En 1999, cuando la paridad cambiaria era una realidad, cualquiera que dijera que había gastado $ 100 era observado como derrochador ya que, en aquél momento, el valor de ese billete era otro.
Hoy en día, con la inflación anual cercana al 40%, la realidad del billete de $ 100 es totalmente diferente.
En 1999, se necesitaban alrededor de $ 60 para comprar una canasta básica alimenticia, mientras que, hoy por hoy, la misma cuesta $ 1070. Es decir que se necesitan más de 10 billetes de $ 100, cuando en 1999 sólo hacían falta seis papeles.
Esta situación fue reflejada por un estudio de la consultora Ecolatina, que señaló que “hoy con $ 100 se puede comprar –en promedio- lo mismo que con $ 10 a fines de los noventa”.
En ese sentido, un billete de $ 100 de 2014 equivale a $ 6 de 1999, si se analiza, por ejemplo, la compra de alimentos. Mientras tanto, si se pretende comprar bienes y servicios, el billete es igual a $ 15 de aquél entonces.
En el informe, también, se refleja el problema de contar, en la actualidad, con el billete de la misma valoración que en 1999. “Desde 2007 hasta hoy se gastaron más de $ 7 mil millones (a valor actual) en impresión de billetes y monedas. Este gasto podría haber sido significativamente menor si contáramos con billetes de mayor denominación. No sólo porque a mayor denominación menos billetes se necesitan, sino también porque su desgaste sería menor y, por lo tanto, también su recambio”, señaló el informe.
“Además, en los últimos años la impresión tendió a concentrarse especialmente en billetes de $ 100 y $ 50, al punto tal de que hoy en día más de 70% de los billetes en circulación son de esta denominación (vs. 50 por ciento en 2007)”, apuntó la consultora.