Que muchas empresas alrededor del mundo incrementen, de vez en cuando, la supervisión sobre sus colaboradores, con el objetivo de mejorar su productividad, no es novedad. Pero algunas firmas multinacionales están llevando ese comportamiento un paso más allá, al recurrir a nuevos recursos tecnológicos para generar control de accesos y obtener datos sobre cómo manejan su día laboral sus empleados. Es el caso de los chips subcutáneos: pequeños dispositivos debajo de la piel que graban información y la transmiten a una base de datos para su análisis posterior.
Aunque su uso es, todavía, incipiente, en los Estados Unidos, algunas empresas empezaron a inyectar chips en las manos a sus colaboradores para poder registrar los horarios de ingreso y de salida. A pesar de lo controversial de la medida, las compañías impulsoras de esta iniciativa destacan que el objetivo es “facilitar” la vida de sus empleados, ya que la tecnología tiene usos múltiples, como reservar tickets de tren, iniciar sesión en una PC o hasta comprar alimentos o bebidas en el buffet o cafetería de la compañía, con sensores asociados a los microchips.
Son las tecnológicas las que están iniciando esta revolución “humanoide”; siempre, puertas adentro. Three Square Market, una compañía dedicada a la concesión de drugstores y que emplea a 80 empleados en su sede en River Falls, Wisconsin, ya inyectó con chips del tamaño de un grano de arroz en las muñecas de algunos de sus empleados. La condición para que esto suceda es que ellos lo verifiquen de forma voluntaria.
Estos chips subcutáneos, al igual que muchos chips RFID, son pasivos. Es decir, no tienen tipo de batería alguno. Su energía surge de un lector de RFID, que se activa cuando se solicita datos del chip (por ejemplo, información sobre identificación para aprobar el acceso a un edificio).
No obstante, hay varios ‘peros’ para su utilización. Por ejemplo, los datos recopilados por los lectores son capaces de ofrecer muchos detalles sobre el trayecto recorrido por los empleados de determinada empresa. Asimismo, cualquier hacker, en teoría, podría escanear un chip con un lector para averiguar lo que hay dentro de él. ¿Por qué? Sólo una parte de la información almacenada en un chip subcutáneo está encriptada, lo que genera cierta preocupación sobre posibles robos de información personal.
Prueba piloto
Hace dos años, el Club Atlético Tigre anunció, con bombos y platillos, un proyecto para implementar un chip subcutáneo que les permitiría a sus socios acercar su cuerpo a un lector de ingreso que, en caso de que la cuota social estuviera al día, los habilitaría a franquear los molinetes de control.
Por aquel entonces, la entidad de Victoria pretendía llevar adelante una prueba piloto voluntaria con sus hinchas para transformarse en el “primer club del mundo” en el que los hinchas podrían ingresar a la cancha con sólo presentar su cuerpo. Sin embargo, el proyecto, finalmente, no fue aprobado por la Comisión Directiva de la institución y no se puso oficialmente en funciones el sistema.
Quizás, haya razones de peso para no hacerlo. Abogados especializados en Derecho Laboral, consultados por este diario, explicaron que, en la Argentina, no hay, todavía, una ley que regule este tipo de chips, por tratarse de una tecnología nueva. Y, agregaron, en el marco jurídico local, lo que no está prohibido está tácitamente permitido. Los letrados coinciden en que el problema principal es que, de acuerdo con la parte implicada, podría considerarse o verse como un abuso por parte de la empresa.
El argumento es: “Si estos chips permiten conocer la ubicación de la persona, podría argumentarse que va en contra de la privacidad del individuo. Después, habrá que ver qué es lo que dice el convenio normativo de cada actividad”. Señalaron que un posible uso de estas tecnologías puede generar una zona gris. Otra dimensión a analizar es si estos chips servirían como causal de despido, qué dice cada convenio colectivo de trabajo y, no menor, cómo responderían los sindicatos.
Fuente: infotechnology