El elevado incremento del costo de los insumos (la mayoría en dólares) para la producción de cerdos pegó de lleno en los pequeños productores a la hora de pensar en la construcción de una infraestructura adecuada para el confinamiento. Hoy se necesita invertir más de 130 mil pesos por cerda cuando se piensa en criaderos de alta tecnología; sin embargo, aparece desde hace unos años una alternativa más viable promocionada por el INTA. Se trata de aplicar el sistema de cama profunda, con una inversión inicial por cerda estimado entre los $30 y los 40 mil, con mano de obra incluido.
“Es ideal para un productor pequeño o mediano porque es mucho más económico y si se trabaja con eficiencia se pueden lograr de 3.500 o 4.000 kilos de carne por cerda y por año”, aseguró el médico veterinario Oscar Bravo, equipo porcinos del INTA Cuenca del Salado, con base en la Colonia Ortíz Basualdo donde se encuentra el campo en el que se desarrolla la experiencia.
Esta técnica de origen brasileño se practica en muchos países, inclusive en Europa. En nuestro país tiene una difusión importante. “Pero los costos varían mucho en función del tipo de materiales nuevos, que emplee el productor (postes, caños, los techos y laterales), confeccionados con el mismo material utilizado para los silo bolsa”, detalló Bravo.
El sistema de cama profunda a campo consiste en la construcción de módulos o túneles de viento con una estructura de madera, caños y nylon, con la instalación de bebederos y una plataforma de cemento armado para ubicar los comederos. Cada módulo está delimitado por barandas de madera donde se prepara la cama de paja que puede ser de trigo, de cebada o avena. También se utiliza pasto seco, chala de maíz o los restos de la soja. Estos elementos contribuyen a absorber el purín de los porcinos.
Los módulos en la región deben estar ubicados de norte a sur, por la dirección en que sopla el viento. Las estructuras afectadas a la gestación de las cerdas miden 8 metros de frente, por 14 metros de fondo. Cada cerda ocupa una superficie que oscila entre los 4 y 6 metros cuadrados. Cada módulo puede alojar, en forma eficiente, hasta cien madres productivas.
Los túneles de viento asignados al engorde tienen 8 metros de frente por 24 metros de fondo, necesitan una superficie mayor, que puede alcanzar hasta los dos metros cuadrados por lechón para una buena aireación. “Pero estas medidas no son tan estrictas, dependen de los materiales que tengamos, pero lo importantes es que cada animal tenga al menos 1,30 metros cuadrado como mínimo para su engorde”, detalló.
“Una vez que se produce el destete de todos los lechones con siete y ocho kilos de peso, se los traslada al túnel de viento de cama profunda. Permanecen en ese sector alrededor de 160 días hasta alcanzar los 110 o 120 kilos. Siempre hay que respetar la cantidad de animales, porque si no el sistema se colapsa”, amplió el médico veterinario.
En el módulo de engorde la paja se repone una vez a la semana y cuando se retira una camada, se efectúa la limpieza del túnel de viento con una pala mecánica frontal, se deja reposar unos diez días y se desinfecta, antes de reponer la cama. La dieta que se utiliza es la misma que se emplea para los porcinos en confinamiento. El formulado se realiza con maíz, por la zona, expeler de soja y núcleo vitamínico mineral.
Recuperación
Durante el transcurso del año 2018 la actividad de la producción porcina se vio afectada porque el precio de la carne se mantuvo relativamente planchado. A la mencionada situación de estancamiento de precios se le sumó la recesión del mercado interno, que en un marco macroeconómico complejo mostró signos de retracción al consumo. A partir del aumento del dólar, si bien la situación del tipo de cambio resultó favorable para la exportación, en el caso del mercado interno, generó un fuerte impacto entre los productores pequeños en particular, porque los costos de los insumos en la mayoría de los casos se encuentran dolarizados.
En los últimos meses, sin embargo, se observó una lenta recuperación del precio de los cortes porcinos, sumado a un incremento del consumo de carne de este origen, que hoy se acerca a los 16 kilos/ cabeza/año. “Tuvimos una etapa muy difícil, cuando aumentó el dólar; además el precio del kilo de carne porcina estaba planchado, pero en los últimos meses comenzó a repuntar”, evaluó el médico veterinario Oscar Bravo del INTA Cuenca del Salado, con base en la Colonia Ortíz Basualdo.
La faena de porcinos alcanzó en 2018 las 544.781 cabezas, con una variación interanual +9%, según datos aportados por la Secretaría de Agroindustria, publicados en la Hoja Informativa, mientras que el consumo de carne superó los 15 kilos/habitante/ año, un aumento del 6% interanual. Las importaciones, en tanto, totalizaron 38.400 toneladas y las exportaciones sumaron 14.500 toneladas (datos correspondientes a 2017, no fueron actualizados los de 2018).