Por Emmanuel Paz – e.paz@on24.com.ar
Realización audiovisual por Jorgelina Pinela – j.pinela@on24.com.ar
Café en cantidades, cerveza a todas horas, juegos de mesa y, sobre todo, millennials son los primeros estereotipos que se plantean a la hora de hablar de trabajo cooperativo o coworking. La tendencia que tomó auge en los últimos años con la popularización del esquema de oficinas de Google, se ha convertido en un modelo de negocios que mueve millones de dólares a nivel mundial. Rosario, lejos de quedarse afuera, ya muestra los primeros brotes verdes dentro de este relativamente nuevo mercado, con el desembarco de franquicias y competidores locales que ponen sus fichas en el cambio de la cultura oficinista.
La oferta de espacios de coworking en la ciudad crece, aunque a paso lento y con cautela. Se trata de un negocio con una importante barrera de entrada, tanto por la fuerte inversión inicial que requiere, como por la falta de penetración propia de su relativamente corta edad. Por otro lado, los referentes del rubro sostienen que, bien explotado, puede ofrecer importantes rentas y un impacto positivo para el ecosistema laboral.
Con un esquema de membresías mensuales a un costo fijo, sin adicionales, apuntan a captar un público de profesionales independientes, freelancers y startups. Forbes destacó en un artículo publicado en diciembre de 2018, que las tarifas de este tipo de espacios se vuelven convenientes cuando se las compara con el costo de alquilar oficinas individuales, amoblarlas y adaptar sus instalaciones.
A estas ventajas, se suma la posibilidad de alquilar prácticamente cualquier tipo de espacio, desde un asiento y un lugar en una mesa, hasta escritorios individuales u oficinas completas con varios puestos. A su vez, algunos servicios pueden ser contratados en forma ocasional, como los auditorios, salas de conferencias y salones de reunión.
Aunque todavía hay cierto escepticismo acerca del futuro del negocio, las grandes firmas del rubro como WeWork siguen creciendo a ritmo vertiginoso. En Rosario, cerca de una decena de lugares ya salieron a la cancha. ¿Llegó el coworking para quedarse? ¿Quiénes invierten en el rubro? ¿Cómo es trabajar en un espacio colaborativo? Recorremos los entretelones de un negocio que tiene mucho que contar.
Todos tienen un lugar
Un imponente galpón ocupa la esquina de Jujuy y Rodríguez, en pleno Pichincha. Puertas adentro, se desarrolla otro día de trabajo en La Maquinita Co.. Programadores e ingenieros en sistemas conviven y comparten mesas con publicistas y diseñadores. Por otro lado, en Córdoba 2035, la mansión que se emplaza frente a la Facultad de Derecho abre sus puertas para recibir a los coworkers de Punto Ian Co., firma local que busca ganarse un lugar en el mercado rosarino que todavía tiene pocos, aunque fuertes competidores.
Tanto Ariel Fiori, gerente de La Maquinita, como Estafanía Grimaldi, community manager de .Ian, se prestaron a un recorrido por las instalaciones. Entre mesas comunes, espacios recreativos, sillones y notebooks, empezaron a surgir las primeras claves del concepto. Los dos hablan de “comunidad”, en referencia a sus respectivos “Maquineros” y “Workians”. “Apostamos a generar interacción a través de eventos internos que pasan a ser como rituales para nosotros”, comentó Fiori. Los “meet your neighbour” son una práctica habitual en el espacio de Pichincha, en la que los nuevos integrantes se presentan ante el resto.
Por su parte, Grimaldi hizo foco en la complementariedad de ciertas tareas y profesiones. “Todo el tiempo pasa que a un coworker en particular se le plantea un problema y tiene la posibilidad de compartir espacio con otro que puede solucionarlo”, afirmó. Sabrina, que alquila un puesto en una mesa común para dedicarse al marketing digital, agregó: “Cuando uno trabaja desde su casa, muchas veces se termina aislando. Es bueno contar con un espacio en el que se puede estar con gente del mismo sector”.
No obstante, la interacción no es todo en un espacio de coworking. Alquilar oficinas privadas o puestos fijos es una opción totalmente válida. Tanto .Ian como La Maquinita disponen de espacios exclusivos que alquilan a grandes clientes como General Motors y Danone. Según informaba The Economist en julio de 2018, cerca de un cuarto de las membresías de WeWork eran grandes empresas. “En junio (de 2018), Facebook le pidió a WeWork un edificio entero para varios miles de trabajadores”, contaba el medio londinense.
Randstad, la firma de recursos humanos, comentaba en uno de sus artículos dedicados al trabajo colaborativo: “este tipo de emprendimientos, y su éxito creciente, instalan la reflexión sobre el equilibrio entre vida privada y trabajo”. Según plantea la empresa, “trabajar es vivir y vivir es trabajar y uno trabaja haciendo lo que ama” y el brindar un espacio que borra esa frontera, al mismo tiempo que intenta construir una comunidad, es el valor agregado del coworking.
Así, si bien son los pequeños emprendedores y freelancers los principales clientes de este mercado, hay un margen para que grandes empresas puedan verse atraídas por sus ventajas.
Uno para todos
Sea el caso de una red de espacios como La Maquinita o un local particular como .Ian, la infraestructura es un punto clave en el desarrollo del negocio. Según la consultora Craft, El 92,2% de los ingresos de WeWork proviene de las membresías, con lo cual contar con una buena capacidad y diversidad de espacios se vuelve un factor crucial. Al mismo tiempo, la promesa de este tipo de lugares es ahorrar preocupaciones, por lo tanto es vital tener especial cuidado en la instalación de cableado e instalaciones.
.Ian Co. eligió como sede una mansión emblemática del Paseo del Siglo. Ubicada en Córdoba al 2035, frente a la Facultad de Derecho. El inmueble cuenta con 800m2 en dos plantas y subsuelo, que abarcan un espacio compartido principal en planta baja, mesas de trabajo particulares, oficinas privadas, salas de reuniones, un auditorio totalmente equipado, cocina y área de esparcimiento. Además, tiene acceso directo a una playa de estacionamiento que desemboca en calle Moreno.
La Maquinita distribuye sus áreas de trabajo en dos pisos. En la planta baja se encuentra la cocina, un espacio de 150m2 en el que se ubican buena parte de las mesas colaborativas, las heladeras y utensilios culinarios. En el primer piso, se emplaza el área de esparcimiento que cuenta con otros 150m2, otro sector de mesas colaborativas, las oficinas privadas y su sala de eventos.
El modelo de negocio que siguen este tipo de lugares implica ofrecer un producto fácilmente adaptable a los requisitos de los usuarios. Ambos usan membresías mensuales sin un contrato de locación que se prolongue en el tiempo. A su vez, éstas se dividen en tres categorías según el tipo de puesto y la cantidad de tiempo de permanencia en el lugar:
Hot Desk o Nómade: Sin puesto fijo y con un límite de tiempo por día establecido por el lugar. Cuesta entre 3500 y 3800 pesos más IVA.
Surf Desk o Residente: Un puesto fijo en una mesa colaborativa, por mes y sin límite de tiempo por día. Cuesta entre 4200 y 5000 pesos más IVA.
Fixed Desk: Un escritorio fijo apto para pc de escritorio o monitores permanentes, por un mes completo y sin límite de tiempo. Cuesta entre 5500 y 6000 pesos más IVA.
Own Office: Oficina privada. Cuesta entre 6000 y 6600 pesos por trabajador, más IVA.
Mitos y verdades
Como toda nueva tendencia, el trabajo colaborativo y los espacios de coworking reciben su cuota de críticas y prejuicios. Forbes elaboró una serie de “conceptos erróneos” acerca de estos lugares, entre los que se destacan: “son caros”, “distraen” y “sólo son para creativos”. Bobby Goodman, autor del artículo y cofundador de Truss, empresa dedicada a asesorar empresarios y ayudarlos a encontrar oficinas y espacios de comercio, da a entender que la flexibilidad es la defensa principal del coworking ante este tipo de críticas.
Según Goodman, la variedad de servicios a contratar con la consecuente variación en el nivel de precios a pagar es un punto clave para su competitividad. A su vez, el poder optar entre espacios colaborativos, puestos individuales u oficinas particulares, de algún modo puede ser una forma de evitar distracciones. Y, con respecto al último, pueden encontrarse trabajadores de múltiples rubros en cada espacio; un reporte de WeWork de 2017 publicado por The Economist muestra la composición de sus miembros por rubro.
Otros preconceptos, como asociarlos a un determinado rango etario también son discutidos por los empresarios del sector, como Fiori de La Maquinita, quien dijo: “La edad no es un obstáculo para nada. Tenemos gente de más de cincuenta años e incluso dueños de sus propias empresas”. Mientras tanto, Grimaldi, de .Ian, afirmó: “Cualquier emprendedor o freelancer puede venir a trabajar acá”.
No obstante la buena aceptación que esta nueva cultura laboral está logrando, también surgen voces que marcan contrastes. Ranstad, por ejemplo, aclara que “la vida del trabajador independiente no es para todos, ni debería serlo”. Incluso hace hincapié en factores que pueden verse desplazados por el coworking, como “la historia, la trayectoria y las costumbres de las empresas tradicionales”.
Debates aparte, la expansión del coworking con WeWork como abanderada no se detiene. De acuerdo a la métrica finaciera calculada por la consultora Craft Co., con base en las últimas rondas de financiación de la empresa, la valuación del paquete accionario de la firma estadounidense rondaría los 47.000 millones de dólares. En el mismo sentido, sus ingresos alcanzaron los $728 millones de dólares para el último cuatrimestre, según Bloomberg.
¿Qué ocurre en Rosario mientras tanto? De momento, la firma internacional sólo ha desembarcado en Buenos Aires, dejando margen para que los empresarios rosarinos y las redes nacionales hagan sus apuestas en la ciudad, pensando en no quedarse afuera de un negocio que llega a cada vez más países.