El último informe de la REM (Aapresid) publicado semanas atrás revela que ya se contabilizan 27 malezas (21 resistentes y 6 tolerantes) que cubren 29 millones de hectáreas agrícolas a lo largo de todo el país. Se trata de un panorama realmente complejo que evidencia la necesidad de encarar la problemática desde otra perspectiva. La clave, comenzar mucho tiempo antes de la siembra del cultivo con una planificación integral que pueda anticipar las dificultades.
“Siempre va a ser más barato prevenir que curar”, repite como un mantra César Suppo, ingeniero agrónomo y productor en Despeñaderos, a 50 kilómetros al sur de la ciudad de Córdoba. Allí, junto al asesor Ernesto Carreño, de la agronomía Alejandro Monetti SRL, viene trabajando en la incorporación de nuevas soluciones que además de ser efectivas le permitan manejar el problema de malezas de un modo más sostenible.
Bajo esta premisa, en esta campaña decidieron utilizar el herbicida Tripzin de UPL, un pre-emergente del cultivo y la maleza con acción sistémica y residual para el control de especies de hoja ancha y gramíneas. Por su formulación en base a Pendimetalin (perteneciente al grupo de las dinitroanilinas) y Metribuzin (del grupo de las triazinas), permite reemplazar aplicaciones de PPO sin pérdidas de efectividad. Conformes con el resultado y a 50 días de aplicado el producto, Carreño y Suppo decidieron compartir su experiencia.
Mi campo es testigo
La zona de Despeñaderos se caracteriza por su variabilidad climática y de suelos. Carreño destaca que las malezas que más los preocupan son yuyo colorado y gramíneas. “Que ya no se pueden generalizar, hay que identificarlas con nombre y apellido. Eleusine índica es la que más está creciendo dentro del paquete de gramíneas, y si no actuamos con pre-emergentes o la controlamos a tiempo, se vuelve un problema inmanejable”, enfatiza el asesor.
La experiencia con el herbicida Tripzin fue realizada sobre una soja grupo V sembrada el 29 de noviembre. Suppo arrienda ese campo desde hace 12 años y destaca que es muy heterogéneo, tiene una pendiente que arrastra malezas de las áreas más altas, cuenta con buen drenaje y no tiene limitaciones de profundidad.
Desde el sector más bajo del lote, productor y asesor enumeran su estrategia para el control de malezas: un barbecho corto a fines de octubre con un herbicida a base de Imazapir + Imazapic y una aplicación de Tripzin el 26 de noviembre, tres días antes de la siembra.
“Elegimos Tripzin por el espectro de control y la residualidad del producto. Además tiene la capacidad de permitir un manejo diferente. Apuntamos a las mismas malezas problema con otros modos de acción”, enumera Carreño y destaca que se trata de una excelente alternativa al uso reiterado de los PPO que han dominado la escena en el cultivo de soja luego de la aparición del Yuyo Colorado resistente a glifosato. “Es clave rotar herbicidas y modos de acción para evitar esa presión de selección respetando la residualidad de cada producto”, insiste el asesor.
“Por una cuestión de tiempo y logística, nuestro modelo de trabajo se sostiene en el uso de herbicidas pre-emergentes. Además, tratamos de aplicar productos con un residual relativamente largo”, sostiene Suppo.
“Hasta el momento hemos tenido un control muy efectivo para una zona con una presión de malezas muy alta”, confiesa Carreño. Con Pendimetalin, Tripzin inhibe la germinación de las malezas susceptibles que mueren poco después de haber germinado o luego de la emergencia. En tanto, con el Metribuzin actúa bloqueando la fotosíntesis de las malezas y es absorbido por las raíces.
El lote elegido para la experiencia con el herbicida tuvo como antecesor un maíz que superó los 9000 kilos de rendimiento por hectárea. A 50 días de realizado el tratamiento con Tripzin en presiembra, el lote se presenta aún limpio con algunos nacimientos de maíces guachos, que se tratarán con graminicidas antes del cierre de surco.
Para Carreño, la estrategia clave para el control de malezas es conocer el lote y planificar. “Hay que manejar la situación de modo proactivo. Los productores tienen que llevar un registro en el lote con las malezas que cosecharon el año pasado junto al cultivo, porque esas van a seguir estando. ¿Cómo un productor puede planificar si no aprende de su experiencia? ¿Cómo va a saber qué producto anduvo bien o cuál tuvo un mal desempeño si no tiene un registro de cinco años de evolución de las malezas?”, reflexiona.