Es un camino en pleno tránsito hacia una conciencia que necesariamente deberá sumar más actores, en tanto y en cuanto las condiciones productivas, económicas y políticas ofrezcan los incentivos necesarios para hacer de las buenas prácticas un uso y costumbre del agro nacional.
El trecho que va entre el dicho y el hecho, parafraseando a un refrán popular, es el camino por el que actualmente transita la implementación de las buenas prácticas agrícolas (BPA) en la Argentina. Se trata de una construcción colectiva que con el aporte de más de 90 entidades públicas y privadas vinculadas en red, hacen posible que en forma paulatina y sostenida, los distintos actores de la cadena agrícola tomen conciencia y apliquen un concepto sobre el cual existe un consenso generalizado de sus beneficios para toda la comunidad.
Desde el aspecto técnico, queda claro que existen herramientas, por ejemplo, para regular convenientemente los equipos, que garanticen que operan de forma segura, así como premisas vinculadas con las condiciones climáticas necesarias para indicar o no una aplicación en determinado predio, aún más importante en zonas periurbanas.
En este sentido hay que tener presente que los abordajes técnicos solo se limitarían a aquellas herramientas de mayor o menor uso, si no estuvieran instrumentados por profesionales formados en la necesidad de producir con sustentabilidad. Y es en este aspecto que los jóvenes estudiantes y los egresados de las facultades de agronomía no solo reciben formación específica al respecto, sino que -como sucede con las nuevas generaciones hace ya algún tiempo- llegan a las aulas universitarias con la conciencia ambiental y de sustentabilidad incorporada.
Además, las BPA son ya en la Argentina objeto de certificación a través de normas específicas, como la IRAM 14130. Una de sus partes, referida a los parámetros de la buena aplicación aérea de fitosanitarios, contribuye en dos direcciones correctas: Por una parte, permite a los aeroaplicadores, cuya actividad está correctamente regulada, contar con un proceso que pueda certificar que su operación cumple con las BPA. Y por otro lado, a los agricultores, contratar servicios de empresas certificadas, que comprueban fehacientemente su competencia e idoneidad en la materia.
Pero ninguna de todas estas iniciativas privadas en relación a las BPA tendría realmente incidencia en la agricultura nacional, sin una articulación con el sector público, que desde las autoridades políticas impulse, incentive, regule y tome un rol activo para su aplicación entre los productores.
Felizmente, en los últimos años varias provincias vienen trabajando tanto en forma individual como integradamente en la promoción y aplicación de las BPAs en sus distritos. Córdoba hizo punta, en 2017 con un programa que incorpora a las BPAs como política agroalimentaria, a través de incentivos fiscales para productores que validan prácticas consistentes, como rotación de cultivos, conservación de suelos, asociativismo, aplicación del plan pecuario provincial y acciones de capacitación, entre otras. A él han adherido unos 2.000 productores cordobeses que certifican sus procesos.
Además, fueron incorporados a nivel regional Santa Fe y Buenos Aires, provincias que con programas similares, tomaron el ejemplo de su par mediterránea y ya coordinan acciones en el ámbito del Consejo Federal Agropecuario Pampeano, integrado por las provincias que concentran el 70% de la producción primaria argentina.
En el mismo sentido, esas 3 provincias avanzan en la armonización de normativas relacionadas con el uso y control de la aplicación de agroquímicos y el manejo de envases de productos fitosanitarios, de manera que los productores tengan criterios claros y uniformes para manejarse en sus establecimientos.
Estos son algunos ejemplos de lo que sin prisa, pero sin pausa se lleva recorrido de un camino que, como decía el poeta, se hace al andar, sumando conocimientos, experiencias y sobre todo interacción público-privada, una modalidad de gestión no siempre transitada con la frecuencia que las BPA y otras tantas buenas iniciativas de la sociedad argentina, necesitan.
Es de desear que, en los próximos tiempos, las condiciones económicas, productivas y políticas permitan a todos los actores de la comunidad agroalimentaria avanzar en iniciativas como las BPA, que permitan hacer de la Argentina una tierra de agricultura y ganadería sustentables, una exigencia que las sociedad local y mundial elevará a estándares cada vez mayores a los productores y toda la cadena global de alimentos.
Como ya se dijo, las buenas prácticas son una construcción colectiva. Es por eso que desde Casafe trabajamos activamente en la promoción de las BPA, tanto desde la comunicación activa en redes sociales y medios, como desde la capacitación, en donde alcanzamos a más de 17 mil personas en 236 localidades de todo el país.
Sigamos trabajando juntos, con el compromiso de una agricultura sustentable para hacer de las buenas prácticas, un uso y costumbre del agro nacional.
Autor: Gustavo Portis (Casafe)