En el marco del simposio Valor Ganadero, que se desarrolló en Rosario, el filósofo Raúl Motta, investigador de la Universidad del Salvador (USAL) y la Unesco, hijo de una familia tambera de la zona de Junín y General Viamonte, en el noroeste bonaerense, disertó sobre “La relación entre tradición e innovación en las sociedades complejas. La ganadería argentina: el sostenimiento de una pasión estratega”.
Motta explicó que siempre la innovación tiene su cuota de riesgo y puede perderse algo de la experiencia acumulada y que innovar es relacionar cosas cuya relación otros no ven o vinculan cosas que a priori no tienen relación. El desafío del futuro es saber gestionar el conocimiento que -al igual que la innovación- es el valor más importante y lo más caro del proceso económico. El pensamiento debe ser tomado como una herramienta de innovación, para saber qué hacer con nuestra experiencia ante los nuevos desafíos. Es decir que hay que pensar en el momento justo y de la manera correcta, precisó.
El desafío es cómo pararse frente a la tensión experiencia – innovación. En la actualidad la humanidad maneja conocimientos compartimentados que cuesta mucho integrar. “Se ha producido una ruptura muy fuerte entre la juventud planetaria y las generaciones mayores. Hay una sensibilidad juvenil nueva que está totalmente escindida de sus mayores. Esto genera problemas entre jóvenes y sus padres. El aula se ha transformado en una guerra generacional por incomprensión mutua”, señaló Motta.
Definió a la tradición como un sistema de contención que da pertenencia, identidad y sustentabilidad y a la innovación como la búsqueda de caminos distintos para separar cosas que antes iban unidas. Dijo que “hay que lograr un equilibrio político entre ambos valores y que esa tensión debe articularse permanentemente”.
Para gestionar esa tensión en cualquier sector productivo, incluido el ganadero, debe contemplarse una estrategia que incluya procesos de adaptación, adecuación, adopción y anticipación. Y mencionó cuatro pares de conceptos opuestos pero complementarios y no excluyentes, que explican la resolución del conflicto. Son ellos: tradición – innovación, conservación – revolución, pasión – conocimiento, y programación – estrategia. “Combinar estos pares de opuestos es producir una estrategia de alto impacto”, sentenció.
Tradición y pasión ganaderas
Motta recordó que la tradición tiene un fuerte arraigo en la ganadería por tratarse de una actividad milenaria que provocó una transformación social en la humanidad muy importante. Pero debe estar en equilibrio permanente con la innovación porque sostener una innovación nos puede perjudicar. Y lo mismo puede pasar con la innovación si la introducción al proceso productivo no se realiza adecuadamente.
El par conservación – revolución parece conceptualmente una dupla irreconciliable, al menos desde el punto de vista ideológico – político. Pero a veces, para conservar hay que revolucionar y viceversa. Porque, por ejemplo, sin revolucionar la manera de producir y la cultura, no se podrá conservar el ambiente.
El ganadero es pasional. Y aquí aparece el manejo de la pasión versus el conocimiento. “La pasión es aquello que amamos y como tal lo queremos atrapar y dominar. Y muchas veces las ideas tomadas por la pasión terminan poseyendo al hombre. Y al enfrentarla a otra idea nos enfurece y -en vez de servir para reflexionar- nos domina y no nos deja ver la realidad. No se puede vivir sin pasiones, pero tampoco sólo de ellas. Allí aparece el conocimiento que con sus novedades continuas siempre va a atentar contra otros conceptos anteriores que el hombre posee y de los que no puede desprenderse. Así la pasión muchas veces conduce a no ver los cambios ni las nuevas necesidades y a no escuchar. Pero también es cierto que el conocimiento sin pasión no produce nada y es aburrido. El conocimiento puede servir para saber cómo contener o conducir esa pasión por lo que hacemos”, explicó Motta.
Finalmente, la dupla programa – estrategia plantea inconvenientes muy serios en economía, política y educación. Un programa es un sistema que responde igual ante un mismo problema. Pero, ¿qué pasa si cambia el problema, si es distinto o inédito?. Cuando cambian los problemas hay que cambiar el programa. El hombre no tiene capacidad de cambiar rápidamente usos y costumbres y allí reside otra dificultad a resolver. Es decir que el desafío es dar nuevas respuestas a los nuevos problemas.