El ex-ministro y secretario de Salud de la Nación, Adolfo Rubinstein pasó el sábado por la mañana de CNN Radio Rosario para hablar sobre la situación de la pandemia en Argentina. Calificó la cuarentena promovida por el gobierno como “ineficiente” y a la gestión de la pandemia como “no buena”. Por otro lado, destacó la relevancia de que un laboratorio nacional participe de la producción de la vacuna de Oxford y resaltó un cambio positivo en el discurso del presidente Alberto Fernández.
¿Qué importancia le da al hecho de que un laboratorio argentina produzca la vacuna de Oxford?
Es importante porque reconoce a la Argentina como un centro donde se pueden fabricar productos de avance tecnológico y biotecnológico de altísimo valor agregado. Con lo cual, creo que es un reconocimiento a la infraestructura tecnológica y científica del país y para sus científicos. El laboratorio tiene antecedentes de producción de vacunas para la región.
También hay que decir que tanto el ensayo que están haciendo AstraZeneca y Oxford, junto a cuatro o cinco más que han picado en punta en este sentido, se encuentran en fases avanzadas de evaluación clínica, que es la fase 3. En ella, se prueba con un número mayor de personas para ver si es o no efectiva la vacuna y protege contra el Coronavirus.
Una vez terminada la etapa de evaluación, llegará el momento de producción que es lo que se ha adelantado. Lo que se está haciendo es acelerar la producción, tomando cierto riesgo, para que en el momento en que la vacuna demuestre efectividad, pueda producirse en tiempos más cortos. Estos procesos hacen que la vacuna probablemente esté disponible para los grupos de riesgo a partir del segundo trimestre del año próximo.
¿Qué ocurre con los datos de contagios? ¿Por qué se genera tanto delay en su difusión?
El delay en la llegada de información tiene que ver con una cadena de retrasos en el procesamiento y la transmisión de datos. Hay un fuerte cuello de botella en la provincia en los laboratorios que procesan los hisopados, donde las demoras son muy grandes, en promedio de cinco a siete días. Por lo tanto, tampoco se pueden rastrear los contactos estrechos en tiempo y forma, que sería la única forma de comenzar a circunscribir la epidemia a pesar de la altísima circulación comunitaria. Esto implica que muchas veces llegan pacientes ya muy complicados a las instalaciones hospitalarias o mueren antes del diagnóstico de COVID-19.
Esto es distorsivo y complica la evaluación de la trayectoria de la epidemia, así como la evaluación de la cantidad verdadera de casos existentes.
¿Qué lectura hace acerca de la cantidad de testeos y la cantidad de casos positivos que salen a la luz?
Argentina testea mucho menos de lo que tendría que testear y por otro lado tiene una altísima circulación comunitaria que refleja mucha positividad en los tests. De hecho, en la ciudad de Buenos Aires se está empezando a bajar la positividad, lo cual refleja un amesetamiento de los casos, lo cual también implica que ojalá en las próximas semanas se empiece a ver un decrecimiento de los casos. No está ocurriendo lo mismo en la provincia, donde hay una aceleración. Seguramente allí hay un fuerte déficit de testeos. Es posible que haya entre cinco o diez veces más de casos infectados que casos confirmados y esto probablemente sea mayor en la provincia de Buenos Aires.
¿Qué opina del último anuncio de extensión de la cuarentena por parte de Alberto Fernández?
Yo creo que hizo una lectura de la realidad, que es incontrastable e irrefutable y que indica que la gente ya no está cumpliendo con la cuarentena. Entonces se toma como que la cuarentena no existiera, como si desterrando la palabra cuarentena, ésta desapareciera. Es un juego que se dio en otras oportunidades con el gobierno kirchnerista que sostenía que si no decía que había pobres, entonces no existía la pobreza. En realidad son cuestiones retóricas.
La realidad es que la cuarentena existe porque sigue habiendo restricciones. Pero igual es bueno que el presidente haya cambiado su mensaje y que haya apuntado a la responsabilidad social, dado que hay mucha gente que no está cumpliendo. Entonces estaríamos endureciendo una cuarentena o apretando el botón rojo, pero si no pasara nada, estaría en juego la autoridad presidencial.
¿Fue contactado por algún integrante del gobierno para consultarle sobre la gestión de la pandemia?
Nadie me llamó para consultarme por mi postura frente a la pandemia. A Ginés (González García) la última vez que lo vi fue para tomar un café cuando hicimos el traspaso. Ahora está un poco enojado.
Hay que estar en el lugar para poder saber lo que uno haría. Podemos hablar de escenarios contrafácticos. Dicho esto, hubiera hecho algunas cosas diferentes. Así como la decisión de la cuarentena temprana fue oportuna y yo la apoyé claramente, el hecho de que el gobierno se quedara solamente con la cuarentena como único recurso fue un error. Cuando tendríamos que haber salido a detectar y bloquear rápidamente los focos, cuando teníamos muy pocos casos, no se hizo.
Las consecuencias están a la vista. La gente no resistió más, por necesidad o por hartazgo comenzó a incumplir la cuarentena progresivamente, particularmente en los sectores más pobres de la sociedad. Finalmente, llegamos adonde estamos. La gente no da más, la curva de contagios está en aumento, el gobierno perdió capital político para imponer medidas y estamos en el peor de los mundos porque la actividad, el consumo y la producción siguen paralizadas. La gestión de la pandemia no ha sido buena y la efectividad de la cuarentena ha sido muy pobre.
¿Le preocupa que la gente esté postergando el tratamiento de otras patologías por la preocupación que le genera el COVID-19?
Está habiendo una disminución muy importante de los indicadores de previsión y control de enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes o el cáncer. Los pacientes dejan de ir a consultas, tomar medicaciones o hacerse los estudios necesarios por diversas razones. Una de ellas es por el miedo a ir al hospital o al consultorio y por las barreras de los mismos sanatorios para el tratamiento de patologías que no son COVID-19.
A eso sumemos que disminuyen los controles de los niños, los controles de vacunación, por los mismos problemas. Esto está generando un serio problema sanitario que vamos a sentir en la post-pandemia. Esto aumentará la morbilidad y la mortalidad en el futuro. A esto, sumemos las consecuencias de la pobreza que también genera enfermedad.