“El mínimo de vacas para que un tambo sea rentable es cada vez mayor”, aseguró Arturo Scheidegger en la jornada Tambo Líder que se realizó recientemente en Villa María, Córdoba, organizada por Claas, Forratec y Chr. Hansen. El especialista chileno fue el principal disertante de una reunión técnica en la que participaron establecimientos lecheros de distintas regiones del país pero con un denominador común: todos tienen un mínimo de 1.100 vacas en ordeño
“Cuando comencé, hace casi 30 años, un tambo de 100 vacas era una lechería decentemente grande. Hoy el mínimo está por encima de las 500 vacas y a los productores que están por debajo de ese número les resulta difícil afrontar los costos de personal, de maquinaria, y de asesoramiento”, agregó Scheidegger. También comentó que en Estados Unidos ya se estima que sólo serán viables los tambos intensivos con más de 1.000 vacas en producción.
De todas formas, el especialista chileno consideró que la lechería mundial seguirá creciendo bajo los diferentes modelos de producción, tanto aquellos con base pastoril como los estabulados. Pero remarcó que existe una tendencia a que los sistemas intensivos de producción apunten a mayores escalas para lograr rentabilidad.
Estos comentarios quedaron avalados por los datos que a nivel internacional muestran que se reduce el número total de tambos pero crece el tamaño de los que permanecen en la actividad, basados en mayor número de vacas y con incorporación de nuevas maquinarias y mejores planteos forrajeros.
La presentación de Scheidegger se llamó “Secretos de la Estabulación”, e hizo hincapié en tres. El primero fue la `medicina productiva´, a la que adhiere y que comenzó en Estados Unidos alrededor de 1980 basada en una visión holística de la actividad lechera. “El principal objetivo de la medicina productiva es la salud económica y el bienestar del propietario del establecimiento”, indicó el doctor en ciencias veterinarias. “Para ello contamos con programas específicos que nos permiten realizar evaluaciones periódicas sobre la marcha de la producción del establecimiento. Estos sistemas nos alertan cuando nos estamos alejando de los objetivos para que pongamos en marcha las correcciones necesarias que nos permitan mantener en equilibrio la relación costo-beneficio de la actividad”.
El segundo secreto del asesor de establecimientos lecheros es la calidad del forraje “que tiene que ser buena ya que es la vía que tenemos para abaratar los costos de producción. Por lo tanto, nunca se termina de trabajar lo suficiente en calidad de forraje”. Y con ese marco puntualizó la necesidad de realizar una adecuada conservación de los forrajes, atendiendo cuidadosamente desde la siembra de los cultivos hasta el suministro a los animales.
Por último, enfatizó en la necesidad de armar equipos de trabajos capacitados y motivados. “Pude comprobar que tambos en iguales condiciones, de zona, asesor y sistema de producción, pueden mostrar resultados muy distintos según la capacidad y habilidad de su equipo de trabajo”.
“El desafío es mantener una actividad lechera eficiente, cuya rentabilidad le permita competir con otras producciones. Para ello, la gestión del equipo de trabajo es determinante”, resumió Scheidegger.