Ese fue el catecismo inicial, pero después resulta que se convirtió en coto de caza de unos pocos gigantes norteamericanos que deciden todos los parámetros de la actividad en la red. Europa se está cansando de ser rehén de Estados Unidos en el cíberespacio.
Lo que Philip Stephens sugiere en su columna semanal es que Europa necesita crear su propio marco de economía digital y que el nuevo grupo que se prepara para asumir la conducción de la Comisión Europea debería buscar de establercer “un ecosistema donde las empresas tecnológicas prosperen bajo términos fijados por los europeos”.
El columnista dice que Europa debe fijar su propio marco de reglas sobre datos, privacidad, impuestos y competencia además de libertad de expresión y seguridad.
Esto para Silicon Valley, dice Stephens, puede sonar a herejía pero ¿por qué los ciudadanos de Marsella tienen que obedecer reglas fijadas en Palo Alto, California?
Está de moda temblar ante la sola idea de partir Internet. El modelo fundacional de Estados Unidos ya se ve amenazado en China por un “jardín amurallado”. Rusia y otros estados autoritarios están siguiendo el ejemplo de China. En Europa los reguladores vienen cuestionando desde hace años las prácticas anticompetitivas de los titanes tecnológicos norteamericanos y exigiendo que pagen impuestos como corresponde. Internet se ha convertido en un actor demasiado grande en la vida política de las naciones como para seguir siendo la propiedad de un puñado de libertarios de la costa oeste de Estados Unidos.