La Khaleesi es como Cristina Kirchner

Por Ernesto Edwards / Filósofo y periodista / @FILOROCKER

Para enmendar una interpretación incompleta, a la luz de cómo realmente se ha mostrado, en esta historia ficcional, el personaje de Daenerys Targaryen, escribo esta nota después de haber publicado otra en la que creí que Cristina Fernández se parecía sólo a la despreciable Cersei Lannister.

Redacto lo siguiente dando la ventaja de que aún no se emitió el capítulo final de “Game of Thrones”, la serie televisiva que concita la casi unánime atención mundial, muy similar a lo que ocurría a finales de los ’60 con lo que sería el esperado epílogo de “El Fugitivo”. Nadie hablaba de otra cosa en el trabajo o en el bar de la esquina.

Por obra y gracia, y por falta de idoneidad también, los guionistas de este Juego de Tronos han apurado, en sólo seis maxicapítulos, el desenlace de toda la saga, en esta octava temporada, apenas con los pocos datos y algunos detalles que les brindó su autor, el ya anciano George R. R. Martin, quien les anticipó el qué pero no el cómo. Fue así que lo que se fue desarrollando a nivel de la psicología de cada uno de los personajes principales, sobre el cierre del serial, han mutado abruptamente sus características, tranformándose, en algunos casos, de héroes en villanos. Y viceversa.

En agosto de 2017 publicaba, en este mismo medio, “Cersei Lannister es como Cristina Kirchner”. Fundamentalmente apuntando a desmentir la afirmación de la propia Cristina Fernández, quien años atrás había reconocido su predilección por la serie “Juego de Tronos” y su admiración por el personaje de Daenerys Targaryen, la por entonces popular Khaleesi. Agregando, en dicha nota que, sin embargo, para los que conocemos la saga literaria, la viuda de Kirchner se parecía, y cuánto, a Cersei Lannister.

Estábamos transitando la segunda mitad de la séptima, breve (siete episodios) y penúltima temporada de la exitosa y multi laureada “Juego de Tronos” (“Game of Thrones”), serie televisiva de HBO que ya se convirtió en un clásico histórico, de la que se se sabía tendría este año la sesión final, con apenas seis capítulos. Basada en textos literarios del citado estadounidense George R. R. Martin (cuya colección completa, “Una Canción de Hielo y Fuego”, desde hace años no acaba de publicar, y que los guionistas del serial ya habían superado en la trama los libros originales), escritos como género fantástico para adultos, de tinte medievalista europeo, con todos los ingredientes necesarios como para hacerlo comercialmente atrapante.

Incluyendo una numerosa galería de personajes, cada uno con minucioso desarrollo propio y en constante renovación, “Juego de Tronos” se destaca por una adaptación televisiva de impactante estética, impecable edición, cuidada musicalización, logradas actuaciones, con atractivas locaciones en Islandia, Marruecos, Irlanda, España, Croacia y Malta que requieren escasos efectos especiales de posproducción, con la recreación de un período histórico de imprecisa temporalidad que da marco a inesperados giros, y una magia omnipresente que no siempre es explícita. Y conspiraciones, traiciones, asesinatos, mucho sexo y desnudeces, y enorme suspenso.

Recordemos que la trama se organizaba en función de la aspiración al “Trono de Hierro” por parte de algunas familias que a lo largo del Poniente (territorio fantástico que aloja a todos) consideran como legítimas sus pretensiones de ser monarca de los Siete Reinos. La narración se inicia con Ned Stark, jefe de la familia del mismo nombre, acudiendo a Desembarco del Rey, atendiendo al pedido de ayuda de su amigo el rey Robert Baratheon, quien morirá accidentalmente, siendo sucedido por Joffrey, su primogénito adolescente, que en realidad es hijo incestuoso (algo que al inicio no todos saben) de su esposa Cersei con su cuñado Jaime Lannister, a su vez principal guardia real y afamado espadachín culpable de un regicidio anterior, de ahí que se lo conozca como el “Matarreyes”. Luego, Jaime crecerá cada vez más en la línea argumental. La familia se completa con Tyrion, el retorcido e intelectualmente brillante hermano enano, y Tywin, el implacable padre de los tres, que fuese un veterano, millonario y exitoso militar sobre el que giraron, en las primeras temporadas, las principales conspiraciones e intrigas palaciegas, e intensas inquinas familiares. Al punto de ganarse el odio de su propio hijo menor, ya que Tywin será asesinado de un ballestazo por Tyrion mientras aquél estaba ocupado en el retrete.

Los sucesivos crímenes de todos contra todos, con fondos épicos de batallas que se harán legendarias, o de memorables crímenes familiares masivos (como “La Boda Roja”) son el marco de los dos principales protagonistas de “Juego de Tronos”: el poder y la venganza. Con el Muro de Hielo custodiado por la Guardia de la Noche para contener el acecho de míticas criaturas y la rebelión de los postergados. Con Daenerys Targaryen, la por entonces carismática Khaleesi que irá empoderándose mientras se hace madre de tres dragones que sostendrán su búsqueda de ser reina. Con el finado Stannis Baratheon aproximándose al trono a partir de los conjuros de su amante bruja Melissandre. Con Jon Snow, que por aquellos días sólo conocíamos que era el hijo bastardo de Ned Stark concebido de madre desconocida (aunque sobre el epílogo de GoT de ese año se irá sabiendo que en realidad sus padres podrían ser otros y estar muy próximamente ligado, a nivel de parentesco, con Daenerys: era su sobrino). Con Sansa y Arya Stark, las hermanas -niñas devenidas en mujeres con historias propias. Con Bran Stark, el más chico de la familia, paralizado tras un atentado de Jaime Lannister al ser descubierto teniendo sexo con su melliza Cersei, quien irá consiguiendo que sus dos hijos varones (y adolescentes) hereden fugazmente el trono. Bran luego será clave para conocer el pasado, al punto que devendrá en el Cuervo de Tres Ojos, que todo lo ve, presente y ayer. Y con Theon Greyjoy buscando reconocimiento en medio de sus adversidades y de una familia perversa, antes de ser cruelmente mutilado en su virilidad, el complejo entramado de “Juego de Tronos” tuvo siempre asegurado un despliegue argumental fluido, interesante y sugestivo, fundamentalmente porque cada uno irá aproximándose de modo inexorable, sin importar los medios, cada vez más al trono, y al poder, tan deseados.

Hasta allí, era la trama general. Pero a los fines de mi anterior reflexión, importaban sólo dos personajes: Daenerys Targaryen y Cersei Lannister. La primera, la bella y platinada reina de los dothraki, la madre de los dragones, interpretada por Emilia Clarke, representaba y encarnaba reconocibles valores (aunque todo no sea así). Hija mujer única del rey Aerys II, fruto de su amor incestuoso con su hermana Rhaella, tras la muerte de su padre y de su hermano mayor, y también huérfana de madre, su hermano Viserys será el heredero Targaryen para el codiciado Trono de Hierro. Su personaje será el que tenga la mayor transformación interior de la saga, ya que de adolescente y joven tímida e insegura, sometida por su hermano a casarse con el brutal Khal Drogo, devendrá en una mujer decidida, ambiciosa y audaz. Y también en el borde del mesianismo. Aunque temporada tras temporada se fue erigiendo casi como un ícono del feminismo, más allá de que siempre se mostró dispuesta a hacer un desastre con tal de conseguirse el trono para ella sola.

Por su parte, Cersei Lannister, la innegable antagonista de la historia, dedicó años de su vida a ser la monarca consorte del Trono de los Siete Reinos, casada como estaba con Robert Baratheon, a la sazón el gran engañado por la escandalosa infidelidad de Cersei con su hermano gemelo Jamie. Cersei es patológicamente narcisista, paranoica, inmoral, intrigante, insaciable, insensible e implacable. Y hará hasta lo inimaginable en pos de llegar a ser ella misma la reina de todos. Aunque no le corresponda por donde se la mire. Convencida de que el amor debilita, sólo se permitirá esta debilidad nada más que por su hermano. Hasta sus hijos serán un escalón más de sus ya explícitas ambiciones. Una vez a la cabeza de Poniente, demostrará que en el fondo es una gran incapaz para gobernar, aunque por momentos tenga sorprendentes momentos de suerte. Imprudente como ella sola, sin embargo decide rodearse de aquellos que no dudan en adularla y elogiarla hasta lo absurdo. Intolerante frente al debate y el desacuerdo, calificará de traidores a todo allegado que tenga un enfoque diferente. Tampoco dudará en manipular con el uso de un burdo estilo de seducción. Algunos dirían que los atributos visibles de su personalidad y estilo se aproximan peligrosamente a lo conocimos, desde la Historia, de Lucrezia Borgia, nada menos. Sí, Cersei es absolutamente despreciable. Y ello no cambió con el final del penúltimo capítulo de la serie, en el que parece humanizarse, junto a su hermano amante, y la muerte pisándole los talones, antes de perecer aplastados por su propio palacio real, en Desembarco.

Volvamos al presente. Admirar, se sabe, implica querer ser como el objeto de admiración, con el que se identifica y se siente representado. La viuda de Kirchner decía identificarse con la Khaleesi. O eso pretendía. Y yo creía que eso sería otra más de sus equivocaciones, cuando en Twitter, el 28 de abril de 2013 (poco antes de que me bloqueara por su baja tolerancia a la discrepancia y el debate inteligente) tuiteara: “Game of Thrones. ¿Mi personaje favorito?: la Madre de Dragones. Seguro se queda con Robb Stark ¿o con Jon Snow?.” (Los errores sintácticos son fallas de origen).

¿Cómo pretendía ser como la ejemplar Daenerys Targaryen, aquella que afirmaba buscar el Trono de Hierro para liberar a la gente de infames tiranías? Pero, claro, Cristina la tiene más clara que la mayoría de nosotros, y sabe muy bien de qué habla. La Madre de Dragones, la Primera de su Nombre, aportes de la torpeza de los guinistas mediante, finalmente mostró su verdadera cara, la de la Mad Queen (Reina Loca) que en su esencia es puro resentimiento y sed de venganza, y que sólo acepta o perdona a aquellos que se les someten incondicionalmente, y la adulan con descaro. Y que por el trono, El Trono, no dudará en masacrar mujeres, ancianos y niños, y en dejar campo arrasado, con tal de sentarse en el lugar que, ya se sabe, no le corresponde. Y no le importa saber que ya no es la heredera legítima. Matará por ello. A todo el que se le oponga. Como a Lord Varys, su principal asesor, a quien, sin mostrar emoción alguna, ejecutará dando la orden “Dracarys” a Drogon, su único dragón–hijo que le quedó vivo. Sí, que lo devore el fuego. Como hará con todo Desembarco del Rey.

Para todos aquellos que seguimos el Juego, sólo nos queda la esperanza de que Arya Stark, nuestro único héroe en este lío, se la cargue a la Khaleesi en el último instante, cumpliendo la profecía de Melissandre. Quizás como metáfora de que el país (o los peronistas) y la vida política argentina merecen otro peronismo. Es decir una renovación que con dirigentes idóneos proponga una instancia política superadora.

No lo sugiero yo. Lo dijo Cristina Kirchner. Y con el diario del lunes, reconozco la equivocación: la viuda no sólo tiene lo peor de Cersei Lannister. Cristina, también, es como la Khaleesi. Sí, el invierno ya llegó.

Ficha Técnica

JUEGO DE TRONOS (EE. UU., HBO, 2011 – 2019)

Libro original: George R. R. Martin – 7 temporadas – 73 capítulos de 55’ aprox. (menos los de la temporada 2019, más extensos)

Con: Peter Dinklage, Emilia Clarke, Kit Harington, Lena Headey, Maisie Williams, Sophie Turner y Jack Gleeson – Calificación: Excelente

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