Lejos quedaron en el tiempo las épocas en las que la información satelital se transmitía en cintas, con pocas computadoras para procesarlas y restringida para apenas un pequeño grupo de personas que concentraban un enorme poder de procesamiento y de generación de productos.
La era digital permitió el acceso masivo a este tipo de material, que por muchísimos años fue provisto por agencias como la NASA y la local Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae). Hoy, el ecosistema se ha abierto a decenas de empresas que han tomado la posta en la exploración más allá de las fronteras terrestres, con la premisa de democratizar aquello que, hasta hace muy poco tiempo, parecía un sueño reservado a pocos: la expansión hacia el espacio.
“La industria espacial está atravesando un momento especial, de transición. De una industria que era dominada por gobiernos o agencias asociadas con gobiernos y presupuestos altísimos, a una industria impulsada del lado del capital privado, pero ya no de los proveedores tradicionales, sino de pequeñas y medianas empresas”, asegura Emiliano Kargieman, cofundador y CEO de Satellogic, la firma argentina que se convirtió en apenas un puñado de años en referente de su industria no solo a escala local sino global y que ya cuenta con ocho satélites en órbita y una facturación que, estimó el propio Kargieman, podría ascendeOtra área que está creciendo es la de petróleo y gas, específicamente en lo que tiene que ver con el monitoreo de seguridad ambiental, ya que esto se puede hacer de forma más eficiente desde el espacio que desde la tierra. “La Argentina es un jugador no menor, en términos de extensión de oleoductos y gasoductos; de yacimientos. Incluso, en algunos casos está corriendo en punta”, celebra Kargieman y agrega que existen incluso algunas implementaciones más de nicho como, por ejemplo, el control de botes y barcos en lagos por cuestiones regulatorias.
“No parece una aplicación gigante, pero de repente cuando tenés la información se resuelve muy fácil. Con el tiempo nos gustaría descubrir muchas más de estas actividades y creemos que, a medida que la información vaya siendo más pública, vayamos abriendo más el acceso a nuestras plataformas y tengamos más satélites, empezarán a surgir.”
Mapeando la pampa húmeda
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) fue pionero en la implementación de imágenes satelitales. Carlos Di Bella, director del Instituto de Clima y Agua del ente estatal, destaca dos usos particulares que da su área a este tipo de información. “Uno tiene que ver con aspectos del tiempo, sobre todo con el uso de satélites geoestacionarios que nos permiten seguir los sistemas climáticos a partir de imágenes satelitales; por otro lado, usamos otras plataformas satelitales para el seguimiento de la superficie terrestre, el monitoreo de cultivos y de los recursos naturales, o la evaluación de cultivos.”
Los usos no terminan allí; otras dependencias del INTA trabajan con imágenes satelitales para la determinación de ambientes, la evaluación de incendios, decisiones de prácticas de manejos o evaluaciones de sequías.
Al tener su propia antena de recepción, el INTA puede manejar la bajada y el momento de la información que recibe, como así también los momentos de procesamiento, ya sean imágenes de alta resolución espacial que permite tener datos cada 30 metros o imágenes de menor resolución espacial de 250 metros o un kilómetro por píxel. A partir de allí se generan una serie de productos de síntesis; por ejemplo, a partir de la información que captan los satélites equipados con sensores en el visible y en el infrarrojo cercano se calcula un “índice verde” o de vegetación, con el que se puede hacer una estimación de productividad o área foliar, o monitorear cultivos.r a US$ 200 millones en la próxima década.
“A veces combinamos índices de vegetación y temperatura, ambos provistos por información de base satelital, y estimamos variables ya más elaboradas. Tenemos información de base que vamos trabajando y sumamos información sintética de distinto nivel de procesamiento”, agrega Di Bella. Todo esto, además, es accesible de manera pública.
Por el lado de Satellogic, el trabajo de procesamiento de datos muchas veces se da en conjunto con los clientes, procesando los datos que ellos aportan. En el caso específico del agro, “la manera en la que terminás de entrenar los algoritmos y el impacto que tienen en el funcionamiento es entrenándolos con los resultados de campo. Estos datos están en las manos de nuestros clientes, que salen todos los días y pueden ver el estado de los cultivos. Se trata de un trabajo en conjunto, de sentarnos a mirar los datos y entender cómo agregamos valor del lado satelital, un trabajo que atraviesa toda una temporada de cosecha, ya que el campo tiene sus tiempos”, señala Kargieman.
A paso emprendedor
El nexo entre el agro y la industria aeroespacial puede parecer casi inverosímil para el ojo poco entrenado, pero en la praxis no solo es real, sino también robusto y bien consolidado. El campo argentino es, desde hace años, la punta de lanza de muchas innovaciones que luego se aplican en otros ámbitos. Internet de las Cosas, Big Data, analíticas, inteligencia artificial y, por supuesto, análisis de imágenes satelitales son utilizados en cientos de miles de hectáreas de todo el país; un Silicon Valley autóctono y completamente sembrado a la espera de los brotes verdes.
S4 —ex Solapa 4—, empresa argentina que desarrolló el primer índice del mundo para cubrir los efectos de la sequía, se basa en información satelital y la estructura como un derivado financiero para ofrecer soluciones a los agricultores a la hora de enfrentar riesgos climáticos. Incluso utilizan técnicas de Machine Learning (recientemente cerraron una alianza con Microsoft) aplicando algoritmos que permiten reconocer el tipo de cultivo y cómo está creciendo, lo que se convierte en un índice que, llevado al mundo financiero, funciona como un instrumento de transferencia de riesgo.
Paraná Seguros, por su parte, utiliza información del INTA y de la NASA para monitorear el clima en los campos, con datos que se actualizan cada 10 minutos, los 365 días del año. Así, puede advertir a los productores hasta tres horas antes sobre tormentas fuertes o probable caída de granizo. En caso de que el siniestro se produzca, envía un SMS donde se marca en un mapa el área probable de daño. Hasta el momento, ya produjo 2.067 alertas y 2.323 alarmas.
Guillermo Thomas, gerente de Agro Granizo de la compañía, aseguró que el objetivo es “utilizar las últimas innovaciones y aplicarlas en servicios de valor asociados al seguro de granizo, viento y helada y, en el mediano plazo, en un multirriesgo. Ya tenemos la polinómica y el algoritmo probado, estamos trabajando en la minería de datos y la recopilación de información de los sensores disponibles”.
La lista continúa con startups como Auravant, creadora de una plataforma de monitoreo satelital que utiliza imágenes de Satellogic y Planet para ayudar al productor a optmizar el uso de fertilizantes o agroquímicos (su última ronda de inversión alcanzó los US$ 350.000); Kilimo, que a través de datos satelitales y de estaciones meteorológicas de libre acceso recomienda estrategias de riego en función de cada cultivo; o Frontec, la firma creada por el INVAP y el grupo Los Grobo de la familia Grobocopatel —hoy 100 por ciento estatal— que utiliza información satelital para calcular la prescripción de fertilizantes, ambientación de lotes y mapas para realizar seguimientos online del vigor y estado de los cultivos.
Pisando fuerte
Otras áreas llevan procesos distintos. En petróleo y gas el monitoreo ambiental y de seguridad se hace con aviones cuadrillas de hombres y camiones, y la adición de imágenes satelitales no está pensada para crear algo completamente nuevo dentro de la industria, sino para “agregar una herramienta que mejore la eficiencia de ese proceso”, haciéndolo más económico y escalable. Se trata de una aplicación más directa que en el agro, donde, según Kargieman, se da casi un codesarrollo con los clientes, para entender las problemáticas de cada uno.
De todas maneras, y a pesar de que cada vertical es distinto, la base es la misma: poder hacer un análisis de lo que está cambiando en el territorio, ya sea en la última semana o el último mes y, para adelante, poder predecir en función de lo que se va observando. Ese trabajo predictivo es uno de los valores fundamentales del negocio de las Pyme espaciales.
Para Di Bella, que trabaja con imágenes satelitales desde 1994, lo que se vive hoy es casi una era dorada. Así lo sintetiza: “Pasamos de tener pocas imágenes en alta resolución de la Argentina a disponer de imágenes en alta de todo el mundo de los últimos 30 años. Cambió la manera de ver el mundo con los satélites”. Además, el agregado de la nube permite, a nivel científico y productivo, visualizar toda la información, generar productos de síntesis y elaborar soluciones de forma rápida.
El resultado de todo esto es poder disponer, por ejemplo, de cartografía de deforestación de cualquier punto del planeta actualizado cada 30 metros, o áreas inundadas en tiempo real. Son soluciones que eran terreno solo de la ciencia ficción hace apenas 20 años.
Fuente: infotechnology