Estamos en un momento donde a todos nos preocupa la caída en los precios internacionales de la soja en el mercado de Chicago. Diversos analistas intentan intuir hacia donde puede ir el futuro del complejo oleaginoso mundial y los precios de sus productos. De allí que resulta interesante volver a analizar cuales eran las proyecciones que realizaba para el sector la OCDE-FAO hace un año atrás en su informe “Perspectivas agrícolas 2013/2022” y las recientes emitidas a mediados del corriente año en el “Perspectivas agrícolas 2014/2023”. Recordemos que se tratan de dos prestigiosas organizaciones, sumamente serias y precisas en sus dictámenes técnicos: la OCDE es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la FAO es la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Ambas utilizan el modelo matemático-cuantitativo denominado AGLINK-COSIMO, con el cual realizan las proyecciones.
Recordemos que los modelos cuantitativos se han utilizado en la agricultura desde hace décadas para analizar los impactos de cambios de política y otros acontecimientos sobre diversas variables económicas, agrícolas y ganaderas. La utilización de este tipo de herramientas es importante, porque contribuyen con información relevante a la toma de decisiones en el sector agropecuario y a la selección de las estrategias productivas más adecuadas. Permiten observar las direcciones y los órdenes de magnitud de los efectos que generan los cambios sobre precios, producción, consumo, comercio y sus interacciones.
En el mundo existen varios tipos de modelos –además del OCDE-FAO que emiten proyecciones sobre el futuro del sector agrícola a nivel mundial y de países específicos como Estados Unidos, Brasil, Argentina, entre otros. Los más conocidos son:
a) El modelo Country Linked System del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) que utiliza para el desarrollo de su Outlook.
b) El CAPRI de la Unión Europea, que es un modelo con gran detalle regional orientado a analizar la Política Agrícola Común del bloque.
c) El modelo IMPACT del IFPRI (Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias).
d) El FAPRI (Food and Agricultural Policy Research Institute) tiene un grupo de modelos de equilibrio parcial por país que se interrelacionan entre sí. A este proyecto se sumó recientemente el ICONE (Instituto de Estudios del Comercio y Negociaciones Internacionales) el cual desarrolló el Brazilian Land Use Model, que fue utilizado para generar el documento Outlook Brasil 2022.
e) EL PEATSim-AR, nuestro gran producto argentino. Se trata de un modelo matemático no econométrico desarrollado por la Fundación INAI (Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales). Del mismo surgió el trabajo conocido como ERAMA-INAI (Escenario de Referencia Agroindustrial Mundial y Argentino), con el apoyo de las mismas instituciones que conforman la Fundación INAI (Bolsa de Comercio de Rosario, Bolsa de Cereales de Buenos Aires, Bolsa de Cereales de Córdoba, Bolsa de Cereales de Bahía Blanca, Bolsa de Comercio de Santa Fe, la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina, elCentro de Exportadores de Cereales, la Federación Argentina de la Industria Molinera y la Federación de Centros y Entidades Gremiales de Acopiadores de Cereales).
El modelo AGLINK-COSIMO, que elaboran conjuntamente la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), se ha utilizado en los dos últimos informes anuales de “Perspectivas Agrícolas” del año 2013 y 2014.
Con respecto a las semillas oleaginosas, el informe de perspectivas del 2013/2022 indicaba lo siguiente a nivel mundial:
- La producción mundial de semillas oleaginosas aumentará un 26% al cabo de 10 años. Pasaría de 390 millones de toneladas anuales (Promedio de productivo del período 2010-2012) a 490 millones de toneladas en el 2022 (Ver cuadro N°1).
- La mayor rentabilidad de las semillas oleaginosas respecto de los cereales secundarios (maíz, sorgo, etc.), favorecerá la distribución de la tierra en favor de las semillas oleaginosas. Este fenómeno lo estamos observando en la actual campaña en nuestro país, donde la mayor rentabilidad del cultivo de soja está desalentando la siembra de maíz, producto éste que tiene un mayor costo de implantación y una menor rentabilidad esperada que la oleaginosa.
- Con el 93% de las exportaciones mundiales en el año 2022, el continente americano será el mayor proveedor de semillas oleaginosas del mundo, liderado por USA, Brasil y Argentina.
- Se espera que China consolide aún más su posición como el principal importador de semillas oleaginosas, pero se proyecta que su participación del producto triturado mundial de semillas oleaginosas se estabilizaría en el orden del 25% del total mundial. Pasaría de 58 millones de toneladas importadas en el 2010-2012 a 82 millones de toneladas en el 2022.
- Después de un periodo de crecimiento desproporcionado en la producción de aceite de palma, se prevé que su participación en la producción total de aceite de semillas oleaginosas se estabilice en alrededor de un tercio de la producción total de aceite vegetal. La producción mundial de aceite vegetal permanecerá muy concentrada en la próxima década pues el crecimiento se origina en las principales regiones productoras. La demanda alimentaria sigue siendo intensa con base en el crecimiento de los ingresos y de la población; los usos para combustible están sustentados por los mandatos de consumo.
- Se prevé que la producción mundial de harina oleaginosa aumente 25% desde el promedio (2010-2011-2012) hasta el año 2023. Pasaría de 271 millones de toneladas a 338 millones de toneladas en el 2023. Casi 67 Mt más de producción en 10 años. Dos terceras partes de este aumento deberán proceder de cuatro países: Argentina, Brasil, China y Estados Unidos de América. En comparación con la última década, el crecimiento del consumo de harinas oleaginosas disminuiría significativamente, reflejando tanto un crecimiento absoluto más lento en la producción ganadera mundial como un crecimiento más lento en el uso relativo de la harina oleaginosa en las raciones de forraje, que reflejan un proceso de transformación estructural menos rápido en el sector ganadero de la próxima década.
- Se espera que la producción mundial de aceite vegetal aumente 25% o 39 Mt durante el periodo de 10 años. Es probable que se mantenga muy concentrado en ocho principales productores (Indonesia, Malasia, China, la Unión Europea, Estados Unidos de América, Argentina, Brasil e India), que representan casi 80% de la producción total durante el periodo de proyección. Está proyectado que la producción de aceite de palma de Indonesia y Malasia crezca en promedio 1.9% anual, un ritmo más lento que en el pasado ya que las restricciones de superficie, las limitaciones ambientales y los costos de mano de obra son cada vez más restrictivos. Debido a este crecimiento menor de la producción, la proporción de aceite de palma en la producción total de aceite vegetal se estabilizará en alrededor de 34%. Con base en el uso de semillas importadas en la trituración nacional, China ocupará el tercer lugar en la producción de aceite vegetal.
Yendo ahora al tema precios, como indicábamos al inicio, con la fuerte baja de los precios de la soja en Chicago durante el 2014, ha crecido en los últimos meses la preocupación en Argentina sobre el horizonte futuro de estos valores. Resulta útil releer el informe anterior de “Perspectivas agrícolas de la OCDE-FAO” del año pasado (2013), ya que allí encontramos un panorama más alentador para nuestro país y el futuro de nuestros productores. En dicho informe“Perspectivas 2013/2022”, en la página N° 150, los expertos indicaban textualmente:
“A partir de precios muy altos del aceite vegetal y de las semillas oleaginosas desde el año 2010 (en el mercado internacional), la sequía del año 2012 en Estados Unidos de América dio lugar a precios aún más altos. Situada en 14%, la proporción “existencias-uso” mundiales de las semillas oleginosas en 2012 es baja respecto a las proporciones históricas, así como respecto a los cereales secundarios y el trigo. Incluso bajo las condiciones climáticas normales, se espera que se mantenga en este nivel, por lo que resultaría difícil que el mercado amortigüe -de manera eficiente- un caso de un déficit de producción.
Luego el informe intuía –en el año 2013- lo que está sucediendo en la actualidad. Indicaba textualmente “Suponiendo rendimientos normales en todas las regiones productoras, la producción mundial de semillas oleaginosas deberá repuntar en las campañas comerciales de 2013 y 2014, dando lugar a una brusca reducción de precios internacionales de semillas oleaginosas y sus productos”. El organismo -de alguna forma- predijo la brusca reducción de los precios internacionales del poroto de soja que estamos observando ahora en la campaña 2014/2015, producto de la excelente cosecha norteamericana y la esperada buena campaña de Brasil y Argentina en los próximos meses.
Pero lo alentador para Argentina viene en el párrafo siguiente del informe OCDE-FAO cuando indica “Después de esta corrección, se espera que los precios aumenten lentamente con base en una fuerte demanda para consumo humano y para combustible del aceite vegetal y en una demanda de harina oleaginosa para forraje”. Esto indica que según el informe del año 2013 de la OCDE-FAO, los precios de las semillas oleaginosas –entre ellas la soja- tendrán una recuperación lenta por la importancia de los consumos humanos, combustible y harina oleaginosa para alimentación de animales. Si bien dice “aumento lento”, es toda una señal de que- según las predicciones del organismo- no habría una caída estrepitosa en los precios de las semillas oleaginosas.
Esta afirmación es confirmada –de algún modo- por las proyecciones de precios nominales de las semillas oleaginosas emitidas en el último informe “Perspectivas agrícolas 2014-2023” de la OCDE-FAO con datos del mes de Junio de 2014 (Ver cuadro N°2). Allí podemos observar que los precios nominales promedios ponderados de las semillas oleaginosas en los años 2014, 2015 y 2016 se amesetarán en una banda de 493 U$S la tonelada a 511 U$S (precios promedios). Pero a partir del año 2017 se produciría una lenta recuperación para pasar de 507 U$S la tonelada en ese año a 521 U$S en el 2023. Si bien los precios no recuperarían los excelentes registros de los años 2007, 2010, 2011 y 2012 cuando se alcanzaron precios promedios de 580 U$S la tonelada, de ninguna manera caería a valores tan bajos como los del año 2005 cuando ascendieron –en promedio- a 268,2 U$S la tonelada.
En relación al precio promedio nominal de las harinas, se observa un amesetamiento desde el año 2015 en torno a las 400 U$S la tonelada, el cual persistiría hasta el año 2023. Si las proyecciones se cumplen, no podríamos volver a ver los interesantes registros del año 2012 o 2013 cuando las harinas oleaginosas registraron precios promedios del orden de los 480 a 494 U$S la tn. Pero estos precios amesetados no son del todo malos y duplican el registro del año 2005 (197 U$S la tonelada).
En los aceites vegetales, habría una alta volatilidad de precios según las estimaciones de la OCDE-FAO. Desde el 2014 se sucederían bajas hasta alcanzar los 853 U$S la tonelada en el año 2017. Pero luego habría una paulatina recuperación hasta llegar a 1.042 U$S la tonelada (valores nominales promedio). Este precio es exactamente el doble que el registrado en el año 2005.
Si bien estamos hablando de proyecciones a 10 años y con precios promedios nominales (no computamos el efecto de la inflación internacional), que organismos reconocidos como la OCDE y la FAO no planteen escenarios catastróficos para los precios del complejo oleaginoso, ya es todo un logro y da paso al optimismo. Es auspicioso en el medio del fuerte desaliento e incertidumbre actual. Esperemos que la realidad confirme estas estimaciones para el bien de nuestra economía, tan dependiente del complejo oleaginoso.
Fuente: Julio Calzada – BCR