Las cuentas públicas santafesinas arrojaron para los primeros cinco meses del año un leve superávit, precisamente de 193 millones de pesos. Este guarismo muestra un deterioro respecto al año pasado ya que para el mismo período se había registrado un excedente casi cuatro veces superior.
El análisis desagregado muestra un avance de los ingresos totales del 37% anual para el período enero – mayo, mientras que las erogaciones totales subieron un 41% en igual lapso. Este desbalance en las tasas de crecimiento es lo que está generando una menor holgura fiscal provincial.
Dentro de los recursos, se destaca el incremento de ingresos brutos, que subió para el período del cual estamos hablando un 35,5%. Sin embargo, esta variación está lejos de las tasas vistas a fines del año pasado cuando rondaban el 40%. El crecimiento de este tributo está básicamente explicado por la inflación ya que el nivel de actividad provincial está estancado, con lo cual, habrá que seguir su evolución de cerca dada la alta dependencia que tienen las arcas públicas sobre este impuesto –representa cerca del 75% de los recursos tributarios provinciales-.
En lo que atañe a los gastos, los corrientes subieron un 39% mientras que los de capital treparon un 61%. Esto evidencia que los fondos destinados a obras públicas no se han visto afectados por la mayor estrechez financiera, por el contrario, han subido por encima del resto de las erogaciones –esta performance se ha observado en los últimos meses-. En buena hora que la provincia destine dinero a la inversión real directa, tan necesaria para el desarrollo productivo local.
Sin embargo, hay datos que preocupan y mucho. Para el quinto mes del año, las erogaciones corrientes treparon un 43% anual, muy por encima de los recursos corrientes que subieron un 35%. Esta brecha de ocho puntos porcentuales no puede sostenerse en el tiempo, en efecto, el gobierno debería tomar nota de esto y aflojar con su política fiscal expansiva para evitar una mayor complicación en sus cuentas.
Se estima que para la primera mitad del año el balance concluiría con un exiguo déficit. Pero, lo que más inquieta es el segundo semestre. El escenario de estanflación se agudizará, habrá más erogaciones que afrontar por cuestiones estacionales y esto tendrá su correlato en los números del erario.
Debe tenerse en cuenta que no hay margen para subir más los impuestos, política que el gobierno provincial recurre de inmediato cuando las cosas se complican. En este contexto, es de esperar que las erogaciones desaceleren su expansión y se ajusten en función de la dinámica de los ingresos.
No hay que conformarse con que Santa Fe exhibe números más ordenados y disciplinados que el resto de los distritos provinciales. Esto es cierto, pero hay que ir más allá. Hay que apuntar a una mayor eficiencia en la gestión pública para evitar reformas tributarias recurrentes que atentan contra el crecimiento, la productividad y competitividad regional.