Por Ernesto Edwards
Filósofo y periodista
Cada período histórico, en la contemporaneidad, parece tener (y haber tenido) a aquellos a quienes se los identifica como la voz de su generación. Con más énfasis sobre quienes desde su campo de expresión se han destacado describiendo un particular momento, sea desde la metáfora o con un lenguaje explícito. Los hay de la literatura, del periodismo, del teatro. Y aunque no abundan, los hay también desde el particular universo conceptual del rock. Algunos, incluso, por trayectoria y permanencia, abarcan más de una generación.
Consideremos que el rock es un legítimo objeto cultural, de naturaleza simbólica, y portador de un mensaje que puede ser interpretado a la luz de diversas disciplinas, y con suficiente reconocimiento académico que, no obstante haber sido motivo de debate, ya cuenta en Bob Dylan con su propio Nobel de Literatura.
El pasado viernes Roger Waters acaba de publicar “Is This The Life We Really Want?” después de 25 años (luego de “Amused To Death”, de 1992) sin haber editado disco nuevo grabado en estudio. Waters, un auténtico pensador contemporáneo que ha abrevado en diversos autores de la filosofía, y que desde su otrora liderazgo en la legendaria banda Pink Floyd, y luego como destacado solista, supo elaborar sucesivos discos conceptuales que con sus textos y su soporte de psicodelia musical mejor encuadraron su concepción y su análisis del mundo. Recordemos “El lado oscuro de la luna” o “The Wall” por citar sólo dos álbumes de su primera época, o el crítico “Radio K.A.O.S.” ya como solista.
Roger Waters, reaparece casi como un pensador existencialista preocupado y atento por sus clásicos tópicos, que siguen siendo las guerras, la inmoralidad de los políticos, la venalidad de los gobernantes, la alienación que provocan algunas concepciones educativas, la actitud extorsiva de los mass–media, y la pasividad de todos aquellos que terminan insensiblemente cómodos.
No importa para este abordaje señalar los detalles musicales de esta placa. “Is This The Life We Really Want?” cuenta con este soporte como adecuado contexto de lo más destacado de su producción intelectual: sus letras. Despojadas de solos de guitarra, y con mucho sintetizador. Porque para Waters lo que importa es el mensaje. Con el que se coincidirá o no. Pero que sigue siendo contundente. Y también polémico. Con títulos como “Déjà Vu”, “The Last Refugee”, “Picture That”, “Broken Bones”, “Bird In A Gale”, “The Most Beautiful Girl”, “Smell The Roses”, “Wait For Her”, “Oceans Apart” y “Part Of Me Died” como si fueran capítulos de un libro que se vertebran alrededor de una idea principal, siempre presente a lo largo de toda la obra.
Arranca con “Déjà Vu” dejando al descubierto, con eso de que “Te inclinás hacia la izquierda pero votás a la derecha, y se siente como un déjà vu” todas las contradicciones ideológicas por las que podemos atravesar a medida que evolucionamos e investigamos hasta llegar a nuestra propia definición. Y las cíclicas idas y vueltas de toda una Humanidad.
“The Last Refugee” remite con crudeza a esas imágenes hiper difundidas de niños muertos en las playas, tras caer de las embarcaciones que llevaban refugiados en busca de un futuro mejor.
En “Picture That” no se priva de apuntarlo a Donald Trump, ahora renuente a enfrentar el calentamiento global, descalificándolo como un descerebrado, pero también al sistema político estadounidense. “Broken Bones” declama la necesidad de empezar todo de nuevo. Con el tema homónimo que da título al registro apunta a la debilidad humana, a los miedos y las culpas. “Bird In A Gale”, con formato intimista, expone su soledad y su casi ruego a una mujer para que pase con él la noche, en el medio de la tempestad. “The Most Beautiful Girl” es abarcativo, e integra en una sola letra la brutalidad del Islam hacia la mujer, con el Palacio de Buckingham y la neoyorkina Estatua de la Libertad. “Smell The Roses” es el rockito que se convierte en concesión hacia lo que esperan los fans.
La trilogía final hace las veces de epílogo del disco. “Wait For Her” engaña con su título, como si fuera una cancioncita de amor, pero a la que en realidad espera es a la muerte. “Oceans Apart” metaforiza sobre la libertad. Y “Part Of Me Died” es el colorario filosófico de aquel que cuestiona la comodidad de ver pasar la vida por televisión.
Y de nuevo la pregunta de Waters que nos obliga a seguir pensando: “¿Es esta la vida que realmente queremos?” Claro que no. En un mundo apocalíptico que se sigue cayendo a pedazos, donde parece querer establecerse un reinado del terror. Con fundamentalistas imbéciles que en poco más de dos meses han asesinado a decenas de inocentes en el Reino Unido, con Londres y sus dos puentes emblemáticos, y con la cercana y fabril Manchester. De la mano de un terrorismo que parece haber encontrado la manera de golpear imprevistamente y del modo más cruel. En una Europa que parece estar descontrolada y por momentos inerme, con sucesivos atentados en Francia, Bélgica, Suecia y otros países, con una desastre de grandes proporciones que ha propiciado la Canciller Angela Merkel, quien desde Alemania ha incentivado una inmigración descomunal que parece esconder guerrilleros en tropel dispuestos a asesinar e inmolarse, confiados de un delirante premio ulterior. Y no es lo único que sucede: un grotesco líder mesiánico desde Norcorea tiene al planeta entero preocupado por su exhibicionismo misilístico. Y el infierno de Medio Oriente. Y los políticos corruptos que describía Waters devastando gran parte de América Latina, empezando por Venezuela.
Tal vez haya sido excesivo Roger Waters al afirmar, alguna vez, “No necesitamos educación alguna. No necesitamos ningún control de pensamiento”. Pero así como vamos, sometidos a los influjos de modas y poses pedagógicas, con “escuelas itinerantes” con docentes que plantean “resistir” en claros tiempos de democracia, como Humanidad no tenemos gran destino. Es más, parece que todo está perdido.