En medio de un escenario totalmente incierto en términos económicos producto de un devastador efecto que está dejando la pandemia en las principales economías del mundo, las perspectivas de recuperación para Argentina se tornan aún más difusas.
Nuestra economía se encuentra inmersa en una crisis total de confianza en la cual ni la moneda ni la deuda soberana ofrecen suficientes garantías de valor.
Ante este contexto, naturalmente emergen diferentes alternativas de refugio. Sin dudas es el dólar es una de ellas, particularmente en nuestro país en el que culturalmente estamos acostumbrados a pensar en términos de esta moneda. Sin embargo, la restricción vigente para el atesoramiento de dólares –cepo cambiario- obliga a pensar en otras alternativas de protección.
En este sentido, el productor ganadero siempre ha sido proclive a refugiarse en la hacienda. Sabe, por experiencia, que la ganadería le ofrece una protección segura para sus pesos sin perder liquidez, dado que se trata de un mercado que siempre está dispuesto a comprar.
Hoy estamos viendo un productor ganadero que, mirando más allá del corto plazo, sale a reposicionarse en kilos de carne, tratando de protegerse del escenario actual, de cara al mediano y largo plazo. Es así que los valores para la cría y la invernada se mantienen firmes.
Si analizamos los precios tanto de terneros como de vientres, vemos una interesante recomposición en términos relativos. En lo que va de abril, los valores concertados están promediando entre un 60% y un 70% por encima de los registros de abril 2019, contra una inflación interanual que en el mes de marzo se ubicaba en 46,9% y que para abril –de acuerdo a la desaceleración que proyectan los principales economistas- podría situarse en torno al 45% anual.
Si bien es una realidad que este año la zafra de terneros se está desarrollando con cierta demora debido a las complicaciones logísticas originadas a partir de las medidas de la cuarentena nacional, lo cierto es que en muchos casos es el mismo criador quien está demorando la salida de sus terneros. Ante la incertidumbre reinante el criador está reteniendo más, no quiere desprenderse de los terneros dado que tras la venta no encuentra alternativas confiables para la colocación de los pesos. Prefiere quedarse en un activo seguro, que conoce, con el que sabe trabajar y posponer la decisión de venta al menos por unos meses, hasta tanto el panorama resulte más claro.
Esta misma visión también la tiene el recriador y de allí la puja por hacerse de la invernada para comenzar a llenar los campos. Claramente, esta retención de hacienda es posible dada la condición en la que se encuentran hoy los campos. Con un comienzo del otoño relativamente lluvioso y con temperaturas aun levemente por encima de lo normal, la mayoría de los campos presenta una muy buena oferta forrajera, que permite mantener buenos niveles de carga por hectárea. Es cierto que el consumo interno no ofrece las mejores proyecciones en el mediano plazo. Un contexto recesivo como el que se proyecta, de más de 5 puntos de retracción económica, ciertamente no permite augurar un escenario sostenido en materia de precios internos. Sin embargo, no existen demasiadas alternativas atractivas para aquel productor que desee proteger su capital
A diferencia de otros commodities, mantener hacienda en producción ofrece una tasa de interés implícita que viene dada por el aumento de peso diario. En sistemas extensivos, donde el costo de alimentación se reduce significativamente, esta tasa además de resultar atractiva se torna segura. Un ternero que ingresa hoy a un sistema de recría a campo con 180 kg, es posible que en 150 a 180 días lo estemos sacando con 300 a 320 kg. Es decir que estaría ofreciendo una tasa implícita por aumento de peso –a bajo costo- de entre un 10 y 12% mensual contra una tasa de devaluación futura en torno al 3,5 % mensual.
El productor sabe que con la hacienda en el campo es capaz de transitar malos tiempos y, cuando los vientos cambien, estar preparado para consolidar su producción, habiendo evitado la descapitalización. Esto explica en gran medida por qué los valores tanto de la cría como de la invernada continúan afirmándose en momentos en los que el consumo no ofrece las mejores perspectivas y, una parte nada despreciable de la demanda externa, aún muestra señales concretas de recomposición. Sin embargo, más allá del corto plazo, los fundamentos del mercado de carne a nivel global siguen siendo alentadores. Mientras tanto, localmente, la escasez de opciones de refugio de valor posiciona a la ganadería como una muy buena opción de inversión.
Fuente: RosGan