Pareciera ser una frase de Perogrullo, pero no lo es. En medio de esta crisis sanitaria todo control tiende a ser justificado. A partir de mediados de junio, tras detectar un rebrote de coronavirus en el mayor mercado mayorista de Pekín, China endureció fuertemente los controles de ingreso de todo producto destinado al consumo humano.
En efecto, desde el gobierno chino comenzó a exigirse a todos los importadores de alimentos que certifiquen que sus productos estén libres de Covid-19. La realidad es que al momento no existe evidencia científica de que el virus pueda ser transmitido a través de los alimentos, sin embargo, la exigencia es la realidad. En este marco, el servicio sanitario chino además de los controles que realiza sobre la mercadería en destino, ha implementado una serie de auditorías remotas a empresas exportadoras a fin de controlar mediante videoconferencia, todo el proceso de producción y los protocolos de seguridad llevados a cabo por cada frigorífico.
Desde fines de junio, China ha suspendido las importaciones de más de 20 plantas de proveedores del extranjero que procesan carne de cerdo, carne vacuna y aves de corral.
Los primeros casos y tal vez los más resonantes dentro de la industria, fueron las suspensiones de dos plantas brasileras pertenecientes a BRF S.A y a JBS SA, dos de los mayores procesadores de carne aviar y vacuna a nivel mundial. La semana pasada China solicitó a Brasil que detuviera las exportaciones de otras dos plantas de carne –una de vacuno y otra avícola- por las preocupaciones sobre los brotes de Covid-19 en las instalaciones.
Al momento ya son ocho las plantas suspendidas en Brasil mientras que 12 que se encuentran bajo estudio, en el país que tiene la segunda tasa de infección por coronavirus más alta del mundo. Acciones similares fueron implementadas en América del Norte la semana pasada con la suspensión de una planta de Cargill en Canadá que procesa carne de res y una planta avícola Tyson Foods, Estados Unidos.
Bajo este escenario y ante el temor de perder el mercado de carnes más grande a nivel global, una lista creciente de plantas en todo el mundo están optando por suspender voluntariamente el comercio con China ante sospechas de casos de coronavirus entre sus empleados. Esta situación que en un comienzo generaba cierta expectativa en la industria argentina ante la menor competencia que dejaría para abastecer al mercado chino, no tardó en afectar también a nuestro país. Al momento son ocho los frigoríficos – entre ellos tres de bovinos- los que transitoriamente han debido detener sus envíos a China, tras la detección de casos positivos de Covid-19 entre sus trabajadores. En este contexto, las importaciones siguen sorprendiendo a todo el mercado. De acuerdo a datos publicados por la misma Aduana china, en los primeros seis meses del año ingresaron al país unos 4,75 millones de toneladas de carne, un 73,5% más que en el mismo período del año anterior. De ese total, casi un millón de toneladas fueron de carne vacuna lo que marca un aumento del 43% interanual.
Claramente, estos controles reducen significativamente el volumen de oferta de lo que China necesita importar. De acuerdo a las cifras recientemente publicadas por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) el faltante de carne de cerdo ocasionada por la Peste Porcina Africana aún se estima en 18 millones de toneladas, con una producción local de cerdo actualmente calculada en 36 millones de toneladas desde los 54 millones logrados en 2018, previo a la irrupción de la peste. Desde entonces, las importaciones de carne de cerdo, vacuna y pollo solo lograron incrementarse en menos de 5 millones de toneladas. Ante este fenomenal déficit, las importaciones totales de carne de China crecerían un 52% anual alcanzando los 7,9 millones de toneladas, de los cuales 4,4 millones corresponden a carne de cerdo (+80%), 2,6 millones a carne vacuna (+19%) y unas 900 mil toneladas a carne aviar (+59%).
Contrastando ambas cifras, sabemos que de los 7,9 millones de toneladas de importación de carne que el USDA proyecta para todo el 2020, aproximadamente el 60% (4,75 millones de toneladas), ya habrían sido importadas durante el primer semestre del año. Estos datos se encuentran en línea con las expectativas de desaceleración que alerta la industria para los próximos meses, la cual podría profundizarse en caso de extenderse o bien endurecerse los controles. Este temor se funda tanto en la menor oferta transitoria que puede generar esta certificación de “Covid free” exigida a los frigoríficos como también en las demoras generadas por los exhaustivos controles que se siguen realizando, una vez arribada la mercadería a destino.
Según informan las principales compañías navieras, ya se reportan importantes retrasos en la descarga de alimentos refrigerados y congelados que llegan a este destino, ya que las autoridades chinas continúan testeando rigurosamente los productos alimenticios importados contra Covid-19, generando elevados recargos por congestión de buques. Algunos puertos chinos han elevado sus tiempos de descarga de 3 a 4 días a 10 u 11 días, producto de las pruebas de Covid.
Sin dudas toda esta situación tendrá su efecto en precios. La menor cantidad de operadores activos producto de las suspensiones temporales de plantas y las demoras logísticas ocasionadas por los controles en destino –a lo que ocasionalmente se suman las disrupciones generadas por las recientes inundaciones- llevará, y de hecho ya está llevando, a afirmar lentamente los valores de compra. Por ahora China es el único país en exigir estos controles.
En efecto, no existe evidencia científica para hacerlo. La semana pasada, un investigador principal del Centro Nacional de Evaluación de Riesgos de Seguridad Alimentaria de China señaló que, en base a la evidencia existente, la posibilidad de que la carne refrigerada y demás productos congelados actúen como una fuente de infección Covid era ‘muy pequeña’. El mismo subdirector de ese Centro, Li Ning, dijo hasta la fecha que no había evidencia de la propagación de Covid-19 a través de los alimentos. Sin embargo, más allá de la racionalidad de estas medias, siendo China el principal comprador de carnes del mundo, todos los proveedores intentan rápidamente allanarse a estas exigencias a fin de no discontinuar la comercialización.
No obstante, no se debería soslayar la necesidad de generar un fuerte trabajo de comunicación para ofrecer garantías científicas de la inocuidad de los alimentos a fin de evitar extra costos y seudo barreras que puedan llegar a ser replicadas por otros mercados. Por el momento, todo indicaría que se trata de una estrategia de control que, más allá de la cuestión sanitaria, busca generar un entorno bajo el cual poder negociar mejores condiciones contractuales. La dualidad de esta estrategia radica en los extra costos que ello genera y su impacto en precios, algo que el gobierno chino no permitirá. El punto es que si China logra controlar los precios, manteniendo estas estrictas barreras sanitarias, su accionar podría sentar un fuerte precedente en el comercio mundial de la post pandemia.
Fuente: RosGan