Por Ernesto Edwards
Filósofo y periodista
Del mismo directorpodría ensayarse una lectura en el marco de una trilogía acerca del poder y de los vínculos parento-filiales, junto a su ópera prima “El Estudiante” (2011) y la remake (notoriamente superadora de la original) del clásico nacional “La Patota” (2015). Pero “La Cordillera”, la tercera realización del joven y talentoso guionista y director argentino Santiago Mitre, tiene luces propias como para analizarla por sí misma. Para ello se seleccionó un elenco sólido, con el cada vez más brillante Ricardo Darín, la contundente Érica Rivas, Dolores Fonzi (la musa de Mitre), y el acertado Gerardo Romano. Y hasta con el plus de Christian Slater como el subsecretario estadounidense delegado para negociar todo lo que haga falta. Imperdible la casi desapercibida participación en off de Marcelo Longobardi.
Buen ritmo narrativo por parte de alguien que ha demostrado saber contar historias, magistrales actuaciones, más una fotografía que impacta y abruma, al punto de ser algo más que un fondo escenográfico, para convertirse en una metáfora más. ¿Qué otra cosa pedirle a una película? Tal vez, como sucede con cualquier objeto cultural que se precie de tal, que propicie una reflexión sobre los temas en cuestión del núcleo argumental. Y lo consigue.
Se puede tomar partido, y sucumbir a la tentación de relatar desde una posición determinada. O, como proponía Edmund Husserl, hacer una reducción fenomenológica, y describir sólo como un observador que se despoja de sus creencias y convicciones, libre al fin de cualquier libelo, como una epojé que no despierta dudas, fundamentalmente porque no quiere demostrarte nada. Ese es el complejo camino que elige Mitre a la hora de contar un episodio en la vida de Hernán Blanco, a lo largo de no más de tres días. Blanco es el más que reciente presidente argentino, quien participará en Chile de una cumbre sudamericana, extensiva a Méjico, que puede definir el destino de la región en cuanto a producción petrolífera, cuando lo que se busca es la creación de una liga regional de naciones. Para ello deberá negociar, entre otros, con el poderoso y soberbio líder brasileño, y tejer alianzas que supuestamente vienen bien encaminadas por el Canciller y su influyente Jefe de Gabinete propios. De Blanco (sobre quien se juega con slogans supuestamente ingeniosos con su nombre) poco y nada se sabe de su vida previa a su actual cargo. Al fin y al cabo es un político. Sabremos que gobernó La Pampa, y algunas minucias más. En tránsito hacia la reunión, donde se lo ve como un hombre común, volando somnoliento junto a sus más estrechos colaboradores, Blanco será anoticiado de una situación acerca del todavía esposo de su hija, que amenaza con dejar al descubierto no sabremos nunca bien qué. Pero que parece inquietarlo. Será así que convocará a su hija Marina para que lo acompañe. En ese breve lapso, el presidente tendrá sexo con una funcionaria de su embajada, comenzará a tener reuniones bilaterales, dará una desconcertante entrevista exclusiva donde se sugerirá la omnipresencia del Mal, y se enterará de que su hija atravesó con un sillón el ventanal de su lujosa suite. Tal brote demandará la intervención de un psiquiatra hipnólogo que parece dejar al descubierto algo oscuro del pasado familiar. Y será en ese espacio entre lo dicho y lo no dicho donde comenzará a desplegarse lo mejor del guión de Mitre y Llinás.
Podría decirse, a contramano de la tradición, que los dos protagonistas principales de “La Cordillera” son el poder y la traición. Pero también que es un mini tratado de la naturaleza humana. Y que está pleno de conceptos filosófico-políticos que atraviesan la historia del pensamiento occidental, desde la Grecia clásica hasta la actualidad. Desde Platón con “La República” hasta Aristóteles con “La Política” y “Ética a Nicómaco”. También desfilarán Thomas Hobbes, Jean-Jacques Rousseau, Karl Marx y la toma del poder, Nietzsche y el súper hombre, y también Michel Foucault, que afirmaba que el poder no es una delegación de los individuos al soberano, sino más bien una relación de fuerzas en un contexto histórico determinado. Y que, nada menos, produce conocimiento en la dirección que el mismo poder determina.
Todo bien, pero el protagónico ideológico de “La Cordillera” se lo lleva Nicolás Maquiavelo. Los supuestos que sustentan “El Príncipe” están a la base de esta propuesta cinematográfica. Porque… ¿a quién se le ocurre que debe haber una armónica concurrencia entre la Ética y la Política? Ya se sabe que el poder no se trata solamente de fuerza, sino de vínculo y seducción. Y de esa interpretación de que para el florentino el fin justifica los medios, gobernando para conservar el poder, soslayando en su estrategia todo lo relativo a lo moral y religioso, obrando incluso en su contra, de ser necesario. Una vez más: el poder se conquista, luego se lo consolida, y después se busca expandirlo. De eso se trata la política, y en eso la moralidad va muerta. Sólo se incluyen y admiten algunos códigos básicos que permitan cierto funcionamiento de esta actividad de intercambio y de gobierno. Y a olvidarse del Bien Común. ¿Que nos parece bien? ¿Que nos parece reprobable? A los políticos, salvo excepciones, no les preocupa en lo más mínimo. Sólo se trata de engañar, de seducir, de convencer. Nadie sabe dónde se perdió eso de creer que el poder es servicio, es compromiso, es responsabilidad. Y hasta empatía.
Santiago Mitre hace cine de autor, eso queda demostrado. Quienes busquen similitudes o analogías con Néstor Kirchner o Mauricio Macri perderán el tiempo, y hasta podrían sentirse decepcionados. Lo mismo si esperaban bajada de línea o alguna señal de realismo mágico latinoamericano. Será así que no habrán entendido de qué va el filme.
Los laberintos afectivos en ocasiones pueden ser los mismos que los del establishment. Y que la maldad se encarne en un alto dirigente, en un gobernante, ya no sorprende a nadie. Tampoco que esté tan naturalizado que la relatividad moral sobrevuele permanentemente la política. Como si hubiera pensado en Umberto Eco con su “Obra Abierta”, el desenlace, abierto y ambiguo, que filosóficamente no difiere del de “El Estudiante”, llega hasta el punto donde debe llegar. Lo demás, si te lo podés imaginar, es absolutamente posible. Depende de hasta dónde te permitas acceder. Por las dudas, sigamos prestando atención. Son políticos…
FICHA TÉCNICA
“La Cordillera” (Argentina, 2017)
Dirección: Santiago Mitre
Con Ricardo Darín, Érica Rivas, Dolores Fonzi y Gerardo Romano
Género: Thriller Político – Duración: 112’
Calificación: Muy Buena