La Bolsa de Comercio de Rosario publicó finalmente su informe acerca del impacto real de la sequía en la actividad económica. Según detalló, el costo ya supera los 4.600 millones de dólares. A continuación, la publicación completa:
El costo de la sequía para la economía argentina, por lo que está afectando a la soja y el maíz 2017/18, ya supera los US$ 4.600 millones, cuando se consideran no sólo las pérdidas directas del sector productivo sino también la caída en la actividad de sectores conexos como ser transporte, maquinaria, construcción, etc. Esta cifra representa un 0,7% del Producto Bruto Interno (PBI) que el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimaba en febrero para la República Argentina en el año 2018, valuado en US$ 639.000 millones.
Desglosando este número, hay US$ 1.550 millones que se imputan en forma directa al sector productor, y que se componen tanto de la menor rentabilidad que obtendrá de las hectáreas que logren cosecharse de soja y maíz como de la pérdida por insumos aplicados a superficie que, habiéndose sembrado, no se terminaría cosechando, así como también por el costo de oportunidad en las hectáreas que no lograron sembrarse ante la falta de condiciones adecuadas.
A su vez, los menores ingresos de los productores que trabajan a lo largo y a lo ancho del país redundarán en una menor masa de recursos hacia el resto de la economía, lo cual se traduce en una pérdida de ingreso nacional adicional de US$ 3.100 millones, una vez que consideramos el efecto multiplicador del gasto sobre la actividad económica nacional en su conjunto.
Considerando que el complejo agroindustrial sojero lidera las exportaciones argentinas, con 75% de la producción de soja procesada en cada campaña para producir harina y aceite, entre otros, destinados principalmente al mercado externo, en base al patrón de las últimas campañas las 15 Mt hubiesen podido incrementar el crushing 2017/18 en 11 Mt y el saldo exportable en 2,3 Mt para el poroto de soja, 1,5 millones para el aceite y 8 millones para la harina de soja. A los valores de exportación actuales, ello significa que Argentina se perdió de obtener un ingreso de divisas total de US$ 5.200 millones.
Pérdidas directas para los productores agropecuarios
La suba de precios a cosecha no ha logrado compensar la menor producción del sector agrícola en su conjunto, redundando en una pérdida de ingresos respecto de las expectativas con las que se encaró la siembra 2017/18.
El precio de la soja a cosecha en MATBA (Mercado a Término de Buenos Aires) ha aumentado un 15% desde el momento en que el productor tomó la decisión de sembrar, en tanto que el maíz subió un 20%. Sin embargo, el promedio nacional de rindes está proyectado un 20% por debajo de las estimaciones iniciales de la campaña para la oleaginosa y un 25% abajo en el caso del maíz. Así, a pesar que las erogaciones del sector productor resultan menores en algunos rubros como fletes (ya que se transporta menos mercadería) o servicios de cosecha (ya que aumentó la superficie perdida), esto no es suficiente para revertir la caída en los márgenes que significa la disminuida productividad. La rentabilidad neta esperada merma en todos los casos.
Para la soja, un productor con campo propio puede estar obteniendo, en promedio, US$ 22 menos por hectárea sembrada, en tanto que en campo alquilado la caída alcanza los US$ 81/ha. Para el maíz, la caída del margen neto asciende a US$ 38 y US$ 97/ha, respectivamente.
En el cómputo global de las pérdidas para el sector productor, se asume que el 50% de la producción se realiza bajo arrendamiento y el 50% en campo propio, a la hora de computar las pérdidas por cada hectárea que va a cosechar el hombre de campo en las actuales condiciones. Por este concepto, las pérdidas ascienden a US$ 880 millones para la soja y US$ 360 millones para el maíz, donde la diferencia se explica por la mayor cantidad de superficie que abarca la oleaginosa y con una sequía con un amplio nivel de cobertura. Así, las pérdidas del sector productivo en hectáreas cosechadas suman entre ambos US$ 1.240 millones.
Por otro lado, deben computarse las hectáreas que, habiendo sido sembradas, no podrán cosecharse como consecuencia de la sequía, que se estima en 1,2 M ha. Para la oleaginosa, además, se computa como pérdida el 50% del costo de insumos, siembra y pulverización mientras que al cereal se le computa el 80%, ya que en este último caso es mayor proporcionalmente las erogaciones que deben hacerse al inicio del ciclo productivo. Así, por este concepto el sector productivo en su conjunto estará perdiendo otros US$ 220 millones.
Finalmente, se imputa el costo de oportunidad sobre las hectáreas que formaban parte de las intenciones de siembra pero que, por falta de humedad en los suelos, quedaron fuera del ciclo productivo. Esto afecta mayormente a la soja, sumando una pérdida de US$ 90 millones.
En suma por los tres conceptos se arriba a la pérdida total del sector productivo de US$ 1.550 millones estimadas, como consecuencia de la sequía que azota al campo argentino y que ha dejado a grandes superficies expuestas a la falta de humedad necesaria para potenciar el rinde de los granos en su período crítico.
Algunas consideraciones sobre el impacto económico indirecto e inducido sobe la actividad económica nacional
Independientemente de las pérdidas que terminarán sufriendo los productores agrícolas por la reducción en sus márgenes brutos y netos, la sequía también representa cuantiosas pérdidas para el conjunto del sector agroalimentario y agroindustrial y, por ende, para la economía nacional debido a los impactos económicos negativos, sean directos, indirectos o inducidos.
Menos producción, caída en las exportaciones y menor gasto de los productores significará en última instancia que no se efectivicen numerosas operaciones de compraventa, comerciales, financieras y de servicios. Los productores gastarán menos en la economía nacional e invertirán menos en equipamiento, máquinas y/o rodados. Es probable que en las próximas campañas gasten menos en insumos, labores, cosecha, seguro, flete, gastos de comercialización, erogaciones por estructura y administración, etc., lo que dependerá de la magnitud de las pérdidas ocasionadas por el fenómeno. El que vende insumos o presta servicios de transporte camionero verá reducir su ingreso y –por ende- gastará menos en su actividad o en otros sectores de la economía. Lo mismo sucederá con el que vende una pick-up o una sembradora. En consecuencia, esta caída en el gasto de los productores se multiplicará en numerosas operaciones comerciales que dejarán de concretarse dentro de la economía del país, generando, además, una menor recaudación de impuestos nacionales (por ejemplo, el IVA), provinciales (por ejemplo Impuesto a los Ingresos Brutos) y municipales (derecho de registro e inspección), etc.