fini, quien lleva años involucrado con el mundo de los medios de comunicación y la moda, y que había lanzado en 2018 su propia marca de ropa, Las Loras. “La mitad de los productos quedaron enclaustrados, mientras que mucha mercadería que tenía que llegar a ciertas provincias, no lo conseguía. Esto nos llevó a tener que vender a través de internet”, relató.
La proximidad entre el inicio de la cuarentena y el lanzamiento de la temporada de invierno fue un golpe al mentón para los comercios. “Creo que lo que queda de aquí en más será revisar este planteo. Las temporadas venían siendo demasiado cortas y lo que está producido, hay que colgarlo en la vidriera”, afirmó Luciana “Luli” Pareti, fundadora del blog “El Ropero Off”. De hecho, un informe elaborado por ámbito.com, sostiene que aún hoy se siguen liquidando prendas de la temporada pasada.
Fernández Fini coincidió con esta postura y agregó que lo más posible es que la producción se vea reducida. “Muchas marcas que hacían series de hasta cien productos, ahora harán pequeñas cápsulas de diez. Una vez que evalúen el rendimiento, podrán aumentar la producción en consecuencia”.
Por otro lado, ante las escasas ventas de la temporada Otoño-Invierno y el retiro de varias marcas que decidieron no estrenar su producción, los especialistas anticipan que posiblemente en 2021 se venda lo mismo que en 2020.
Un año sin pasarelas
Las grandes pasarelas del mundo no pudieron en 2020 entregar sus espectáculos en el formato habitual. La pandemia impidió las aglomeraciones de personas, por lo que esos eventos que movilizaban miles de personas han sido cosa del pasado. Muchos han tenido reversiones online, pero con menor impacto y repercusión. Un artículo de la revista 1843 de The Economist expone la teoría de que es difícil sentirse impresionado sin el contacto de otras personas. “Es como intentar predecir el rumbo de un cardumen. Tienes que nadar con los otros, sentir la corriente”, argumenta.
El blog rosarino Viva la Moda publicó recientemente una nota en la que argumenta que lograr una conexión humana a través de una pantalla es mucho más difícil que hacerlo en persona. Según afirma el escrito “el mundo digital ha sido una respuesta rápida y efectiva frente a esta repentina crisis, pero no parece ser el reemplazo permanente”.
Gustavo Yanczewski fue el coordinador general de la Semana de la Moda en Rosario en 2019. En su momento, contó con la participación de 21 diseñadores rosarinos emergentes. Además, atrajo a treinta marcas que patrocinaron la actividad. Treinta modelos provenientes de las agencias locales mostraron los atuendos a lo largo de 1500 pasadas por la pasarela. Durante la actividad, también trabajaron cinco equipos de make-up y otros cinco de peluquería.
“La organización de eventos será uno de los sectores que más tendrán que esperar”, dijo. Según describió, se trata de un segmento en el que muchos actores están tercerizados como proveedores, empresas de sonido, seguridad, recepcionistas, vallado, logística, entre otros.
En cuanto al impacto de la pasarela en la industria de la moda, comentó: “La pasarela es el reflejo de una industria que está muy afectada. Para que el evento se dé, tiene que haber una colección”. Así mismo, explicó: “La realidad es que de lo que se propone como moda del mundo, acá hay una argentinización de las tendencias y muy poco llega. Ya se marcaron los colores que vienen”.
¿Qué nos ponemos?
Con campañas que durarán un poco más que lo acostumbrado, consumidores seriamente afectados por la crisis económica y sin eventos, es de esperarse que la forma en que nos vestimos tenga que cambiar. Nuestros entrevistados coinciden en que la mayor parte de las transacciones se ubicaron en rubros como la ropa deportiva o casual. “Estábamos acostumbrados a vender la ropa que la gente no necesita; aquella que se usa más por gusto o para acontecimientos especiales”, explicó Yanczewski. Según el organizador de la Semana de la Moda, “se vienen colecciones de verano carentes de brillo, opacas, que, en algún punto, reflejan el estado de la sociedad”.
Para Luli Pareti “ya veníamos en caminos de lograr una moda más lenta, con prendas de mayor calidad y que duren más tiempo. La pandemia ha empujado todo eso”. Al igual que Yanczewski, sostuvo que “es posible que la industria que más se resienta sea la alta costura”. Según apreció: “La gente va a invertir en cosas que realmente va a poder usar”.
Fernández Fini, por su parte, espera que en las calles se aprecie un estilo similar al “street-line” neoyorkino. Combinaciones de ropa formal con líneas básicas podrían ser las que marquen la tendencia. “Más tarde recuperaremos los trajes y camisas. Por otro lado, creo que ciertas marcas como Zara van a quedar para un público que todavía puede comprar productos de ese tipo, con cierta terminación y un estilo diferente”.
El barbijo es un párrafo aparte. “Nadie había pensado que iba a ser el accesorio del momento. Todo esto nos ayuda a pensar que ha habido y habrá otro tipo de moda y una nueva forma de vender”, afirmó Fernández Fini. Finalmente, soltó: “No voy a esperar más para ponerme un traje que me guste. Quiero que la gente se vista con su propia impronta. Por otro lado, creo que se comenzará a pensar más en la pulcritud, en tener la piel limpia y sana. Después, quiero que la gente se vista con su propia impronta”.