Guillermo Alonso, gerente del Servicio Técnico de Nidera, analizó los componentes del rendimiento del cultivo de maíz. “La genética contribuye con alrededor del 35% al 40% del rinde –explicó-, la densidad de siembra es responsable del 16%, el 32% depende de la fertilización y el distanciamiento entre hileras contribuye con un 9%”. La ganancia genética de los maíces de Nidera en los últimos 15 años ha sido de 186 kilos por hectárea anuales.
El distanciamiento entre hileras fue uno de los temas más consultados por los asistentes. Al respecto, Alonso mostró resultados de ensayos realizados por la Universidad Nacional de Río Cuarto en los que las parcelas con hileras a 35 cm. tuvieron un rendimiento 10,5% mayor que las sembradas a 52 cm.
En el marco de unas jornadas organizadas por la semillera Nidera, Alonso presentó dos de los híbridos de maíz de la última generación de Nidera. El AX 7822, que sale al mercado en las versiones TDTG, HCLMG, TDM y HCL, se adapta a siembras de primera y de segunda, con muy alto potencial de rendimiento y excelente comportamiento a quebrado y vuelco. Además, su espiga Flex, que aumenta su productividad frente a condiciones favorables, permite manejar bajas densidades. El otro híbrido presentado fue el AX 7761 TDM que se caracteriza por el elevado potencial y estabilidad de sus rendimientos y un muy buen comportamiento a Roya, recomendado para toda el área de siembra templada y adaptado a siembras con altas densidades.
Para las siembras tardías, que en las últimas campañas han aumentado su participación, el técnico de Nidera recomendó el AX 7822 para las regiones ubicadas al Norte de la Ruta Nacional Nº 7 y el AX 852 para los lotes de la provincia de Buenos Aires. Se trata de dos híbridos de maíz de ciclo intermedio, de rápido secado, con los eventos Bt, Vtpr y Vipt, y que presentan buen comportamiento a Tizón y Fusarium.
Apuntando a reducir la brecha entre los rendimientos alcanzados y los potenciales, el especialista Gustavo Maddonni describió aspectos de la ecofisiología del maíz que sirven de base para decidir el manejo del cultivo. En primer lugar mostró los efectos de la fecha de siembra, remarcando que “a medida que se pasa de siembras tempranas a tardías se reduce el rendimiento potencial, pero en algunos escenarios se puede asegurar un mejor rendimiento alcanzado. Por lo tanto, se tendría una menor brecha de rendimientos con el maíz tardío”. También recordó que en las siembras tardías se debe cuidar el riesgo de heladas tempranas que puedan interrumpir el llenado de granos.
Maddonni repasó además otras prácticas de manejo que ayudan a sostener los rendimientos, como la densidad de siembra según la oferta hídrica o nutricional. En este tema también recordó que por lo general las plantas de maíz tardío son más grandes y por lo tanto esto se debe considerar al definir la densidad de siembra.
Otro de los aspectos que desarrolló el especialista fue el manejo de la nutrición del maíz en cultivos tempranos, tardíos y de segunda. “Los modelos que simulan la oferta de nitrógeno en función de la relación de precios de insumo y producto nos muestran que en los maíces de segunda, que son más dependientes de las lluvias que reciben durante el ciclo, hay años en los que no convendría fertilizar, mientras que los tardíos tienen una mayor cantidad de años en los que puede ser conveniente la fertilización ya que arrancan el ciclo con el perfil del suelo recargado”.
Por su parte, el fitopatólogo de la UBA, Marcelo Carmona, dejó siete mensajes para atender los problemas fitosanitarios de la soja: 1) Conocer el riesgo sanitario de cada escenario productivo a través de evaluar cuáles son los patógenos que ofrecen riesgo de ataques y la susceptibilidad de los cultivares que se sembrarán; 2) Considerar con qué herramientas se cuenta para contrarrestar esos patógenos (“La rotación de cultivos es recomendada para enfermedades foliares pero lamentablemente no para patógenos del suelo”, enfatizó); 3) Conocer anticipadamente los criterios de manejo químico para enfermedades foliares (“Por ejemplo, se puede estimar la severidad de las enfermedades de fin de ciclo sabiendo la ocurrencia de días con lluvias mayores a 7 milímetros”, comentó; 4) Evaluar el conocimiento que se tiene sobre los fungicidas; 5) Conocer las nuev as tecnologías disponibles; 6) Evaluar los costos ocultos; y 7) Tener en cuenta que la rentabilidad es proporcional a la cantidad de conocimiento aplicado.