Ante la inminente llegada del verano, las altas temperaturas y la escasez de lluvia favorecen las condiciones de sequía y eso alienta el aumento poblacional de algunas especies de tucuras –insectos similares a las langostas que se alimentan de hojas de alfalfa, leguminosas y pasturas– en los mallines y valles bajo riego de la Patagonia. Técnicos de INTA recomiendan la adopción temprana de prácticas de manejo para evitar el avance de esta plaga.
“Es fundamental estar asesorados y conocer la biología de las tucuras para evaluar si es necesario aplicar o no algún plan de manejo y de qué manera llevarlo a cabo”, explicó Valeria Fernández Arhex, especialista del INTA Bariloche e investigadora del Conicet.
Según especificó, en el país existen 203 especies de tucuras y langostas distribuidas por la mayoría de las provincias, de las cuales 14 podrían generar daños de relevancia económica. Entre las más dañinas, se destacan las especies Dichroplus maculipennis (de alas manchadas) y D. elongatus, ya que no sólo atacan gramíneas sino también leguminosas y cultivos.
Una especie de tucura constituye una plaga cuando registra una densidad de entre 6 y 10 insectos por metro cuadrado. La cantidad de individuos por metro cuadrado determina el umbral de intervención –aplicación de algún método de control– que, para las pasturas naturales, es de 8 a 10 tucuras por metro cuadrado y, en el caso de los cultivos, ese número se reduce a 6.
“Estas densidades de tucuras pueden generar importantes pérdidas en pasturas y/o cultivos y ocasionar, por ejemplo, el deterioro de las hojas tiernas y de los brotes hasta impedir su rebrote y provocar su muerte”, señaló. Además, aseguró que la actividad de estos insectos podía afectar la ganadería, ya que compiten por el alimento y, más aún, durante épocas de escasez de pastos.
La presencia de las tucuras en los mallines se prolonga desde octubre-noviembre, momento en que eclosionan los huevos depositados por las hembras durante la temporada anterior, hasta finalizar el verano (marzo-abril). “Si bien no todas las especies entierran los huevos, la mayoría sí lo hace y suelen esconderlos en los bordes de los mallines o cerca de los alambrados”, agregó.
Fernández Arhex aconsejó revisar los mallines durante el invierno en busca de los huevos, acción que facilita la detección de los focos de ninfas en primavera. Durante estos períodos ninfales, los cuales se extienden por varias semanas según la especie y la temperatura del ambiente, las tucuras se conocen como “mosquitas” dado su tamaño diminuto.
“Ese es el mejor momento para localizarlas y controlarlas, ya que, al tener poco desarrolladas las patas para el salto y carecer de alas, no se alejan demasiado de la zona de nacimiento”, observó. Según indicó, se recomienda combatir los focos ninfales con los insecticidas autorizados por Senasa a través de pulverizaciones localizadas.
De igual modo, la especialista sugirió dejar que algunos depredadores como las aves insectívoras (pavos, gallinas y aves rapaces) que se encuentren en la región permanezcan en los mallines, debido a que actúan como agentes de control biológico. Cabe aclarar que las aves deben ser apartadas de los mallines durante la aplicación de los insecticidas.
En el siguiente estadio, cuya duración ronda entre dos y tres semanas según la especie y el clima, las tucuras se denominan “saltonas” por su capacidad de desplazamiento y, posteriormente, “voladoras” cuando ya desarrollan las alas –lapso de entre 30 y 90 días en el que se reproducen–. En estas etapas, se aconseja el empleo de un cebo tóxico compuesto por un atrayente alimenticio como el afrechillo de trigo e insecticida.
“Dejar el control para cuando los insectos vuelan es tarde, porque, al ser adultas, no sólo consumieron parte del mallín, sino que pusieron los huevos para la temporada siguiente”, señaló. No obstante, destacó que, al tratarse de insectos nativos del ecosistema, “el desafío no es exterminarlos, sino mantener sus densidades poblacionales por debajo del umbral de daño”.
Además, indicó que, como la mayoría de los insectos, el pico máximo de actividad de las tucuras es al mediodía, cuando hace más calor. A medida que comienza a oscurecer, estas dejan de alimentarse y se refugian en los arbustos ubicados en los bordes de los mallines.
“Otra recomendación es conservar los mallines húmedos, ya que la sequía causa la muerte de algunos microorganismos –como bacterias y hongos– que se alimentan de los huevos de las tucuras y eso favorece su nacimiento”, agregó. Asimismo, remarcó la importancia de la rotación del ganado para permitir que el mallín recupere la vegetación.
A partir de un convenio firmado entre el INTA, Senasa y Desarrollo Territorial de la Provincia de Neuquén, se realizaron capacitaciones sobre control de tucuras en distintas localidades de Neuquén, las cuales convocaron a más de 100 productores. “Los productores se pusieron en alerta y, desde lo institucional, nos articulamos para responder a la problemática”, observó.
Por otra parte, Fernández Arhex comentó que recientemente comenzó a trabajarse en una investigación, cuyo objetivo apunta a evaluar el impacto económico y ecológico causado por las tucuras en los mallines de Neuquén y Río Negro. Este estudio se prolongará por cuatro años y registra pocos antecedentes en la zona.
De acuerdo con los primeros relevamientos, se comprobó la presencia de las especies más dañinas en los mallines. En cuanto a la densidad poblacional, se determinó que los puntos más afectados son las localidades neuquinas de Loncopué con 22,75 individuos por metro cuadrado, seguida de Ruca Choroi –Aluminé– con 18,7 y Los Miches –Minas– con un promedio de 16,5.
A medida que el estudio avance, la información estará disponible en el Sistema de Información de Patagonia Norte (SIPAN) y servirá para consolidar el Sistema de Monitoreo Productivo y Alerta Temprana dirigido por el INTA Bariloche.(INTA)